Biografías 3: E-L

Erasmo de Rotterdam. Desiderius Erasmus Roterodamus (1446-1536) fue una personalidad enormemente controvertida y molesta en su época. En la encrucijada entre la Reforma protestante y la obsoleta ortodoxia tradicionalista de la Iglesia cristiana, el cautelosos Erasmo se granjeó la enemistad y el repudio de ambos bandos: un traidor vendido al mejor postor para los luteranos y un peligroso reformista que, con sus doctrinas heréticas había apoyado al reformismo y perjudicado a la Iglesia de Roma.Nacido en Rotterdam, Holanda, en 1469, recibió una buena educación impregnada por el estudio de las bonae litterae, esto es, de la literatura y las lenguas grecolatinas propias del humanismo renacentista, movimiento del que fue uno de sus máximos y más refinados representantes. Al morir su padre, Erasmo ingresa en el convento de los agustinos de Stein, del que no guardará precisamente un buen recuerdo. Las estrictas reglas de sumisión, así como su absoluto dogmatismo y la total impermeabilidad ante cualquier innovación le reafirmaron en su experiencia de que existía una gran escisión entre la formación cultural que proponían los nuevos tiempos y la devota y artificiosa religión popular. En 1492, sin embargo, tomó los hábitos monacales y pasó al año siguiente a trabajar como secretario del obispo de Cambrai, que necesitaba un buen latinista. Esta posición le permitió realizar numerosos viajes a Francia, Bélgica, Italia e Inglaterra y relacionarse con la mayoría de los centros humanistas de Europa. En su estancia en Inglaterra se codeará con la nobleza y con las elites intelectuales y políticas de su tiempo, entablando una gran amistad con Tomás Moro, futuro canciller de Enrique VIII. En 1500 Erasmo se doctora en teología por la universidad de Turín y en 1521 se establece en Basilea, ciudad en la que había surgido un importante grupo de humanistas reformadores. A partir de entonces, y debido a la popularidad de su obra y de la aparición de la figura de Lutero, Erasmo vivirá un período de profunda inestabilidad y de continuas disputas provocado por la ambigua postura que mantenía en la intransigente polémica entre reformistas y cristianos ortodoxos. Polémica de la que no pudo apartarse y que acabó con su repudio y con su obra en el Índice de libros prohibidos. En 1536, a causa de una disentería, muere Erasmo en Basilea. Gran estudioso y conocedor de la literatura y las lenguas grecolatinas, Erasmo fue un escritor enormemente original que puso su ingenio y la perspicacia lúcida e irónica de su pluma al servicio de una reforma de la Iglesia y de la sociedad que permitiera una vuelta al auténtico espíritu del cristianismo, perdido en abstractos formalismos escolásticos y degenerado por las corruptas instituciones y ritualismos eclesiásticos. Una de sus primeras obras Enchiridion militis christiani (Manual del caballero cristiano) escrita en 1501, pone de manifiesto lo que será una constante en toda su obra: el camino hacia Dios a de hacerse por vía de la interiorización. Lo institucional de nada sirve si el hombre no examina su propia conciencia y hace uso de su libertad y de una auténtica fe. Utilizando los pares platónicos, visible/invisible o carne/espíritu, Erasmo identifica el ceremonial de la Iglesia con el ámbito de la apariencia e irrealidad. En 1509 Erasmo publica la que será una de sus obras más populares Moriae encomium (Elogio de la locura). Escrita como un juego divertido, y dedicada a su amigo Tomás Moro, cuyo apellido curiosamente proviene de la palabra latina moria, esto es, locura, esta obra tiene el trasfondo serio propio de los bufones: sólo a éstos les estaba permitido airear con franqueza las grandes verdades y desenmascarar, con la risa, los peores defectos. El Elogio de la locura es una acertada sátira de ingeniosa crítica de la sociedad de la época, en la que todas las clases sociales son despiadadamente analizadas por la Locura, que es la que narra el relato. Su burla mordaz no deja títere con cabeza: ni reyes ni papas, ni campesinos ni nobles, ni mujeres ni monjes se sustraen al dominio de la locura, la stultitia, la estupidez. La crítica se ahonda en un mordaz análisis de la Iglesia y sus instituciones, así como de la teología y su anticuado método escolástico. Todos ellos están bajo el gobierno de la Locura porque se han apartado de la verdadera fuente de la religión: el cristianismo primitivo. Se debe huir del mundo de las apariencias, de ese teatro de la inautenticidad y recobrar la espiritualidad primigenia a través de una sincera vivencia individual. El pasado es considerado como un motor de renovación porque nos permite volver sobre nuestros pasos hacia ese punto de la historia donde se pervirtió el verdadero sentido del cristianismo y comenzó la decadencia de la cultura. Esta misma crítica aparecerá en la obra Institutio Principis Christiani (Educación del príncipe cristiano). Escrita en 1516 y dedicada a Carlos V, al cual sirvió de consejero, Erasmo invita a que el rey sea también filósofo: sólo así aspirará al bien supremo y, por lo tanto, podrá ser un auténtico cristiano. La corrupción de la Iglesia es producto de su alejamiento de la verdadera esencia de las cosas y del cristianismo de los primeros padres de la Iglesia. Erasmo se propone hacer una exégesis de la Biblia que concilie la cultura con el cristianismo, las bonae litterae con las sacrae litterae. En 1516 publica una obra que tendrá una amplia repercusión en los círculos reformistas: una nueva edición de los Nuevos Testamentos que, utilizando los métodos filológicos propios del humanismo, descalificará la utilizada oficialmente por la Iglesia: la Vulgata. Esta modificación de un texto sagrado era muy molesta y peligrosa porque suponía arrebatarle a la Iglesia su hegemonía y su autoridad y porque además iniciaba un proceso de renovación de la teología y las instituciones cristianas que sería secundado, radicalizado y llevado a la práctica por Lutero, Zuinglio y Calvino. De hecho, Lutero, aun separándose del erasmismo en muchos aspectos, utilizó la exégesis bíblica de Erasmo, así como su método humanístico. Remitiéndose al texto griego, Erasmo mostró cuánto se había devaluado el sentido original del cristianismo y de qué modo las autoridades exegéticas se habían valido de su poder y autoridad para perpetuar esto de forma no demasiado lícita. Cuando la reforma de Lutero y Zuinglio se puso en marcha, Erasmo quedó en una situación muy comprometida. La vieja Iglesia pretendía que públicamente condenara el luteranismo y los reformistas le acuciaban para que hiciese clara su adhesión al reformismo que ellos propugnaban. Había comenzado ya la persecución de herejes y Erasmo se había visto envuelto en intrincadas polémicas de las que no saldría muy bien parado. Se le acusaba de sacrílego e impío, de malinterpretar las sagradas escrituras y proteger y defender a los reformistas. En medio de esta situación, a todos les parecía muy ambigua y sospechosa su postura conciliadora, neutral y tolerante. Las presiones eran tan grandes que en 1524 Erasmo, a pesar de defender la pluralidad religiosa dentro del Estado, se decide a escribir una obra que trata un tema meramente académico pero en el que muestra su controversia con el luteranismo: De libero arbitrio (Sobre el libre albedrío). Lutero había afirmado que la salvación de los hombres dependía exclusivamente de la libre voluntad de Dios. Tiene lugar por la fe otorgada por la Gracia divina. Para Erasmo, aunque la Gracia es la primera causa para la salvación humana, también las obras ayudan al hombre a merecerla. La responsabilidad personal es necesaria para que el hombre no se convierta en un ser negligente e impío. Este posicionamiento de Erasmo en contra del luteranismo, que significó la ruptura entre la Reforma y los humanistas, no le ayudó a mejorar de su comprometida situación: “Por lo que veo mi destino es ser lapidado por las dos partes en disputa, mientras yo pongo todo mi empeño en aconsejar a ambas partes”. En 1527 numerosos fragmentos de sus obras se condenan, incluso sus Colloquios (Coloquios), una obra cuya finalidad era facilitar el aprendizaje del latín a los estudiantes y que estaba escrita jocosa y desenfadadamente como una serie de diálogos entre una diversidad de tipos que representaban al conjunto de la sociedad. Aunque sus ideas se difundieron por casi toda Europa, dando lugar a una corriente denominada “erasmismo”, de aquí en adelante y hasta su muerte acaecida en Basilea el 12 de Julio de 1536, Desiderius pasó una vida penosa, repudiado por todos y agravada por la gota y el reumatismo. Pese a todo, su “humanismo de la Biblia” , su maestría filológica y literaria, y su espíritu crítico y reformista le han otorgado un merecido puesto de honor en la historia. Fuente: Elena Diez de la Cortina Montemayor – http://cibernous.com/autores/ erasmo/teoria/semblanza.html.

Esnaola, Juan Pablo. (Buenos Aires, 17-09-1808; Buenos Aires, 08-07-1878) Junto a Juan Bautista Alberdi y Amancio Alcorta surgió como figura representativa del grupo de los precursores. Estos hombres, cuya formación integral les permitió desarrollar tareas en distintos ámbitos del quehacer político, social y artístico, habían nacido en suelo argentino y fomentaron el nacimiento de una nueva cultura. Pero mientras que Alberdi sobresalió por su labor en el campo de la filosofía política y Alcorta en el de la economía, Esnaola se destacó por su actividad en el terreno de la música. En su caso, el funcionario público –Director del Batallón de Serenos (1842) y de la Casa de La Moneda, Juez de Paz de la parroquia de la Catedral al norte (1852), Presidente del Club del Progreso (1858) y del Banco de la Provincia (186)- no llegó a eclipsar al compositor, intérprete, pedagogo y organizador de sociedades especializadas. A Esnaola le tocó vivir en tiempos en los que los músicos no pasaban de ser meros aficionados. Su ámbito era el de la iglesia, para apoyar a la liturgia, o el de la tertulia, para fomentar el sano esparcimiento. Los géneros en boga fueron los de la música de salón y la canción. La primera estaba concebida por la danza, según el más estricto dictamen de la moda: de pareja suelta (minué, cuadrillas, gavota, etc) hasta 1840; de pareja tomada independientemente (polca, vals, mazurca, etc) durante la segunda mitad del siglo XIX. Entre ellas, las de Esnaola fueron las más exitosas de la época. La canción, por su parte, oscilaba entre los aires locales, las melodías españolas o las de estilo italianizante. Esnaola hizo su incursión en el rubro canzonetta, con páginas tales como La primavera (ca. 1841), con texto en italiano: Gia ride Primavera/ col suo fiorito aspetto… También era frecuente que en los salones se ejecutaran trozos instrumentales compuestos o transcriptos para clave, piano, arpa, violín, flauta o guitarra, y música de cámara. Parece que en la Argentina naciente no había nada más seductor que oír cuando una porteña le decía a otra: ¨este cielito me lleva el alma¨. O bailar una contradanza española, por permitirle a los hombres ¨oprimir en sus brazos, alternativamente, a todas esas bonitas mujeres y hasta hacerles declaraciones sin que se ofendan en lo más mínimo; a lo más, dirán ingenuamente: ¡tiene dueño…!¨ (Gesualdo, Vicente: Historia de la música en la Argentina, Buenos Aires, Beta, 1961). Pero al margen del candor de los salones, el país se debatía en luchas políticas tendientes a la organización de la República. Hecho que se reflejaba en expresiones musicales como la Canción Federal (1843) que compuso Esnaola con texto de Bernardo de Irigoyen: Guerra, guerra/ al rebelde de Oriente… Amigo de Juan Manuel de Rosas y de la hija de éste, Manuelita, Juan Pedro Esnaola transitó durante sus casi setenta años de vida sin que los embates políticos le hicieran mella. Seguramente lo marcó la impronta de su tío y padrino, el presbítero José Antonio Picasarri, férreo defensor de la monarquía española, que llegó al exceso de ponerse a la orden de su Majestad para terminar con los levantamientos independentistas de las colonias del nuevo mundo. Esto afectó a Esnaola, dado que al estar bajo la tutela de su tío, sufrió igual suerte que éste: primero la confinación a la Guardia de San Miguel del Monte (1812) y luego la expulsión de la Argentina (1818). Exiliados en Europa y frente a la dura realidad de una España que, luego de la invasión napoleónica, se hallaba envuelta en el desorden político, Picasarri debió resignarse y enfrentar la derrota definitiva de sus ideales. Sin más que hacer en este sentido, quien había dirigido la actividad musical de la Catedral de Buenos Aires y ejercido la enseñanza de esta disciplina entre los seminaristas, se abocó a la formación de su sobrino. Juan Pedro Esnaola había iniciado sus estudios musicales de pequeño junto a José Antonio Picasarri. Durante el exilio se perfeccionó en el Conservatorio de París y, en forma particular, en las ciudades de Madrid, Viena y Nápoles. Por esa época el joven prodigio ya había compuesto una Colección de piezas de diversas proporciones para piano (Madrid, 1822). Gracias a la amnistía impartida a los opositores de la revolución por el gobierno de Martín Rodríguez, la familia Esnaola-Picasarri pudo regresar a la Argentina el 29 de junio de 1822. En el transcurso de ese mismo año el presbítero tomó la iniciativa de fundar junto a su sobrino la Escuela de Música y Canto, reconocida por el ministro de gobierno Rivadavia, quien les cedió las salas altas del edificio consular y becas para los alumnos. A partir de ese momento Esnaola no dejó de estar ligado a la enseñanza, ya sea a través de clases particulares (entre sus alumnos figuraba Manuelita Rosas) o de instituciones públicas (Jefe del Departamento de Escuelas nombrado por Sarmiento, en 1858; Presidente de la Escuela de Música de la Provincia, fundada en 1875). Sus dotes de instrumentista unidas a su formación europea le permitieron descollar con facilidad, interviniendo en memorables conciertos junto a celebridades como el violinista Massoni y el pianista Thalberg (concierto a cuatro manos, 1855). Sin embargo, Esnaola era un intérprete de salón, que se negaba rotundamente a subir a los escenarios de los teatros porteños. Como creador, su prolífera labor estuvo destinada a la música litúrgica, los conjuntos orquestales, las canciones y las piezas de salón. Su principal mérito radicó en que, sin escapar del influjo rossiniano imperante, imprimió en sus partituras características locales que constituyen un verdadero antecedente del nacionalismo musical argentino. Uno de los ejemplos más claros lo encontramos en su Minué Federal o Montonero (1845), en el que recreó la especie criolla derivada de la danza europea: un tiempo lento y uno vivo que se alternaba en forma sucesiva para sustentar a la coreografía. Pero la producción de Esnaola, propia de un gran técnico, cobró mayor envergadura que la de sus pares de la época. El virtuosismo requerido por parte del ejecutante, las dimensiones de sus dos secciones y las variantes que introdujo en cada una de las repeticiones (A B A´B´A¨B¨A¨´), la alejaban de sus orígenes de danza y la convertían en una verdadera página de concierto. En las canciones su vocación por reflejar los acontecimientos sociales y políticos del entorno, resultó más evidente a causa de los textos. Recordemos su Himno de Marzo (ca. 1843) dedicado a Juan Manuel de Rosas: Guarde Dios la vida/ Del Restaurador/ La Patria le debe/ Brillo y esplendor… O la Canción (1849) para Manuelita en su cumpleaños: En el prado de Palermo/ hay esbelta y olorosa/ entre nardos una rosa/ que es de carmín su color; / de su cáliz purpurino/ que al que se acerca consuela/ se ve salir a Manuela/ simbolizando el candor/ Coro: Cantad argentinos/ el día dichoso/ natal venturoso/ de un ángel de luz… Aún después de Caseros, su vigencia se mantuvo incólume hasta el punto de merecer la responsabilidad de normalizar la versión oficial del Himno Nacional de Parera. Esta tarea le fue encomendada en 1859 por Francisco Faramiñán, con el fin de uniformar las ejecuciones realizadas por las distintas bandas militares y poner límite a las Grandes Variaciones que, de acuerdo al gusto generalizado, realizaban los virtuosos nativos y extranjeros. Con la muerte de Esnaola se cerró un capítulo de la historia musical del país. Según la Gaceta Musical, la del primero de nuestros compositores, el más renombrado de los músicos argentinos. Fuentes: Las citadas y musicaclasicaargentina.com.

Esquivel y Aldao, José Félix. (El Fraile Aldao) (Mendoza, 1785 – 1845). Ex fraile dominico y militar, llegó a ser general y caudillo federal indiscutido de la provincia de Mendoza. Su capacidad como militar y su crueldad llegaron a ser legendarias, y la biografía que escribió de él Domingo Faustino Sarmiento, en gran parte novelada, alimentó mucho su leyenda. Eficaz gobernante, hizo mucho por su provincia, pero fue también uno de los más crueles caudillos federales. Nació en Mendoza en octubre de 1785, hijo de un capitán de ejército procedente de la que hoy es la provincia de Santa Fe. Se educó en el colegio de los dominicos, y muy pronto ingresó en el Seminario, tomando el Orden Sagrado en 1806 y doctorándose en Santiago de Chile. De regreso a Mendoza, se incorporó al Ejército de los Andes junto con sus hermanos, para hacer la campaña a Chile como capellán de un regimiento. En el combate de Guardia Vieja tomó sorpresivamente las armas y luchó junto a los soldados, de modo que, por consejo del general Las Heras a San Martín, se incorporó al Ejército como teniente del Regimiento de Granaderos a Caballo. Su contextura fuerte, grande y enérgica, era más apropiada para el uniforme que para la sotana. Hizo toda la campaña de Chile, combatiendo en Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. En la campaña del Perú, fue elegido para dirigir operaciones de guerrillas en la Sierra: sublevó las poblaciones indígenas para quitar recursos a los realistas, apoyar al ejército patriota y hacer operaciones menores, con cientos de pequeñas batallas. Los realistas recurrieron al terror para enfrentarlo, y Aldao también respondió con una gran crueldad. Logró en esa guerra su ascenso a teniente coronel. Regresó a la provincia de Mendoza en 1824, y se dedicó a la producción de vinos; gradualmente se haría adicto a la bebida. En julio de 1825, una revolución dirigida por religiosos católicos depuso al gobernador sanjuanino Salvador María del Carril, que estaba llevando adelante una reforma religiosa, copiada de la de Bernardino Rivadavia. Del Carril huyó hacia Mendoza para pedir ayuda, que consistió en un pequeño ejército al mando del coronel José Aldao y sus hermanos Francisco y José Félix. Fácilmente vencieron a los rebeldes, regresando al poder a uno de los más notables jefes civiles unitarios. Se unió al ejército provincial como comandante de la frontera sur, con sedes alternativas en San Carlos y San Rafael, ganando gran prestigio entre los soldados, los paisanos pobres y los hacendados. Logró un importante éxito contra los indígenas pehuenches que habitaban el actual sur de la provincia de Mendoza en octubre de 1828. En 1829 estalló la guerra civil, comenzando por Buenos Aires y Córdoba, donde el general unitario José María Paz derrocó a Juan Bautista Bustos, federal. El caudillo riojano Juan Facundo Quiroga pidió ayuda para reponer a Bustos, y el gobernador mendocino le envió un ejército al mando del fraile Aldao. Fueron derrotados en La Tablada, en la que el jefe mendocino resultó herido; mientras estaba en San Luis le llegó la noticia de que los unitarios — dirigidos por Juan Agustín Moyano — habían derrocado al gobernador y arrestado a sus hermanos. Regresó rápidamente a Mendoza, donde firmó un tratado de paz con el gobernador, general Rudecindo Alvarado. Pero Moyano se negó a aceptar el tratado y enfrentó a Aldao en la batalla de Pilar, el 22 de septiembre de 1829. Al comenzar la batalla, los oficiales unitarios ejecutaron a Francisco Aldao, enviado por el general a pactar la paz. La victoria quedó del lado de José Félix Aldao, pero al enterarse de la muerte de su hermano, mandó fusilar a casi todos los oficiales rendidos. Entre ellos murió Francisco Laprida, el que había sido presidente del Congreso de Tucumán, el día de la jura de la Independencia argentina; también Moyano fue fusilado. Después de la victoria, tomó en sus manos todo el poder militar y político de su provincia y se dio a sí mismo el grado de general. Usó ese poder en una forma muy violenta, incluyendo contribuciones forzosas, azotes y penas de muerte a los unitarios. Según Sarmiento, llegaba incluso a la castración de sus adversarios. Organizó un nuevo ejército, con el que acompañó nuevamente a Quiroga en su guerra contra los unitarios de Córdoba. Fueron derrotados por Paz en la batalla de Oncativo. Aldao fue tomado prisionero y llevado a Córdoba. Varios jefes unitarios pidieron la muerte de Aldao a Paz, pero éste lo mantuvo en prisión, mientras invadía las provincias que conservaban gobiernos federales, incluida Mendoza. Allí, el gobernador Corvalán y su hermano José fueron muertos por los indígenas entre quienes habían buscado refugio. Tras la captura de Paz, el general Lamadrid se lo llevó en su retirada hacia Tucumán, y luego lo deportó a Tarija, en Bolivia, poco antes de su derrota en La Ciudadela. A fines de 1832 regresó a Mendoza, donde se le dio el cargo de comandante general de la provincia. Hizo una campaña contra los indígenas del sur — pehuenches y ranqueles — y en 1833 hizo otra, combinada con la que había organizado en Buenos Aires el ex gobernador Juan Manuel de Rosas. Entre los jefes que acompañaron a Aldao, se contaron los futuros gobernadores de San Juan, Martín Yanzón y Nazario Benavídez. Su campaña comenzó como un éxito, llegando al Río Colorado y fijando el límite sur de su provincia en ese río. Pero su retirada fue desastrosa, acechado por la sed y el hambre. De todos modos, el sur de la provincia fue pacificado y se instalaron allí algunos ganaderos chilenos, que invernaban sus ganados en los valles de la cordillera de los Andes. Se transformó en el jefe de los federales del oeste del país, e impuso su autoridad sobre los gobiernos de las provincias vecinas, San Juan y San Luis. Después de la muerte de Quiroga, Aldao adoptó una postura de obsecuencia para con Rosas. Por esa época comenzó a presentar síntomas de locura, tal vez causada por la sífilis o por un tumor en la frente, que lentamente le fue tomando gran parte de su cabeza. Su gobierno fue uno de los más sangrientos de los ejercidos por caudillos federales. En 1839 comenzó una nueva guerra civil, pero no afectó a Mendoza hasta la invasión de Juan Lavalle a La Rioja, después de su derrota en Quebracho Herrado. En respuesta a una efímera revolución, se hizo elegir Gobernador de la Provincia de Mendoza a principios de 1841 e invadió La Rioja. Lavalle lo esquivó, pero el coronel Flores, segundo de Aldao, derrotó a Mariano Acha en el norte de La Rioja. Por su parte, Aldao derrotó al gobernador riojano Tomás Brizuela, que terminó muerto. Lamadrid atacó hacia el sur, enviando como vanguardia a los 600 hombres de Mariano Acha, que tomó la ciudad de San Juan. Aldao se unió con Benavídez y regresó rápidamente a San Juan. Pero justo a la salida del desierto lo esperaba Acha, que lo derrotó completamente en la batalla de Angaco, la más sangrienta de las guerras civiles argentinas, favorecido por la sed del ejército federal. Aldao regresó a Mendoza, mientras Benavídez recuperaba San Juan en la batalla de La Chacarilla. Acha fue tomado prisionero y enviado a Aldao, que se vengó de su derrota: hizo fusilar al general Acha y cortar su cabeza, colocándola en lo alto de un poste, a la vista de todos. Unas semanas más tarde, Lamadrid ocupó Mendoza, pero un ejército dirigido por Ángel Pacheco — en el que Aldao ejerció sólo como jefe de una parte de la caballería — lo derrotó en la batalla de Rodeo del Medio. La persecución que siguió a la batalla, dirigida por Aldado, causó centenares de muertos entre los derrotados. Allí terminó la guerra civil. El resto de su gobierno fue particularmente despótico: declaró dementes a todos los unitarios, nombrándoles tutores para que los cuidasen y apoderándose de todas sus pertenencias. En contraste, su gestión de gobierno impulsó el desarrollo de la provincia; en particular en el sur, donde favoreció obras de riego y el establecimiento de poblaciones en el desierto. Sufrió una atroz agonía durante su último año y medio de vida: en la frente, sobre uno de sus ojos, apareció un pequeño bulto, al cual inicialmente se le aplicaron remedios caseros que resultaron ineficaces. Cuando el tumor tenía ya casi dos centímetros y medio de diámetro, su médico personal, creyendo que se trataba de un quiste, le practicó una punción pero, en lugar de surgir el esperado humor acuoso, brotó sangre, lo cual convenció al facultativo de la malignidad del tumor. Por ello mandó llamar a la ciudad de Buenos Aires a quien era considerado el mejor médico de la Confederación Argentina en esos días: Miguel Rivera, hijo del orfebre llamado inca Rivera. Este médico tenía las mejores intenciones, tal cual se puede leer en la historia clínica del caso. Pero carecía de la capacidad necesaria para tratar enfermedades graves: no administró ningún atenuante del dolor y además de extirpaciones del tejido tumoral visible y cauterizaciones químicas sólo prescribía dietas mínimas que debilitaban aún más a Aldao. Más aún: sólo cuando Aldao estaba in extremis — a pocas semanas de la muerte — reconoció que se trataba de un cáncer. No obstante, aún si Rivera hubiera tratado la afección desde el principio como un cáncer, en esa época la ciencia era totalmente ineficaz. Así, el 19 de enero de 1845, Aldao delegó el mando en su ministro, el Dr. Celedonio de la Cuesta, y a los pocos días falleció. Fue enterrado — por expreso pedido testamentario — con su hábito completo de fraile dominico y también el uniforme de general, uno sobre otro. Fuente: Wikipedia.

Esteban (Dorantes u Orantes) o Estebanico. Nombre del esclavo de Andrés Dorante de Carranza, a quien acompañó junto con Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Alonso del Castillo Maldonado en la travesía del continente americano, como sobrevivientes de la desastrosa expedición del inepto Pánfilo de Narváez. Debido a que Estebanico es esclavo no tiene apellido, ni mayor historia. Aunque a efectos de identificación del vínculo se lo conozca como Esteban Dorantes. Es que los esclavos no tienen pasado ni menos futuro, que no sea el que sus amos determinen. Ni se les agradece nada de nada. Así es, por lo menos, en este caso. Según Cabeza de Vaca, Estebanico era un negro alárabe, natural de Azamor…, pueblo de Marruecos, llamado en realidad Azemmour, situado al norte de la desembocadura del río Oum Rbian; debe recordarse que el norte de África era una importante fuente de esclavos para los españoles que los necesitaban como sirvientes para refrendar su nivel social. Estebanico era cristiano, posiblemente analfabeto pues no pudo dejarle mensajes escritos a Fray Marcos de Niza, sólo cruces de distintos tamaños en señalización de su proximidad de las siete ciudades. La mayor fuente descriptiva sobre Estebanico proviene del realto de su muerte a cargo de Hernando de Alarcón, quien transcribe lo que un indio del río Colorado, probablemente yuma, le contó. En suma, este esclavo negro fue clave para el peregrinar en el cruce del continente, junto a su amo y amigos, por la facilidad que tuvo en establecer buenas relaciones con los indígenas, por las curaciones que hacía y por su incansable obediencia. Así deja constancia Alvar Núñez, de que era Estebanico quien siempre hablaba a los indios, se informaba de los caminos por los cuales querían ir y de los pueblos que encontrarían en el trayecto. Sin embargo, el esclavo fiel no mereció recompensa ninguna cuando el grupo se puso a salvo en ciudad de México. Si suponer siquiera la liberación de Estebanico, el codicioso Andrés Dorantes lo obsequió al virrey Antonio de Mendoza, tratando de obtener su favor y evitar que se le enviase nuevamente a las tierras de las que procedía. El virrey Mendoza, ávido de noticias de las grandes riquezas que se decía existían en el norte, envió al marroquí como guía de la expedición que encargó a Fray Marcos de Niza, en el convencimiento de que el negro conocía el camino hacia las siete ciudades. Por supuesto que Estebanico no conocía tal derrotero, pues todo parece indicar que Cabeza de Vaca y sus compañeros cruzaron la Sierra Madre mucho más al sur del territorio Zuñi, a la altura del actual Bavispe. Pero los indios que guiaban a Estebanico sí que conocían el camino a Zuñi. La urgencia manifestada por el Virrey Mendoza, se explicaba en consideración a que Hernán Cortés había organizado una expedición marítima paralela al mando de Francisco de Ulloa, que tenía por fin, entre otros, recabar noticias sobre las siete ciudades. El historiador Baltasar de Obregón sostuvo –sobre la posible venta de Estebanico al virrey Mendoza- que Andrés Dorantes de Carranza no se lo quiso dar por precio de quinientos pesos, que se lo envió por él por tercera persona en una fuente de plata y sirvió con él sin precio al Virrey en nombre de su majestad por el bien pro y utilidad que de darlo se conseguía a las almas de los naturales de aquellas provincias… La versión del virrey era diferentes, de estarse a lo que relataba el propio Mendoza al Emperador Carlos V: Compré a Dorantes para este efecto un negro que vino de allá y se halló con ellos en todo, que se llama Esteban, por ser persona de razón… Es que Mendoza no podía confesarle al Rey que recibía regalos de los súbditos de su majestad, pues de seguro Carlos V querría su parte. También se apresuró el virrey a señalar que el negro era de razón, es decir que era cristiano. A pesar de tan claros documentos, Rafael Valdez Aguilar sostuvo que Estebanico, el negro moro, no quiso regresar a España con los demás y se ofreció al Virrey para servir como explorador. No cita ninguna fuente contemporánea para tal aserto. Supóngase al esclavo, decidiendo por su cuenta abandonar a su amo Dorantes y ofrecerse al Virrey como explorador; por supuesto que son estos asertos, o bien fantasías, o bien patrañas. Fray Marcos de Niza ha narrado que Estebanico murió asaeteado por los indios en oscuros acontecimientos. No ha faltado quien diga que murió como un San Sebastián, alimentando el así el mito que desarrollara Álvar Núñez sobre el apoyo divino que recibían él y sus compañeros. El hijo de Andrés Dorantes sostuvo tal versión. En efecto, Baltasar Dorantes de Carranza escribió sin inmutarse: Estebanico, moro alárabe de Azamor,esclavo del dicho mi padre, como consta de lo probado, el cual murió después cuando fue con fray Marcos de Niza asaeteado como un Sebastián en servicio de su majestad, que se le dio mi padre al Ilmo virrey don Antonio de Mendoza para que fuese por guía de los frailes, y los indios, como gente de poca fe y constancia, como le vieron con gente nueva, tuviéronle por espía sospechoso y matáronle… Interesante constatar que también el hijo de Dorantes sostuvo que su padre regaló el esclavo Estebanico al virrey Mendoza. Tal situación ha servido para especulaciones de si era verdad que murió en tales circunstancias, o si era un invento de Niza. Le parece a Montané Martí –autor que seguimos- que Fray Marcos se cuidaría muy bien de mentirle al virrey sobre el destino de su esclavo, que por lo demás se consideraba muy valioso por la información que se suponía poseía de esas tierras que encerraban los tesoros que Mendoza anhelaba. El destacado geógrafo Carl O Sauer cita un documento que resume diversas informaciones, pero que no señala las fuentes exactas de origen. Razón por la cual no se conocen a ciencia cierta los fundamentos sobre el supuesto de que Estebanico se hubiese quedado entre los indios mayos sin acompañar a Niza. Sauer advierte que el documento no es creíble y que sólo tiene por fin explicar la presencia de mestizaje con negros entre los mayos. Ese texto en cuestión dice: Estevanico llegado al Río de Mauyo preciso de la belleza y hermosura de las Yndias Mayos, sescondio o quedo allí, casose después con cuatro o cinco mugeres al uso de la tierra, tuvo sucesión, y el año de 22 vivio un hijo suio llamavase Aboray muy mulato adulto seco y mal encarado, fue capitan o cacique de una parcialidad de Tesia pueblo de aquel rio. Algo desto insinua tambien Ruiz y dice queste negro avia quedado atrás… Más cerca de nosotros Helen R Parish escribió una novela sobre Estebanico, el negro más famoso del dueste de los Estados Unidos de Norteamérica. En este caso quedaron justificadas por el género las copiosas fantasías. Melchior Díaz en carta al virrey Mendoza dejó constancia de la muerte de Estebanico en el siguiente relato que le hizo con base en las informaciones que le dieron los indios que fueron con Estebanico y Fray Marcos de Niza: La muerte de Esteban el Negro, pasó de la manera que el padre Fray Marco lo contaría a V.S. y por eso no lo refiero aquí, mas de que los de Civola enviaron á decir á los deste pueblo y su comarca que si algunos christianos viniesen que no los tuviesen en nada y que los matasen, porque eran mortales y quellos lo sabían, pues tenían los huesos del que habia ido allá, y que si ellos no se atreviesen, que se lo enviasen á decir, por quellos vernían á hacello; bien creo que ha pasado esto así, y que han conversado estos con ellos, según la tibieza con que nos rescibieron y el ruin rostro que nos han mostrado… Fuente: Julio César Montané Martí en http://www.sonoramagica.com.

Esquiú, Mamerto de la Ascensión. Nació en Piedra Blanca, Catamarca, en 1826 y falleció en su provincia, aunque en El Suncho, en 1883. Fraile franciscano y obispo argentino del siglo XIX, que se hizo conocido por su encendida defensa de la Constitución Argentina de 1853. Desde los cinco años comenzó a usar, por intermedio de su madre, el hábito franciscano que no lo abandonó en toda su vida, como promesa de su delicado estado de salud. Ingresó al noviciado del convento franciscano catamarqueño el 31 de mayo de 1836, y al cumplir 17 años se ordenó sacerdote, celebrando su primera misa el 15 de mayo de 1849. Desde joven dictó cátedra de filosofía y teología en la escuela del convento; también se dedicó fervientemente a la educación siendo maestro de niños, a lo cual dedicó mucho entusiasmo, además de fervorosas homilías. Desde 1850 dictó cátedra de filosofía en el colegio secundario fundado por el gobernador Manuel Navarro. Después de la batalla de Caseros, en que fue derrotado el régimen de Juan Manuel de Rosas, la provincia de Catamarca recibió con alegría la noticia de que se iba a dictar una Constitución. Pero en la Asamblea Constituyente reunida en Santa Fe triunfó la postura liberal sobre la tradicional, restrictiva de la libertad de cultos, sostenida por el padre Pedro Alejandrino Zenteno, diputado por Catamarca. Derrotado, Zenteno regresó a Catamarca dispuesto a hacer lo posible para evitar que la Constitución fuera aprobada por su provincia, apoyado por la población cuya postura religiosa era conocida. El gobernador Pedro José Segura apoyó la posición de Zenteno, y una mayoría de la Legislatura se preparó a rechazar la Constitución, al menos en lo concerniente a la libertad de cultos. Para ello, preparó una manifestación que disolvería la reunión obligatoria de la población para la jura de la Constitución, la cual se celebraría el 9 de julio de 1853. Convencido de la posición antiliberal de Esquiú, Segura le encargó un sermón patriótico en ese sentido. Sorprendentemente, éste pronunció su discurso más conocido, favorable a la jura de la Constitución, conocido como Sermón de la Constitución: recordó la historia de desuniones y de guerras civiles argentinas, y se felicitó por la sanción de una Constitución que traería nuevamente la paz interna. Pero para que esa paz durara, era necesario que el texto de la Constitución quedara fijo e inmutable por un largo tiempo, que no fuera discutida por cada ciudadano, que no se le hiciera oposición por causas menores, y que el pueblo argentino se sometiera al poder de la ley: “Obedeced, señores, sin sumisión no hay ley; sin ley no hay patria, no hay verdadera libertad, existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra…” No pudo terminar la frase, porque el auditorio lo apabulló con un cerrado aplauso. La primera resistencia a la Constitución en el interior había sido vencida, y Catamarca juró la Constitución hasta el último de sus funcionarios y personajes notables. Su sermón alcanzó trascendencia nacional y fue copiado en la prensa de todas las provincias; la resistencia que se le podía haber hecho a la Constitución en otras provincias quedó vencida por la elocuencia de un fraile desconocido de una provincia pequeña. El texto del sermón patriótico fue impreso y difundido por el país por decreto del presidente Justo José de Urquiza. Hasta en Buenos Aires, que había rechazado el Acuerdo de San Nicolás y la Constitución, su sermón tuvo un eco inesperado, aunque de todos modos se sancionó una constitución provincial que de hecho separaba al Estado de Buenos Aires del resto del país. Abandonó toda acción política y se trasladó al convento franciscano de Tarija, en Bolivia. Estaba duramente desengañado de la situación política, ya que la rebelión contra las leyes había triunfado y la guerra civil se había encendido otra vez. Residió cinco años en Tarija, y fue llamado por el arzobispo de Sucre para ser su colaborador en esa ciudad, donde residió otros cinco años. Publicó un periódico dirigido a resistir las presiones de los intelectuales anticlericales, El Cruzado. En 1872, estando en Sucre, recibió el nombramiento para el arzobispado de Buenos Aires, firmado por el presidente Sarmiento y el ministro Avellaneda. Pero no aceptó, porque pensaba que un arzobispo no podía ser tildado de opositor del presidente, que había sido uno de los promotores de la caída de la Confederación. Éste se sintió insultado por el fraile, pero Avellaneda lo admiraba y consiguió acallar las protestas del presidente. Como temía que el gobierno insistiera, se alejó más aún, para residir en Perú y después en Guayaquil. En 1876 hizo un viaje a Roma y Jerusalén, que lo convenció aún más de dedicar su vida a la pastoral eclesiástica, alejándose de la política. Tuvo el honor de predicar a miles de fieles frente al Santo Sepulcro, la noche del Viernes Santo de 1877. En Tierra Santa se encontró con el superior general de la orden franciscana, que le encomendó reorganizar la orden en la Argentina. Como consecuencia, regresó a Catamarca a fines de 1878, después de 16 años de ausencia. A poco de llegar, integró la convención reformadora de la Constitución Nacional, para la que preparó un largo memorial, que nunca fue discutido ni tenido en cuenta. A fines de 1878 fue nombrado candidato a obispo de Córdoba por el presidente Avellaneda. Renunció al cargo, pero a los pocos días le llegó la orden del papa León XIII de aceptar la candidatura. Su respuesta fue: “Si lo quiere el Papa, Dios lo quiere.” Se trasladó a Buenos Aires por primera vez en su vida, para recibir la ordenación episcopal, en 1880. El presidente Roca aprovechó para invitarlo a predicar en el Tedeum con que se celebraba la federalización de Buenos Aires. En su discurso, más político y menos filosófico que la mayoría de los que había pronunciado hasta entonces, acusó a la ciudad de haber causado las matanzas de la época de Rosas, y posteriormente la desunión del país. Para decepción de Roca y Avellaneda, no tuvo ninguna palabra de agradecimiento para sus gestiones. Fue consagrado obispo de Córdoba el día 12 de diciembre de 1880, y tomó posesión de su sede episcopal el día 16 de enero del año siguiente. Llevó una vida austera, e hizo todo lo posible para reordenar la administración diocesana, poner nuevamente en acción la pastoral eclesiástica, y hacer sentir a todos tratados por un padre; un padre humilde y austero, además, que recorrió casi todos las ciudades y pueblos de la diócesis. En lo externo a la administración de la Iglesia diocesana, defendió las tradicionales prerrogativas de la Iglesia y se opuso en lo que pudo al matrimonio civil, al Registro Civil, la secularización de los cementerios y la laicización de la enseñanza. También tuvo problemas con la Universidad, ya que ésta no le permitía controlar la designación de los profesores de Teología. Había estado en La Rioja y volvía a su sede episcopal de Córdoba en no muy buen estado. Sin embargo estaba contento, en cada lugar que se detenía repartía rosarios, estampas y medallas, confirmaba y daba consejos, mientras por otra parte repartía todo lo que el gobernador le había regalado: comida, vajillas, toallas y cepillos. En su estadía en la Rioja había realizado múltiples actividades de su rango episcopal y había administrado los sacramentos a numerosas personas. El 8 de enero de 1883 emprendió viaje a Córdoba. Viajaba en galera, acompañado de su secretario. Al día siguiente su salud volvió a empeorar. Tenía mucha sed, se sentía indigestado y le pesaba la cabeza. Decía tener sueño y no poder dormir. No obstante, confirmó a numerosas personas en cuanto lugar se detenía la galera. En Medanitos hicieron un alto y no pudo comer. Un viajero le dio un remedio homeopático que le calmó la sed. A la noche le improvisaron una cama con un cuero en medio del campo y, con un techo de mantas le protegían del rocío. El martes 10 amaneció mejor. Desayunó, tomó el remedio del homeópata y continuaron el viaje. El malestar volvió en seguida y Esquiú sentía otra vez mucha sed. Llegaron a la Posta de Pozo del Suncho, en el departamento La Paz. El obispo desde su asiento impartió la bendición a los pobladores, pero no pudo bajar. Esquiú ya casi no hablaba y no podía casi moverse. Sufrió dos descomposturas y tuvo que ser llevado por varias personas hasta una cama donde se desvaneció. Se le practicaron diversas curaciones sin resultados. A las tres de la tarde murió. Su cadáver fue trasladado en la misma mensajería hasta Recreo, donde unos kilómetros antes de llegar le esperaba el pueblo con faroles y antorchas para acompañar al obispo hasta la población, en un cortejo fúnebre al paso de la galera. Fue recibido en la estación Avellaneda, unos 100 km antes de Córdoba, entre Deán Funes y Jesús María, por el clero de aquella provincia que le había procurado un lujoso féretro, pero Esquiú no cabía. Su cuerpo se había hinchado y ya comenzaba a descomponerse. Debió ser sepultado en una capilla cercana. Al día siguiente, por orden de las autoridades nacionales, su cuerpo fue retirado de ese lugar rumbo a la Ciudad de Córdoba, previa autopsia de sus entrañas pues se temía pudiera haber sido envenenado. Mientras sus restos mortales descansan en la catedral de Córdoba, el corazón “incorrupto” del religioso fue depositado en el convento franciscano de Catamarca. Fue sustraído en dos oportunidades. La primera vez el día 30 de octubre de 1990. Ese mismo día, en horas de la tarde, se descubrió que el corazón de Esquiú había sido sustraído y una semana después, el 7 de noviembre, fue encontrado en el techo del convento. Hasta hoy, la Justicia desconoce quien lo sustrajo en aquella oportunidad. El segundo hurto fue realizado por un joven llamado Gemian Jasani el 22 de enero de 2008 y aún sigue sin encontrarse. Fue declarado Siervo de Dios en 2005 y Venerable en 2006 y su causa de beatificación se encuentra iniciada. Fuente: Editorial San Pablo, Wikipedia y otras.

Estopiñán Cabeza de Vaca, Pedro. Aunque se carece de mayor información, se sabe que Pedro Estopiñán Cabeza de Vaca, primo del segundo Adelantado, era hijo del conquistador de Melilla -Francisco de Estopiñán, y a su tiempo cuñado de Francisco de Vera. Fue este capitán de la conquista quien, comisionado para llegar por agua hasta la abandonado primera Buenos Aires, encontró la carta que dejase Martínez de Irala explicando la migración de los españoles hacia la ciudad de Asunción. Se sabe que fundó un nuevo puerto, aunque en la margen opuesta, muy próximo a la desembocadura del río San Juan, la cual no prosperó y fue destruida debido a la imposibilidad de amasar adobe por la época del año y las constantes lluvias. Fuentes: varias.

Falcone, Giovanni. Giovanni Falcone (Palermo, Italia, 18 de mayo de 1939) fue un juez italiano asesinado por los miembros de la mafia Giovanni Brusca y Nino Gioé, el 23 de mayo de 1992, cuando estallaron mil kilogramos de explosivos colocados bajo la autopista que une el aeropuerto de Palermo, que hoy lleva su nombre, con la capital. Murieron él, su esposa Francesca Morvillo y los escoltas Rocco Di Cillo, Vito Schifani y Antonio Montinaro. El juez español Baltasar Garzón ha dicho de él: Desde siempre he tenido a Falcone como un gran profesional y como modelo. Y su muerte le recuerda a la de su compañera Carmen Tagle. A Falcone le gustaba repetir las palabras de J F Kennedy: Un hombre debe hacer aquello que su deber le dicta, cualesquiera sean las consecuencias personales, cualesquiera sean los obstáculos, el peligro o la presión. Ésta es la base de toda la moralidad humana. Después del concurso para ingresar a la magistratura, en 1964, fue juez de paz en Lentini para transferirse rápidamente como procurador sustituto a Trapani, donde permaneció por cerca de doce años. En Palermo, al día siguiente del trágico atentado al juez Césare Terranova (25 de setiembre de 1979), comenzó a trabajar en el Despacho de Instrucción. Trabajó a la par de Rocco Chinnici hasta el asesinato por la mafia de este último, el 29 de julio de 1983. En las elecciones de los miembros del Consejo Superior de la Magistratura de 1990, Falcone fue candidato por las listas Movimiento por la Justicia y Propuesta 88, coaligadas en dicha circunstancia. Fuente: Wikipedia.

Falkner, Thomas ó Falconer, Tomás. Sacerdote jesuita, naturalista, etnólogo y geógrafo, nacido el 6 de octubre de 1702 y muerto el 30 de enero de 1784. Fue uno de los primeros en sus especialidades que actuó en territorio de nuestro país, donde permaneció durante unos cuarenta años. Sirvió como misionero, pero realizó numerosas exploraciones y acopió gran cantidad de información sobre los indígenas, la fauna, la flora y los accidentes naturales del territorio. Había nacido en Manchester (Gran Bretaña), en un hogar calvinista. Estudió medicina en la Universidad de San Andrés de Edimburgo, donde fue alumno del prestigioso anatomista Richard Mead y, según algunas fuentes, del mismísimo Isaac Newton. Al concluir sus estudios, la Royal Society de Londres lo comisionó para que pasara al Río de la Plata y estudiara las propiedades medicinales de las plantas americanas. Gracias a la amistad con un capellán, se empleó como médico de a bordo de un barco dedicado al tráfico de esclavos y así, tras pasar por Guinea, llegó a Buenos Aires, alrededor de 1730. Entonces la ciudad, dependiente del Virreinato del Perú, albergaba unas diez mil almas. Poco después, en ocasión de caer gravemente enfermo, Falkner trabó relación con un sacerdote jesuita que lo socorrió y que, con el tiempo, logró hacerle abjurar del calvinismo. Dos años después ingresó en la Compañía de Jesús y tomó sus primeros votos en Córdoba, entonces sede del noviciado de la Provincia Jesuítica del Paraguay. Estudió Lógica, Filosofía y Teología. En 1738 hizo renuncia de sus bienes, y al año siguiente se ordenó sacerdote. Más tarde y durante tres años se preparó como misionero. Durante su estadía en Córdoba ejerció la medicina, ganando reconocimiento e instalando la primera botica (farmacia) de esa ciudad. Debido a su prédica, la Universidad de Córdoba introdujo cambios en los programas de los cursos de filosofía y ciencias. Después recorrió distintas regiones como médico y misionero. Entre 1740 y 1744 se desempeñó en Santiago del Estero y Tucumán. Después, entre 1744 y 1747, se lo destinó junto al Padre Cardiel, para fundar reducciones indígenas en la provincia de Buenos Aires. La fundación de Nuestra Señora del Pilar, en la actual Sierra de los Padres, contaba con el apoyo del cacique local, pero debió ser abandonada cuando los pampas se levantaron contra Buenos Aires. En 1751 pasó a San Miguel de Carcarañá, en Santa Fe, donde Falkner encontró restos fósiles de un gliptodonte, que estudió y describió. Este fue el primer hallazgo paleontológico registrado en Argentina. En 1754 volvió a Córdoba, enseñando matemática en la Universidad hasta 1767, debiéndose a él la fundación de la cátedra respectiva. Fuera del claustro tuvo vasta actuación como médico y botánico. En esa ciudad mediterránea lo sorprendió la expulsión de los jesuitas. En junio de 1767 fue apresado y enviado al destierro, junto con otros cuarenta miembros de su orden, en aplicación de un decreto del Conde de Aranda, ministro de Carlos III de España. Fue enviado a Cádiz, de donde pasó a Italia, y finalmente a Inglaterra. En su tierra se incorporó a la Provincia inglesa de la Compañía, prestando servicios de capellán en varias casas de la nobleza. Allí, en 1774, a los 72 años, dio a conocer su obra Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur, de carácter etnográfico, que escribió en gran medida basado en su memoria. Incluyó en el volumen un mapa, que actualizaba el conocimiento geográfico de la época, conteniendo indicaciones claras y precisas sobre las ventajas de ocupar las tierras patagónicas. La publicación despertó ansias de dominio de algunos gobiernos de Europa, o tal vez las pretensiones fueron imaginadas por los españoles vistas las notables certezas del cura inglés. Lo concreto es que a partir de la publicación del mapa, se dispuso la fundación de una ciudadela militar y portuaria en el ingreso a la Patagonia, proyecto que se cumplió con el establecimiento del fuerte de Nuestra Señora del Carmen de Patagones en 1779. Furlong presentó en 1778 otra obra: Acerca de los Patagones, que fue traducida por el padre Guillermo Furlong y publicada en Argentina recién en 1956. A la muerte del padre Falkner, quedaron inconclusas e inéditas sus obras Observaciones botánicas y de mineralogía de productos americanos y Tratado de enfermedades europeas curadas con drogas americanas. Fuentes: Academia Nacional de la Historia, Calfucurá. La conquista de las pampas y varias.

Feijoo y Montenegro, Benito Jerónimo. Ensayista y polígrafo español (1676-1764), nació en el seno de una familia hidalga del muy antiguo linaje de Feijoo en el pazo de Casdemiro, parroquia de Santa María de Melias. Cursó sus estudios primarios en el Real Colegio de San Esteban de Rivas de Sil, ingresando en 1690 en la Orden Benedictina, renunciando entonces a los derecho que le correspondían al mayorazgo de su casa. Estudió en Salamanca y ganó por oposición una cátedra de Teología en la Universidad de Oviedo, en donde residió desde 1709 hasta el fin de sus días, si bien se había ordenado sacerdote en el monasterio de San Juan de Samos (Lugo). Desde muy joven perteneció a la orden de San Benito de Nursia o benedictina y había dado clases en Galicia, en León y en Salamanca. Feijoo es considereado el primer ensayista de la literatura española y uno de los más famosos miembros (junto con Mayans) de la que es considerada La Primera Ilustración Española (desde 1737 hasta poco después de la muerte de Fernando VI), tras una primera etapa de pre-ilustración representada por los novatores, un grupo constituido fundamentalmente por médicos y cuyas obras se reimprimieron sin pausa a lo largo de todo el siglo XVIII. Hasta 1725, Feijoo no comenzó a publicar sus obras, casi todas ellas colecciones de opúsculos polémicos que llamó discursos (de discurrir, esto es, disertar libremente), verdaderos ensayos si la libertad de su pensamiento hubiera sido absoluta. Su obra en este género está integrada, por uina parte, por los ocho volúmenes (118 discursos) más uno adicional (suplemento) de su Teatro Crítico Universal, publicados entre 1726 y 1739 (el título teatro ha de entenderse con la acepción, hoy olvidada, de panorama o visión general de conjunto), y por otra, por los cinco de las Cartas eruditas y curiosas (166 ensayos, más cortos), publicados entre 1742 y 1760. A estas obras hay que agregar también un tomo extra de Adiciones que fue publicado en 1783 y su copiosa correspondencia privada, que continúa inédita hasta el día de hoy. Feijoo es un hombre versado en letras, pero que parece citar muchas veces de segunda mano. Por otro lado, algunos de sus discursos, como el del Anfibio de Liérganes, son una muestra palpable de los límites de su pensamiento y su capacidad intelectual; en él admite como verosímil la existencia de un ser mitad hombre y mitad pez. Los temas sobre los que versan estas disertaciones son muy diversos, pero todos se hallan presididos por el vigoroso afán patriótico de acabar con toda superstición y su empeño en divulgar toda suerte de novedades científicas para erradicar lo que él llama errores comunes, lo que hizo con toda dureza y determinación, como Christian Thomasius en Alemania, o Thomas Browne en Inglaterra. Se denominaba a sí mismo ciudadano libre de la república de las letras, si bien sometía todos sus juicios a la ortodoxia católica, y poseía una incurable curiosidad, a la para que un estilo muy llano y atractivo, libre de los juegos de ingenio y las oscuridades postbarrocas, que abominaba, si bien se le deslizaban frecuentemente los galicismos. Se mantenía al tanto de todas las novedades europeas en ciencias experimentales y humanas, y las divulgaba en sus ensayos, pero rara vez se propuso teorizar reformas concretas en línea con su implítico progresismo. Sus obras encontraron la oposición y frecuentes impugnaciones de los frailes tomistas y escolásticos; Fernando VI, por real decreto de 1750, prohibió que se lo atacara. El padre Feijoo publicó asimismo otras obras menores: Apología del escepticismo médico (1725), Satisfacción al Escrupuloso (1727), Respuesta al discurso fisiológico-médico (1727), Ilustración apologética (1729), Suplemento del Teatro Crítico (1740) y Justa repulsa de inicuas acusaciones, como nota curiosa en el 4º tomo de sus Cartas Eruditas y Curiosas, la 20ª trata sobre el tratado de Augustin Calmet sobre vampiros. Se encuentra enterrado en la iglesia de Santa María de la Corte. Fuente: Wikipedia.

Fernández de la Cruz, Francisco. Nació en Buenos Aires en 1779 y murió en la misma ciudad en 1835. Se graduó de marino en la Academia de Náutica fundada por Manuel Belgrano, y cuyo primer director fuera Pedro Cerviño. Hizo varios viajes explorando los ríos navegables de la cuenca del Río de la Plata, aunque suspendió estas tareas para enrolarse en las milicias contra las invasiones inglesas. Participó en las conspiraciones previas a la Revolución de Mayo, y el 25 de mayo arrestó a Cisneros, ya que era jefe de la guardia en la Fortaleza de Buenos Aires. A principios de 1812 se incorporó al sitio de Montevideo, a las órdenes de José Rondeau, y participó en la batalla de Cerrito. En octubre de 1813 fue nombrado gobernador de Salta, cargo que ocupó por corto tiempo. En enero de 1814 se incorporó al Ejército del Norte como Jefe de Estado Mayor, es decir, segundo del general José de San Martín. Le tocó entregar el Ejército a su nuevo comandante, Rondeau, cuando éste asumió el mando. Al iniciarse la tercera campaña al Alto Perú, venció a los realistas en la zona del actual límite entre Argentina y Bolivia, en Puesto del Marqués. Después de la primera derrota importante, en Venta y Media, reemplazó a Martín Rodríguez como jefe de estado mayor. En ese cargo, peleó en Sipe Sipe y fue herido de bastante gravedad. Esa derrota significó la pérdida del Alto Perú para los rioplatenses. En mayo de 1816 fue ascendido al grado de general y quedó como Jefe del Estado Mayor del nuevo comandante, Manuel Belgrano. Participó del traslado del Ejército a Córdoba y de su uso para la guerra civil, desnaturalizando las razones para las que había sido creado. En setiembre de 1819, cuando se hallaban en Pilar, Belgrano renunció y Fernández de la Cruz debió tomar el mando. Se dirigió hacia el sudeste, intentando unirse a las fuerzas del Director Rondeau, para atacar unidos a los caudillos Estanislao López y Francisco Ramírez. Pero al llegar a la posta de Arequito, el 8 de enero de 1820, los coroneles Juan Bautista Bustos, Alejandro Heredia y José María Paz se sublevaron, desconociendo la autoridad de Cruz y de su gobierno. Se negaron a seguir la guerra civil y decidieron regresar al frente norte. Negoció con Bustos, que asumió el mando del movimiento, entregarle la mitad del armamento. Pero sorpresivamente inició la marcha hacia el sur con todo lo que tenía en su poder. Negociaron, pero De la Cruz se negó a toda concesión y terminó arrestado. El motín sirvió para provocar la caída del Directorio en Cepeda, pero no logró que el Ejército del Norte volviera al frente de guerra con los realistas. Bustos se quedó en Córdoba y se hizo elegir gobernador; las demás facciones de las fuerzas fueron usadas en guerras entre provincias. Cuando recuperó su libertad, De la Cruz se mudó a Mendoza. Allí luchó contra un grupo del Ejército de los Andes que se había rebelado y dominaba la provincia de San Juan. Más tarde fue gobernador de la provincia por delegación de Tomás Godoy Cruz. Cuando regresó a Buenos Aires en 1821 fue nombrado ministro de guerra de Martín Rodríguez y comandó la campaña contra Ramírez en Santa Fe, poco antes de la muerte del caudillo entrerriano. Siguió ejerciendo el ministerio durante el gobierno de Las Heras y luego pasó al Ministerio de Relaciones Exteriores del presidente Bernardino Rivadavia. Apoyó la revolución contra el gobernador Manuel Dorrego, y fue miembro del consejo consultivo de Juan Lavalle, con el que el gobernador usurpador reemplazó la legislatura. Huyó a Montevideo tras la derrota unitaria, pero regresó al poco tiempo, para permanecer en Buenos Aires hasta su muerte. Fuentes: La Argentina. Historia del país y de su gente; Calfucurá. La conquista de las pampas y otras varias.

Fernández de Oviedo, Gonzalo. Nacido en Madrid en 1478 y muerto en Valladolid en 1557, fue un escritor, cronista y colonizador español. De ascendencia noble de Asturias, entró desde muy joven a servir a un hijo del hermano bastardo de Fernando el Católico, llamado don Alonso de Aragón, segundo Duque de Villahermosa, cuya casa denominó La casa de Minerva y Marte, por unirse en ella el ejercicio de las armas con el cultivo de las letras del Humanismo hispano. Allí estuvo hasta los trece años, y más tarde fue nombrado mozo de cámara del Príncipe don Juan. Presención la rendición de Granada en 1492 y el regreso de Cristóbal Colón, tras su primer viaje, conociendo a los hijos del descubridor, que eran pajes del príncipe. La muerte del infante, en 1497, cambió el rumbo de su vida y abandonó la Corte para marchar a Italia. En 1498 estuvo en Milán al servicio de Ludovico Sforza ¨el Moro¨, y conoció a Leonardo da Vinci. En la Mantua del pintor Andrea Mantegna entró a servir a Juan de Borja o Borgia, a quien acompañó por diversas ciudades de Italia. En 1500 se desplazó a Roma, y de allí a Nápoles, donde pasó a servir en la corte de su rey, don Fadrique. Cruzó luego el Estrecho de Mesina, hacia Sicilia, y allí entabló amistad con Gonzalo Fernández de Córdoba, más conocido como El Gran Capitán, quien acababa de conquistar Tarento y había hecho prisionero al Duque de Calabria, a quien más tarde serviría en Madrid. En 1502, de regreso a España, residió en Madrid, su ciudad natal, y cuando Isabel la Católica murió, en 1504, entró de nuevo en la corte de Fernando el Católico. Sirvió por entonces al Duque de Calabria. En 1506 debió casarse con Margarita de Vergara, que murió pronto, y al año siguiente fue nombrado notario público y secretario del Consejo de la Santa Inquisición. Al año siguiente se casó nuevamente, en esta ocasión con Catalina Rivafecha, y trabajó hata 1511 como notario público en Madrid. En 1512 ejerción de secretario del Gran Capitán por poco tiempo. Viajó a las Indias en 1513 en la expedición a Panamá de Pedrarías Dávila, que había sido nombrado gobernador de Castilla del Oro, y ostentó la escribanía de minas e del crimen y el oficio de hierro de los esclavos e indios, cargos a los que añadió después el de veedor de las fundiciones de oro, teniente del gobernador Pedrarías, Gobernador de Cartagena de Indias y alcaide de la fortaleza de Santo Domingo. Tras una estancia de año y medio, volvió a la metrópoli, ñroduciéndose entonces (1519) un violento conflicto con el dominico fray Bartolomé de Las Casas, quien lo acusó en Barcelona de ser partícipe de las crueles tiranías que en Castilla del Oro se han hecho. Sus radicales diferencias con Las Casas parten de que el dominico consideraba a los indios como seres humanos, con los mismos derechos que los españoles. Fernández de Oviedo, como Ginés de Sepúlveda, los tenía por homúnculos, seres aquejados de defectos tan graves e irremediables que hacían imposible la convivencia con los castellanos o la conversión consciente a la fe cristiana. Lewis Hanke ha compilado los juicios que Fernández de Oviedo dedica a los indios en distintos capítulos de su Historia de las Indias, y que ayudan a comprender la adimadversión de Las Casas. Tales, por ejemplo: […]naturalmente vagos y viciosos, melancólicos, cobardes, y en general gentes embusteras y holgazanas […] Idólatras, libidinosos y sodomitas […] ¿Qué puede esperarse de gente cuyos cráneos son tan gruesos y duros que los españoles tienen que tener cuidado en la lucha de no golpearlos en la cabeza para que sus espadas no se emboten?. Tales opiniones eran compartidas por muchos conquistadores, e intentar convencer de ellas a las autoridades de la metrpópoli resultaba muy conveniente, pues la irracionalidad de los indios justificaba la continuidad y perpetuidad de la encomienda, la esclavización en guerra justa, y en última instancia las propias conquistas. Fernández de Oviedo volvió a realizar otros cuatro viajes a América, permaneciendo en ella un total de veintidós años, y fue nombrado Cronista de Indias en 1532. Al año siguiente aceptó el cargo de Alcaide de la fortaleza de Santo Domingo, y murió en Valladolid, después de más viajes ocasionales a la Península, en el año de 1557. Gonzalo Fernández de Oviedo nos refiere la historia de su perro Becerrillo, un can de la raza analo español, comparándolo en sus servicios a diez soldados; por ello, tenía su parte en los botines, y recibía una paga como la de un soldado. Tras su segunda estancia en América, publicó el Sumario de la Natural Historia de las Indias (1526), dedicada a Carlos I, como un adelanto del tratado que tengo copioso de todo ello, pues ya había empezado a redactar su obra más famosa, la Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano, que relata acontecimientos que van de 1492 a 1549. Su primera parte se imprimió en 1535; la impresión de la segunda parte en Valladolid quedó interrumplida por la muerte del autor en 1557, y sólo se editó completa entre 1851 y 1885 en cuatro volpúmenes al cuidado de José Amador de los Ríos, y encargados de la Academia de la Historia. Fuente: Wikipedia.

Fernández Pareja, Joaquín. Marino español que llegó al Río de la Plata y luchó contra los ingleses de quienes fue prisionero en Montevideo. Se fugó para ponerse a las órdenes de Liniers. Pareja era capitán de infantería, alférez de fragata y agrimensor, pero conocía el sur de la provincia de Buenos Aires sólo por referencias. Por ello su participación en el intento de fundación de Pueblo Belgrano no fue del todo feliz, aún cuando un falso río fuera bautizado con su nombre. Fuente: Varias.

Ferrer, Jaume. (Mallorca, siglo XV) Navegante mallorquín, que se ha identificado documentalmente con el ciudadano de Mallorca del mismo nombre, que en 1343 llegó con un barco al puerto de Brujas. Su relevancia radica en la representación iconográfica en el Atlas Catalán de 1375, y en otros posteriores, de un barco con una bandera y varias figuras humanas pintado al sur de las Islas Canarias con la siguiente leyenda: Partió… para ir al Río de Oro el día de San Lorenzo (…) 10 de agosto del año 1346. Esta inscripción no informa éxito ni fracaso de su expedición. En todo caso, indicaría que en ese año los barcos europeos ya habían alcanzado el Cabo Bojador, ya que el Río de Oro corre sobre tierras que se encuentran al sur (Sahara Occidental). Fuente: Wikipedia.

Figueroa Alcorta, José. (Córdoba, 20 de noviembre de 1860/ Idem, 27 de diciembre de 1931). Abogado y político, que ejerció la Presidencia de la República entre el 12 de marzo de 1906 y el 12 de octubre de 1910. Hijo de José Figueroa y de Teodosia Alcorta, fue tomado como rehén durante la revolución radical de 1905. Asumió la primera magistratura en 1906, ante el fallecimiento de Manuel Quintana, de quien era vicepresidente. Tuvo serios problemas para lograr apoyo en el Congreso, al que finalmente clausuró en 1908. Buscó un acercamiento con los radicales, indultando a los detenidos por el intento de golpe de 1905, y preparó el camino para los drásticos cambios electorales de Roque Sáenz Peña. Los grupos anarquistas se mostraron activos en numerosos atentados durante su mandato, llegando a matar al jefe de policía Ramón Falcón, asesinado por el anarquista Simón Radowitzky en 1909 como venganza por la criminal represión ejercida por la policía durante las protestas del 1º de mayo. Fuente: Wikipedia.

Fournier, César. (n. Livorno, Italia, 1793 – † en alta mar, septiembre de 1828) Marino italiano, que participó en la Guerra del Brasil del lado de la República Argentina. En su juventud fue marino mercante. En 1821 emigró a Francia, huyendo de la represión del rey de Piamonte. Había nacido en Livorno, puerto de mar de la Toscana, perteneciendo su padre a la nobleza de Francia y exiliado en esa ciudad por razones políticas. Cuando tenía 36 años, Fournier adquirió una nave a la que llamó La César, y con ella se hizo a la vela desde Génova con destino a Buenos Aires. Al llegar se enroló como corsario para la guerra contra el Imperio del Brasil. Fue enviado a Carmen de Patagones, con la misión de poner en condiciones de combatir los barcos que fueran llevando los otros corsarios. Pero naufragó poco antes de llegar a destino. Consiguió la financiación del comerciante y hacendado Vicente Casares, que armó para él una goleta, con la que zarpó a capturar buques brasileños. Fournier fue seguramente el más eficaz de nuestros corsarios. En 1826, encalló y perdió en las costas oceánicas uruguayas su goleta Profeta Bandarra, con la cual cruzó la boca del plata. Para resarcirse, con el mismo bote que lo salvó del naufragio, asaltó de noche la fragata imperial Leal Paulistana ayudado por sus amigos de Maldonado. Con la capturada regresó a Buenos Aires triunfante. Esta victoria lo hizo muy famoso, y el barco le fue comprado por el gobierno en 29.000 patacones. Esa fragata tuvo una importante actuación en la batalla de Juncal con el nombre de Maldonado y pabellón de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Con dinero obtenido armó y tripuló una goleta y tres balleneras. El 11 de octubre de 1826 Fournier partió hacia el puerto de Maldonado con vientos contrarios y cayó en las redes del bloqueo brasileño. En esa madrugada, perseguido por cuatro barcos enemigos encalló su goleta en la playa Matamoros, al este de la barra del arroyo del Artillero en costas uruguayas. Protegidos por patriotas de la división que hostigaba Colonia, Fournier y cuarenta y siete marineros ganaron tierra, salvando el armamento, equipaje y las tres balleneras, bajo fuego de cañones, metralla, balas rasas y mosquetería, que formados en línea, hacían los cuatro buques enemigos. Al día siguiente, con el cambio de marea, el principal barco brasileño había encallado y se hundía. Con carretas serpenteando por las cuchillas fue llevado todo el cargamento a la bahía de Maldonado en una semana. El 31 de octubre de ese año llegaron a la bahía de Maldonado cuatro barcos del imperio brasileño: una fragata, dos bergantines y una goleta. La fragata inició un cañoneo sobre la ciudad de Maldonado. Al día siguiente, con mal tiempo, Fournier junto a varios patriotas construyeron una carreta para transportar un cañon clavado de 24 que estaba en Punta del Este, con el que efectuaron algunos disparos. El 2 de noviembre recibieron el refuerzo de ochenta hombres y el dia 3 consiguieron abrir fuego nuevamente. Luego se llevó el cañón a la bateria del medio, entre la Punta y Las delicias y temprano en la mañana se continuó disparando contra la fragata que estaba fondeada a una milla. Al otro dia se llevo el cañón hasta Punta Ballena para efectuar otros disparos. Los imperiales se sorprendieron, pues ni imaginaban la posibilidad de que los patriotas tuvieran artillería mientras respondían con balas y metrallas de 32 libras. Un bergantín salio de la bahía y tuvieron siete muertos a bordo y ocho heridos. El dia 5, los imperiales en bote se arrimaron a Punta del Este, pero Fournier y sus hombres los recibieron a tiros de fusil, oblgándolos a retirarse. El dia 8 los barcos imperiales abandonaron la bahía, haciéndose a la vela mar afuera. En los primeros días de enero de 1827, Fournier se dirigió a la Laguna Merin en carretas, con dos balleneras y 100 hombres. Alli sorprendió y apresó seis barcos mercantes brasileños. Como el botín era importante, se dirigió a Buenos Aires. Defendió el puerto de Maldonado de un ataque imperial. Días después capturó un buque inglés que estaba cazando lobos sin autorización en la isla de Lobos, cerca de Maldonado. De allí pasó a la costa sur del Brasil, donde hizo casi una docena de capturas, enviando las embarcaciones hacia las bocas del Salado. En Río de Janeiro capturó una goleta, con la que regresó a Buenos Aires. Era el corsario más eficaz de la flota argentina, y un verdadero terror para los brasileños, cuya prensa lo llamaba el rayo exterminador. El embajador inglés protestó contra la captura del buque lobero, por lo que el gobierno lo devolvió, pero se negó terminantemente a castigar por ese hecho a Fournier, a quien premió en un gran acto público. Al frente del mejor buque de la flota, el Congreso,en 1827 navegó las costas brasileñas durante casi tres meses atacando al comercio en las aguas próximas a Salvador y Río de Janeiro, capturando alrededor de 24 presas, realizando desembarcos y hasta planeando la captura del Emperador Pedro I. Pero al llegar de regreso a Buenos Aires, encalló en los bancos del Río de la Plata con los dos barcos, que fueron destruidos por los brasileños. Fue llamado por los patriotas digno defensor de la libertad de América y Terror dos mares por los brasileños. En diciembre de 1827 fue ascendido al grado de teniente coronel y se embarcó en campaña de corso hacia el Atlántico Norte, al frente de la Fragata Juncal. Llevaba también la misión de reunir nuevas naves de guerra para la flota argentina. Se trasladó a Baltimore, donde equipó y armó dos buques, el bergantín Dorrego, capturado a los brasileños, y la corbeta 25 de Mayo, comprada en los Estados Unidos, y con las tres naves partió rumbo a Buenos Aires. Una tormenta los separó a fines de septiembre de 1828, y sólo regresó el Dorrego. De los otros barcos nunca se supo más nada, comprendiéndose que su armador había fallecido junto con el personal embarcado. Fournier era de estatura regular, bien formado, musculoso, y de fuerza poco común. De ojos azules y sin barba, pelo castaño oscuro; tenía una cicatriz notable en la cara, cerca de un ojo. Era amistoso, de trato amable y risueño. Era en extremo cariñoso con su esposa, y justo con el personal a su cargo. En 1824 se había casado con Cristina Gatti, con quien tuvo un único hijo, César Fournier Gatti, en 1827. Tras la muerte del marino, su esposa e hijo se instalaron en el Uruguay, donde éste último adquirió una estancia y tuvo abundante descendencia. El olvido y la ingratitud sobre la memoria de los marinos de entonces, también se ensañó con Fournier, al punto que el nombre de este recio hombre de mar es casi desconocido para los argentinos y uruguayos. La armada Argentina nombró al Rastreador ARA Fournier, botado el 5 de agosto de 1939. Fue construído en el Astillero Sánchez y Cía de la provincia de Buenos Aires, e incorporado a la Armada Argentina el 13 de octubre del año siguiente. Fuente: Wikipedia.com.

Franco, Rodolfo. Para un artista joven y talentoso, en 1908, ¿qué mejor sitio en el mundo para formarse en las distintas disciplinas de la plástica, que París? Mientras la mayoría de sus colegas y compatriotas se dirigían a Italia, Rodolfo Franco (Buenos Aires, 1889-1954) se instaló aquel año en la capital francesa, el faro cultural del mundo, por entonces. Además, y no es dato desdeñable, vivir en Francia era más barato que en la Argentina. Rico como un argentino, era casi un axioma para los franceses. Franco no era rico, pero era argentino, tenía talento, diecinueve años y estaba deslumbrado: Picasso y Braque ya andaban trastornando las nociones tradicionales del arte, con la entusiasta colaboración, cada uno en lo suyo, de Eric Satie, Apollinaire, Matisse… Al año siguiente, el 20 de febrero de 1909, el italiano Filippo Tommaso Marinetti enfurecería a muchos con el primer Manifiesto f uturista, publicado en Le Figaro . Pintor, acuarelista, dibujante, ilustrador, grabador, decorador, muralista. Ninguna variedad de la plástica le fue ajena a Rodolfo Franco: algunas estaciones del subte porteño -Tribunales, Agüero, Catedral- albergan murales cerámicos hechos según sus diseños. Pero la escenografía era su dominio predilecto, y a ella consagró su mayor tarea, que consistió no sólo en ser durante muchos años el escenógrafo titular del Colón, sino también, y sobre todo, el creador de la cátedra de escenografía en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova, donde formó a los mejores profesionales de la generación siguiente. Entre ellos, Saulo Benavente, Mario Vanarelli, Germen Gelpi, quienes a su vez transmitieron la enseñanza del maestro a sus sucesores. De Franco dijo su discípulo Saulo Benavente: El artista que encaró por primera vez entre nosotros la escenografía como arte dramático, integradora de la creación en el indivisible complejo que forma la obra teatral. En ocasión de la gran muestra consagrada a Franco en la galería Witcomb, al año de su muerte, José León Pagano destacó su ingente producción (se han contabilizado más de doscientas escenografías para el Colón, amén de las diseñadas para otros teatros, entre ellos los elencos franceses que venían al Odeón, y todavía falta completar la tarea) y la alta ejemplaridad de su docencia. Vanarelli, Gelpi y Benavente suscribieron por entonces una declaración afirmando: Fuimos sus alumnos y guardamos por él la más grande admiración y la más profunda gratitud, pues, como muchos, todo lo aprendimos de él. Fuente: Ernesto Schoó, en La Nación 07.08.2010.

Fray Mocho. Seudónimo de José S Álvarez, escritor y periodista, nacido en Gualeguaychú en 1858 y muerto en Buenos Aires en 1903. Lo hicieron famosos sus retratos costumbrista y de época, frecuentemente escritos en clave humorística. Conforme el acta de bautismo, su segundo nombre de pila fue Zeferino, aunque durante su adultez el escritor aceptaba la denominación José S. Hizo un primer viaje a Buenos Aires en 1876, pero recién se afincó en ella en 1879, cuando contaba veintiún años. Era conocido por sus amigos como Mocho, sobrenombre que consagró como seudónimo agregándole el título de Fray. Escribió en numerosos periódicos: El Nacional, La Patria Argentina, La Razón; en revistas como Fray Gerundio, El Ateneo, La Colmena Artística, Caras y Cartas y otras. Escribió ensayos acerca de la vida en Buenos Aires durante la última parte del siglo XIX: Esmeraldas, Cuentos Mundanos, La vida de los ladrones célebres de Buenos Aires y sus maneras de robar, Memorias de un vigilante. En 1898 publicó su En el Mar Austral, una interesante novela documental en la que relata, merced a numerosos datos obtenidos por marineros y exploradores argentinos, la vida y los paisajes de la región fueguina en esos tiempos. El período más importante en la producción literaria porteña fue el de su unificación con el resto del país; entonces Buenos Aires adquiría la elegancia y la prestancia que la transformaron en La Reina del Plata y la París del Sur. En tal contexto, Fray Mocho fundó la celebérrima revista Caras y Caretas, de la que fue el primer editor. Allí realizaba ilustraciones sobre sujetos nacionales y extranjeros: de la realidad social, de interés general y de moda; también publicaba literatura urbana y rural. Sus contribuciones incluyeron muchas notas sobre los mejores escritores: Roberto Payró, Horacio Quiroga, José Ingenieros, entre otros. Fue el primer escritor profesional de Argentina. En sus excepcionales descripciones de las costumbres regionales, el narrador fue un observador. Mechó sus escritos con las diferentes hablas de Buenos Aires, incluyendo el lunfardo (el argot rioplatense). Sus escritos fueron parte del naturalismo, una reacción contra el prevaleciente romanticismo, la rigidez del castellano y la literatura en boga, y tuvo su contraparte en el París de esos años. El escritor murió en los albores del siglo veinte. Una enfermedad que le traía problemas desde mucho atrás fue la evidente causa del deceso. El dijo: no he ofendido a nadie ni a nada, porque no quise dañar y porque tengo un corazón puro. Su deceso se produjo tres días antes de su 45 cumpleaños. Sus últimas palabras fueron: muero peleando. Su revista lo sobrevivió y pocos años atrás resucitó, volviendo a editarse con notorio suceso. En 1960, EUDEBA reeditó sus obras. Fuentes: Varias.

Furlong, (Padre) Guillermo. Nació en Villa Constitución (Santa Fe), el 26 de junio de 1889 y murió en Buenos Aires en 1974. La historia de América colonial y católica lo ha tenido como su más destacado exponente. Fue uno de los más importantes investigadores que tuvo Argentina durante el siglo XX, especialista en los estudios de la obra educadora española y uno de los más prolíficos historiadores de todos los tiempos. Su infancia la pasó en el seno de una colectividad británica, por lo que se crió con códigos morales muy estrictos. Tan cerrada era esa comunidad que, ya adolescente, Guillermo Furlong sólo sabía hablar en inglés. A los trece años ingresó al colegio jesuita, donde permaneció por un año. Después, estudió en la Universidad de Washington (USA), e ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús. En 1911, hallándose en Estados Unidos, fue uno de los fundadores del Spanish American Atheneum, desde cuya tribuna dio elocuente expresión a su pensamiento y sus conocimientos en materia humanística. Regresó al país para hacerse cargo de las cátedras de Historia e Inglés en el Colegio del Salvador. Tuvo contacto con el historiador Enrique Peña, quien le ofreció su biblioteca para realizar las primeras investigaciones, así como le aconsejó una metodología que mantendría durante el resto de su vida: la utilización de fuentes documentales directas por sobre las secundarias y las historizaciones decimonónicas. En 1939 fue designado miembro de la Academia Nacional de la Historia; asimismo dirigió la revista Estudios de la Academia de Letras del Plata, cuya comisión integró; también fue director de la Academia de Geografia y de la Academia Sanmartiniana. Entre sus obras pueden destacarse: Glorias santafesinas (1923), Los jesuitas y la cultura rioplatense (1930), El padre Quiroga (1930), La enciclopedia rioplatense de José Sánchez Salvador (1930), La catedral de Montevideo (1931), Cartografía jesuítica del Río de la Plata (1936), Entre los mocovíes de Santa Fe (1937), Entre los pampas de Buenos Aires (1938), Entre los abipones del Chaco (1938), Entre los vilelas de Salta (1940), Entre los lules de Tucumán (1940), Médicos argentinos durante la dominación española (1947), Naturalistas argentinos durante la dominación hispánica (1948), Historia y bibliografía de las primeras imprentas rioplatenses (1953), Nacimiento y desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata (1957), Los jesuitas y la escisión del reino de las Indias (1961). Durante muchos años fue redactor de la revista Todo es Historia y colaborador de la Enciclopedia Universal Ilustrada Europea-Americana Espasa-Calpe. Fuentes: Todo es historia, Felipe Pigna; Academia Nacional de la Historia; Wikipedia.

Gama, Vasco da. ó Gama, Vasco de, conde de Vidiguerra, célebre navegante y explorador portugués, nació en Sines entre 1460 y 1469 y murió en Cochín, La India, el 24 de diciembre de 1524. En la Era de los Descubrimientos destacó por haber comandado los primeros barcos que navegaron directamente desde Europa hacia La India, el viaje oceánico más largo realizado hasta ese momento. Al fin de su vida, durante un breve período, en 1524, fue Gobernador de La India portuguesa con el título de Virrey. Poco se sabe sobre la vida temprana de Vasco da Gama. El historiador portugués Teixeira de Aragón ha sugerido que habría estudiado en Évora, donde pudo haber aprendido matemáticas y navegación. Es evidente que Vasco da Gama conocía bien la astronomía, y posiblemente estudiara con el astrónomo judeo español Abraham Zacuto. En 1492, el rey D Joäo II de Portugal envió a Vasco da Gama al puerto de Setúbal, al sur de Lisboa, para capturar en el Algarve navíos franceses en represalia por los actos de vandalismo realizados en tiempos de paz contra la navegación portuguesa, una tarea que Vasco da Gama llevó a cabo rápida y eficientemente. Desde principios del siglo XV, impulsados por el Infante D Henrique, los portugueses venían profundizando en el conocimiento de la costa africana. Desde la década de 1460, el objetivo era conseguir contornear la punta sur del continente africano para así acceder a las riquezas de La India –pimienta negra y otras especias-, estableciendo una ruta marítima fiable. La República de Venecia había dominado gran parte de las rutas comerciales entre Europa y Asia, pero desde 1453, con la toma de Constantinopla por los otomanos, el comercio se había limitado y encarecido. Cuando Vasco da Gama tenía unos diez años, estos planes a largo plazo estaban a punto de ser alcanzados: Bartolomé Díaz había vuelto de doblar el cabo de Buena Esperanza, después de explorar el Río do Infante (River Gran Fish, en la actual Sudáfrica) y después de haber comprobado que la costa se extendía hacia lo desconocido en dirección noreste. Portugal esperaba usar la ruta iniciada por Díaz para romper el monopolio sobre el comercio del Mediterráneo. Faltaba sólo un navegante que demostrara el vínculo de los resultados hasta allí obtenidos para inaugurar una ruta comercial potencialmente lucrativa por el océano Índico. La tarea fue asignada inicialmente por el rey D Joäo II a Estaväo da Gama, el padre de Vasco da Gama. Sin embargo, dada su muerte en julio de 1497 el mando de la expedición fue delegado por el nuevo rey D Manuel I de Portugal en Vasco da Gama, posiblemente teniendo en cuenta su buen desempeño al proteger los intereses comerciales portugueses en las depredaciones por los franceses a lo largo de la Costa de Oro africana. Manuel I le confió el mando de una pequeña escuadra, con el título de capitán mayor de la flota, y el 8 de julio de 1497 zarpó del Santa María de Belém, a orillas del río Tajo (Lisboa), con la intención de bordear la costa africana, pasar el cabo de Buena Esperanza e ir en busca de La India. Se trataba esencialmente de una expedición de exploración que llevaba cartas del rey D Manuel I para los reinos que visitasen. El único testimonio presencial del viaje que sobrevive es un diario de a bordo anónimo, atribuido a Álvaro Velho. Contaba Gama con cerca de ciento setenta hombres entre marineros, soldados y religiosos, distribuidos en cuatro embarcaciones: San Gabriel, San Rafael, Bérrio y San Miguel. Después de alcanzar la costa de la actual Sierra Leona, Vasco da Gama se desvió hacia el sur, por el océano abierto, cruzando la línea del Ecuador en busca de los vientos del oeste del Atlántico Sur, que Bartolomé Díaz ya había identificado en 1487. Esta maniobra, conocida como la volta do mar, fue exitosa y el 4 de noviembre de 1497 la expedición había llegado de nuevo a la costa africana. Después de más de tres meses, los barcos habían navegado más de 6.000 kilómetros de mar abierto, el viaje más largo conocido hecho en alta mar hasta esa fecha. El día de Navidad (Natal), Gama y su tripulación bautizaron la costa por la que navegaban con el nombre de Nata (actual KwaZulu-Natal, de Sudáfrica). El 2 de marzo de 1498, completando el contorno de la costa africana, la flota llegó a la costa de Mozambique, después de haber sufrido fuertes temporales y de haber sofocado Vasco da Gama con mano de hierro una revuelta de marineros. En la costa de África oriental, los territorios controlados por los musulmanes integraban la red de comercio con el Océano Índico. En Mozambique encontraron los primeros comerciantes indios. Fueron inicialmente bien recibidos por el sultán, que los confundió con los musulmanes, proporcionándoles dos pilotos. Temiendo que la población fuese hostil a los cristianos, pero tratando de mantener el equívoco, luego de una serie de malentendidos, abandonaron Mozambique y zarparon del puerto disparando sus cañones contra la ciudad. El piloto que el sultán de la isla de Mozambique les proporcionó para conducirlos a La India, había sido secretamente instruido para entregar los navíos portugueses a los gobernantes árabes de Mombasa. Una casualidad hizo descubrir la emboscada y Vasco da Gama pudo continuar. En la costa de la actual Kenia, la expedición saqueó navíos mercantes árabes desarmados. Los portugueses se convirtieron en los primeros europeos en visitar el puerto de Mombasa, pero fueron recibidos hostilmente y se marcharon pronto. En febrero de 1498, Vasco da Gama siguió hacia el norte, desembarcando en el amistoso puerto de Malindi –rival de Mombasa- donde fueron favorablemente recibidos por el sultán que les proporcionó un piloto árabe conocedor del Océano Índico, cuyo conocimiento de los vientos monzónicos permitió guiar la expedición hasta Calicut, en la costa suroeste de La India. Las fuentes difieren en cuanto a la identidad del piloto, identificándolo a veces como un cristiano, otras como un musulmán o un guzerate. El 20 de mayo de 1498, la flota llegó a Kappakaduvu, cerca de Calicut, en el actual estado indio de Kerala, habiendo establecido la Ruta del Cabo y abriendo la ruta marítima desde Europa hasta La India. El día después de la llegada, entre una multitud reunida en la playa, fueron recibidos por dos moros tunecinos, uno de los cuales se les dirigió en castellano. Pero las negociaciones con el gobernador local, Samutiri Manavikraman Rajá, zamorín de Calicut, fueron difíciles. Los esfuerzos de Vasco da Gama para conseguir condiciones favorables de comercio se hicieron difíciles por la diferencia de culturas y el bajo valor de sus mercancías, ya que los representantes del zamorín se burlaban de sus ofertas y los comerciantes árabes allí establecidos se resistían, viendo la posibilidad de una competencia no deseada. Las mercancías presentadas por los portugueses fueron insuficientes para impresionar al zamorín, en comparación con los bienes de elevado valor que allí se comercializaban. Todo lo cual causó desconfianza. Finalmente los portugueses vendieron sus productos por debajo del costo para adquirir pequeñas cantidades de especias y joyas para llevar al reino. Por último, el zamorín se mostró satisfecho con las cartas de D Manuel I y Vasco da Gama consiguió una carta ambigua de concesión de derechos para comercial, más acabó por partir sin aviso después de que el zamorín y su jefe de la Armada, Kunjali Marakkar insistieran en que dejase todos sus bienes como garantía. Vasco da Gama mantuvo sus bienes, pero dejó algunos portugueses con órdenes para iniciar la construcción de una factoría. Vasco da Gama comenzó el viaje de regreso el 29 de agosto de 1498. Ansioso por partir, ignoró el conocimiento local acerca de los patrones del monzón lo que les permitirían navegar. Durante este regreso, alrededor de la mitad de la tripulación superviviente pereció y muchos de los restantes estaban gravemente afectados por el escorbuto. Así, de los 148 hombres que integraban la armada, sólo 55 regresaron a Portugal. Sólo dos de los barcos que dejaron el Tajo consiguieron regresar a Portugal: el Bérrio y la San Gabriel. A su regreso, Vasco Da Gama fue recompensado como el hombre que había conseguido finalizar un plan que les había tomado ochenta años cumplir. Recibió el título de almirante- mor dos Mares das Índias, siéndole concedida una pensión de trescientos mil reales anuales, que pasaría a los hijos que tuviese. También recibió, junto con sus hermanos, el título perpetuo de Dom y dos villas, Sines e Vila Nova de Milfontes. El 12 de febrero de 1502, Vasco da Gama dirigió una nueva expedición con una flota de veinte buques de guerra, con el propósito de hacer cumplir los intereses portugueses en Oriente. Había sido invitado tras la negativa de Pedro Alvares Cabral, que se desentendió con el rey acerca del mando de la expedición. Esta viaje tuvo lugar luego de la misión de la segunda flota a La India, dirigida por Cabral en 1500, que al desviarse de su ruta, hizo el descubrimiento de Brasil. Cuando llegó a La India, Cabral se enteró de que los portugueses que habían sido dejados allí por Vasco da Gama en su primer viaje, para establecer un puerto comercial, habían sido asesinados. Después de bombardear Calicult, se dirigió al sur hacia Cochin, un pequeño reino rival, donde fue recibido calurosamente por el Rajá, regresando de vuelta a Europa con seda y oro. Da Gama tomó y exigió un tributo a la isla de Kilwa en el África oriental, uno de los puertos de dominio árabe que habían combatido contra los portugueses, convirtiéndola en tributaria de Portugal. Con el oro proveniente de las 500 monedas impuestas, como tributo de vasallaje al rey de Portugal por Vasco da Gama al régulo de Kilwa (actual Kilwa Kisiwani, en Tanzania), el rey Manuel I mandó hacer la Custodia de Belén para el monasterio de los Jerónimos. En este viaje se dio el primer registro conocido de avistamiento europeo de las islas Seychelles, que Vasco da Gama nombró Islas Almirante en su propio honor. Después de llegar al norte del Océano Índico, Vasco da Gama esperó para capturar un navío que regresaba de La Meca con importantes mercaderes musulmanes, apoderándose de todas las mercancías e incendiándolo. Al llegar a Calicut el 30 de octubre de 1502, el zamorín estaba dispuesto a firmar un tratado, tras el acto de barbarie que conmocionó incluso a los cronistas contemporáneos, que lo consideraron un acto de venganza por los portugueses muertos en Calicut en el primer viaje. Los portugueses fundaron la conolia de Cochin, en La India, regresando Vasco da Gama a Portugal en setiembre de 1503, tras eliminar a los rivales árabes de Índico e instaurar la hegemonía marítima portuguesa en la zona. En 1519 fue nombrado primer conde de Vidigueira por el rey Manuel I, con sede en un terreno comprado a D Jaime I, Duque de Braganca, el que 4 de noviembre cedió las villas de Vidigueira e Vila de Frades a Vasco da Gama, sus herederos y sucesores, así como todos los ingresos y privilegios relacionados, siendo el primer conde portugués sin sangre real. Vasco da Gama fue enviado nuevamente a La India en 1524, tras permanecer alejado de la navegación durante casi veinte años. El objetivo era que destituyese al virrey Duarte de Meneses, cuyo gobierno había sido desastroso. En el viaje da Gama contrajo la malaria poco después de llegar a Goa. Como gobernador y segundo virrey de La India portuguesa actuó con rigidez y logró imponer el orden, pero murió en la ciudad de Cochín, en la víspera de la Navidad de 1524. Fue enterrado en la iglesia de San Francisco, en Cochin. En 1539 sus restos mortales fueron trasladados a Portugal, concretamente a la iglesia de un convento carmelita ahora conocida como Quinta do Carmo. Vasco da Gama fue uno de los responsables del éxito de Portugal como potencia. La epopeya nacional portuguesa, Os Lusíadas de Luís Vaz de Camöes se refiere en gran parte a los viajes de Da Gama. En 1998, los proyectos preparados para celebrar el V Centenario de la llegada de Vasco da Gama a La India por parte del gobierno de Portugal tuvieron que ser abandonados debido a la cólera pública que suscitó el acontecimiento. Fuente: Wikipedia.

García, Aleixo o García, Alejo. Sobre este navegante portugués que participó en varias expediciones a América del Sud con la flota española sólo existe certeza respecto de que murió en 1525. Formó parte de la expedición de Juan Díaz de Solís al Río de la Plata (1516). Se le considera el descubridor del Paraguay, pues en 1524 emprendió una travesía junto con cuatro exploradores y dos mil guaraníes, que cruzó la provincia de Santa Catalina, el Paraguay y el Chaco, arribando hasta las estribaciones de las sierras peruanas. Durante el viaje de regreso fue atacado por los indios guaycurúes, falleciendo en el territorio del cacique Guacaní. Esta expedición había tenido por propósito llegar al país del Rey Blanco (El Dorado), que finalmente resultó ser el Imperio Incaico; de hecho logró reunir buena cantidad de riquezas en oro y plata ya que recorrió áreas pertenecientes al inca, pero lo pagó con su vida. En 1526 la expedición de Sebastián Caboto se encontró en el estuario del actual Río de la Plata con indígenas que traían mucha plata y oro. Sebastián Caboto pensó que había abundancia de plata en las orillas del río y por eso así lo llamó. Esos indígenas eran restos de la expedición de Alejo García al Perú. Aunque se aclaró la procedencia, el nombre no se pudo cambiar. De allí se extendió al de Argentina (de argentum, plata en latín), que se usó por primera vez en el poema histórico La Argentina, o la conquista del Río de la Plata, que en 1602 publicó Martín del Barco Centenera. Fuente: Wikipedia.

García de Céspedes, Andrés. Nacido en Sevilla alrededor de 1560 y muerto en Madrid en 1611, fue un cosmógrafo español del Renacimiento, cartógrafo del Consejo de Indias y fabricante de instrumentos náuticos. Fue nombrado Cosmógrafo Mayor de la Casa de Contratación de Sevilla, donde residió habitualmente. Viajó por Portugal, al servicio del archiduque Alberto, adquiriendo allí buenos conocimientos sobre cosmografía, al pasar en limpio los descubrimientos de los distintos cosmógrafos. Al fallecer don Pedro Ambrosio de Onderiz, se le nombró para ocupar su puesto y controlar los padrones de las cartas náuticas, encargándose de sus modificaciones, para dar a los navegantes la información oficial sobre los nuevos territorios (que no siempre era la auténtica). Era un gran matemático y viendo el auge de las matemáticas como base imprescindible para la comprensión de la autonomía, le propuso al Rey la creación de una escuela de alta matemática, en el Monasterio de El Escorial, para estudiar y difundir sus conocimientos; así al tener juntos a todos los sabios, se podrían compartir sus hallazgos. Basándose en ellos, ideó un sistema para la construcción de relojes de sol, e inventó un mecanismo que facilitaba la medición de la declinación magnética (variación de la aguja náutica respecto al norte magnético). Fue llamado a la Corte en varias ocasiones, para formar parte de distintas comisiones científicas. Estaba obsesionado en la observación de los eclipses de sol y de luna, de los que sacó deducciones para el cálculo de longitudes y para poder situar los territorios en el globo terráqueo. Con estas bases realizó un trabajo muy importante, junto con Luis Jorge de la Barbuda, por encargo de Felipe II en 1596, ante las dudas sobre la división del mundo que se había hecho por parte de los portugueses y que se aceptaba como buena, de acuerdo con el Tratado de Tordesillas. Observó en Valladolid en 1602 la refracción de los rayos solares, y en 1606 publicó en Madrid dos libros muy importantes: El libro de los instrumentos nuevos de geometría y el Regimiento de navegación que mandó hazer el Rei nuestro Señor por orden de su Consejo Real de las Indias. El último, de gran interés histórico, porque además de exponer las investigaciones personales para la determinación de la altura del polo, contiene rectificaciones y observaciones a los trabajos de Labaña, Pedro Núñez, Zamorano, Tovar y otros. Además de otros muchos estudios, publicó Islario general de todas las islas del mundo, de obvio gran interés. Fuente: Wikipedia.

García Del Río, Juan. (n.(1794) †(1856)) Diplomático, escritor y político cartagenero, hijo del español don Felipe García Del Río. Hizo parte del Consejo de Ministros que se encargó del poder ejecutivo mientras el general Domingo Caicedo se aprestaba a reasumirlo. Hizo estudios en Cádiz (España) desde los ocho años, abordando la especialidad en Letras, obteniendo la beca en 1810. En esa ciudad hizo parte de las tropas defensoras de la invasión de Napoleón sobre el país. Llamado por su padre para que integrara el ejército realista que sostenía al régimen monárquico en Santa Marta, García del Río regresó al país en 1812, y aunque se mantuvo fiel a la causa que su padre le incitó, cambió de bando con la muerte de don Felipe por la convicción que le asistía. En 1814 fue nombrado secretario de José María Del Real, embajador en Londres. En la época de la reconquista española de la Nueva Granada, pasó a Chile a trabajar con el gobierno local. García del Río ocupó altos cargos en los gobiernos de Chile y Argentina, siendo secretario de la Sección de Relaciones Exteriores y subsecretario de Relaciones Exteriores del gobierno del presidente O’Higgins y secretario de relaciones exteriores del gobierno del general José de San Martín, con quien sostenía una gran amistad desde su estadía en Cádiz. San Martín lo remitió a Perú como ministro de Gobierno y de Relaciones Exteriores, cargo desde el cual fundó la Biblioteca Nacional de Perú y expidió decretos sobre libertad de imprenta y nacionalización. Dada la experiencia que tuvo en la Legación de la Nueva Granada en Londres que negoció la independencia de su tierra natal, asumió como embajador plenipotenciario de Perú en Europa para hacer lo propio con ese país. De regreso a su patria, publicó en 1829 sus reconocidas Meditaciones Colombianas, en las que apoyó firmemente la idea de establecer un sistema de monarquía constitucional en Colombia con Bolívar como regente, respaldando el sentido seguido por el Consejo de Ministros que se encontraba encargado del poder ejecutivo. Fue diputado al Congreso de 1830, el mismo que Bolívar denominó admirable. En él se opuso a la propuesta del Libertador de elegir a Joaquín Mosquera como presidente de Colombia. Con el ascenso al poder del general Rafael Urdaneta, García Del Río asumió la Secretaría de Relaciones Exteriores. Viéndose perdido el gobierno del dictador y forzado a negociar su salida del poder con el reivindicado general Caicedo, Urdaneta asistió acompañado por García Del Río a la entrevista del 26 de abril de 1831 en las Juntas de Apulo, en la cual se acordó que García Del Río, José María Del Castillo Rada y el general Florencio Jiménez actuarían como negociadores del gobierno para redactar con los delegados de Caicedo las condiciones de rendición. García Del Río no se mantuvo conforme con la exigencia del bando contrario de reconocer el ejercicio del poder ejecutivo a partir del decreto que expidió el general Caicedo declarándose en esa posición. Expuso la inconstitucionalidad de ese proceder, pero al tratarse de un pensamiento que no permitiría llegar a una coincidencia, Castillo Rada intervino para proponer que podría presentar el general Urdaneta su renuncia al poder ante el Consejo de Estado y este cuerpo reconocer el nombre de Caicedo como encargado de la presidencia. El 28 de abril fue firmado el que se denominó Pacto de Apulo, retirándose Urdaneta con sus acompañantes a Bogotá, a donde llegaron 2 días después. García Del Río pasó a integrar el Consejo de Estado para que este cuerpo recibiera la renuncia de Urdaneta e invitara a Caicedo a asumir el poder (generando una conducta constitucionalmente válida), pero Caicedo se mantuvo al margen del proceso sosteniendo la validez del decreto por el cual se había encargado el mismo del poder ejecutivo como vicepresidente. El Consejo de Ministros, integrado por García Del Río, Castillo Rada, De Mendoza y Pey, se encargó colegiadamente del poder hasta cuando Caicedo llegó a Bogotá, el 3 de mayo de 1831. Mientras se hacía presente en la ciudad Alejandro Vélez, secretario designado de relaciones exteriores, Caicedo mantuvo a García Del Río en su cargo, y sostuvo su presencia en el Consejo de Estado. Como consejero, García del Río mantuvo su inmodificable opinión de hacer que el general Caicedo prestara juramento de posesión ante el Consejo de Estado por haber sido nombrado en el poder por este cuerpo. Caicedo hizo valer de nuevo su decreto de regreso al poder pero García Del Río insistió en que si Caicedo no tomaba juramento y mantenía su mandato anterior, la condición de facciosos para los seguidores de Urdaneta podía ser considerada y así desvirtuar el Pacto de Apul, o, a lo que Caicedo respondió que respetaría lo acordado y para ello no requería del acto de juramento exigido por García Del Río. La negativa a llevar a cabo dicho procedimiento llevó con el tiempo a Caicedo a ceder a las presiones del general Obando que buscó por todos los medios desvirtuar el contenido del Pacto. En 1833 fue nombrado ministro de Hacienda de Ecuador, luego ministro de Andrés de Santacruz y por último integró el gabinete del primer gobierno del presidente mexicano, general Antonio López de Santana. Dejó un importante acervo de publicaciones que lo ubican como uno de los grandes aportantes de las ideas y promotores de la cultura americana. Fuente: Wikipedia.com.

García de Moguer, Diego. Nacido y muerto en Moguer (1484-1554), fue un marino y descubridor español. Participó en la expedición de Magallanes y Elcano que dio la primera vuelta al mundo (1519-1522). El 15 de enero de 1526 zarpó desde La Coruña al mano de una expedición de tres naves, financiada por comerciantes para buscar la ruta de las especias, siguiendo la derrota de Elcano y pasando por el Estrecho de Magallanes. En el camino, en febrero de 1528 se detuvo a explorar la zona del Río de la Plata. Navegando en abril por el Río Paraná, encontró de improviso el fuerte Sancti Spíritu. Sorprendido e indignado, ordenó al capitán Caro (designado por Sebastián Caboto), que abandonase el lugar, ya que esa era conquista que sólo a él pertenecía por haber sido designado por España para explorar esas tierras. Pero vencido por los ruegos de Caro y su gente para que fuese en auxilio de Caboto, García siguió aguas arriba y entre lo que hoy día son las localidades de Goya y Bella Vista se encontró con el piloto veneciano, quien le obligó a cooperar en la búsqueda de la Sierra de la Plata, y juntos exploraron el río Pilcomayo, para seguir después hacia el estrecho. A todo esto, en Sancti Spíritu, los españoles descuidaron la defensa del fuerte, y en setiembre de 1529, antes del amanecer, los indígenas tomaron por asalto la fortaleza. Sebastián Caboto y Diego García de Moguer se encontraban en ese tiempo en el asentamiento de San Salvador, preparando hombres y embarcaciones, y no sabían nada de lo sucedido, hasta que vieron llegar a Gregorio Caro con los supervivientes, y la terrible noticia de la destrucción del fuerte. Inmediatamente Caboto y García se dirigieron al fuerte intentando rescatar a sus hombres. En los alrededores hallaron algunos cadáveres completamente mutilados; los bergantines defondados y hundidos, los almacenes saqueados e incendiados. Sólo dos cañones quedaron como testigos de la primera fortaleza que se levantara en tierra argentina. En una posterior exploración portuguesa, en 1554, descubrió el Archipiélago Chagos y bautizó la mayor de las islas con su nombre: Diego García. Murió en el viaje de regreso, en medio del océano Índico, frente a las costas sudafricanas. Fuente: Wikipedia.

García, Pedro Andrés. Pedro Andrés García de Sobrecasa nació en Reocín, España, en 1758 y murió en Buenos Aires en 1833. Fue militar y funcionario español de larga trayectoria en el Río de la Plata. Empadronado como hidalgo en los registros del barrio de San Esteban de 1765, 1773 y 1786, se lo reconoce genearca de la familia argentina hoy apellidada García-Mansilla. Pasó al Río de la Plata a la temprana edad de 18 años, integrando la expedición de otro cántabro, el Virrey Pedro de Cevallos, ocupando entonces el cargo de ayudante mayor del Real Cuerpo de Ingenieros, con el grado de alférez. Tras su arribo a Buenos Aires en 1777, prestó servicio de armas de manera ininterrumpida, pasando por las fuerzas regulares de los reales ejércitos, el comando de una unidad de milicias urbanas y el ejército independentista surgido tras las jornadas de mayo. Desde fines del siglo XVIII hizo varias exploraciones en la zona de las sierras de La Ventana y El Volcán –hoy Balcarce-, así como en el área del río Desaguadero, en el Alto Perú. Tuvo actuación en la batalla del 5 de julio de 1807, al mando del Tercio de Cántabros Montañeses, durante las segundas Invasiones Inglesas, venciendo en el Convento de Santo Domingo, luego de más de diez horas de duro combate, a las selectas tropas del general Robert Craufurd. Éste se vio obligado a capitular con todos sus oficiales y soldados, entregando sus armas, estandartes y banderas; entre los oficiales rendidos, se hallaba el coronel Denis Pack, quien había violado el juramento de no empuñar nuevamente las armas contra España, hecho tras la primera invasión inglesa. Por su actuación, fue recompensado con el ascenso a Coronel de los Reales Ejércitos, el 13 de junio de 1809, por la Junta Gubernativa de España e Indias. En los años siguientes fue un aliado incondicional del coronel Cornelio Saavedra. Apoyó al virrey Santiago de Liniers durante la revuelta de octubre de 1808, y en la asonada de Álzaga, de enero de 1809. El nuevo virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros, lo consideró uno de sus principales consejeros. Tuvo participación en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 y se sumó a la Revolución de Mayo. Identificado como leal al general Carlos María de Alvear, fue arrestado durante nueve meses por orden de su sucesor, Ignacio Álvarez Thomas. No fue proscripto, y recuperó la libertad y el mando general de la frontera porteña contra los indígenas. A fines de 1810 organizó una expedición al sur de la provincia de Buenos Aires, conocida generalmente como La Expedición a las Salinas, en la que se proponía recolectar sal para la ciudad de Buenos Aires. Pero también se le encargaba informar a los indígenas del cambio de gobierno, para ganárselos como aliados. Obtuvo buenos resultados, porque no hubo malones de importancia contra la jurisdicción de Buenos Aires en toda esa década. Fue un destacado geógrafo, y el primero que llevó a cabo estudios geográficos después de la Revolución de Mayo. Fue también el precursor de la fundación de varias ciudades de la Provincia de Buenos Aires, como Tandil, Gardey y Quilmes. Primer prócer de la provincia de Chubut, por su empeño en consolidar San José como primer asentamiento de dicha provincia. Fue autor de numerosos trabajos geográficos, estadísticos y topográficos, tales como Diario de un viaje a las Salinas Grandes en los Campos del Sud de Buenos Aires; Memoria sobre navegación del Tercero y otros ríos que fluyen al Paraná; Primer carta biosférica de la Provincia de Buenos Aires; Diario de la expedición de 1822 a los Campos del Sud de Buenos Aires desde Morón hasta la Sierra de la Ventana; Nuevo Plan de Fronteras de la Provincia de Buenos Aires, proyectado en 1816, etc, realizados como dijera don Pedro de Angelis, con un estilo fluido y brillante, que exhala un alma joven, una imaginación ardiente, un fondo de esperanzas, que es muy raro dominen a una razón madura en una edad provecta. Dice Álvaro Yunque (op cit supra) que Pedro Andrés García se destaca como uno de los cuatro hombres de nuestra historia que alcanzaron una visión global del problema indígena proponiendo acertadas soluciones integradoras (los otros tres son para Yunque, Juan de La Cruz, Feliciano Chiclana y Francisco Ramos Mejía). Fuentes: Calfucurá. La conquista de las pampas; Argentina. Historia del país y de su gente; Wikipedia.

García Velloso, Enrique. Dramaturgo argentino, nacido en Rosario en 1881 y muerto en Buenos Aires en 1938. Escribió más de cien obras de teatro, abordando todos los géneros: zarzuelita criolla, sainete porteño, comedia de costumbres, drama, tragicomedia, vodevil y opereta. Era profesor de castellano, literatura y declamación y escribió su primera otra –Chin-Yonk- a los quince años. Colaboró en la prensa escrita y publicó novelas cortas, pero sus mejores obras fueron las teatrales. En 1910 fundó la Sociedad de Autores Dramáticos, que presidió, y a él se debió la implantación en Argentina de los derechos de autor. Fracasó con El corneta Belgrano (1901), pero logró gran éxito con Jesús Nazareno (1902), Mamá Culepina (1916), en la que relata los avatares de una cuartelera que sigue a las tropas de Lucio V Mansilla, y Gabino el Mayoral. Como cineasta, adaptó y dirigió Amalia, la novela de José Mármol, y filmó Mariano Moreno y la Revolución de Mayo (1915). Es también autor de los ensayos Historia de la literatura argentina (1910), Antología poética, arte de la declamación (tres tomos) y El arte del comediante (tres tomos, 1927).

Garibaldi, Giuseppe. (Niza, Reino de Piamonte, 4 de julio de 1807 – Caprera, Reino de Italia, 2 de junio de 1882) Giuseppe Garibaldi nació en Niza, ciudad situada en la costa del Mediterráneo, actualmente en territorio francés cerca de la frontera italiana. Sin embargo, puede considerarse que era italiano, dado que en esa fecha la ciudad de Niza pertenecía al Reino de Piamonte —posteriormente incorporado al Estado italiano con la unificación — habiendo sido Niza cedida a Francia en 1860, a consecuencia de la guerra con Austria. Se hizo notorio históricamente, a causa de su participación en las actividades guerreras vinculadas al proceso que finalmente produjo la unificación política de Italia, durante el segundo y tercer cuarto del siglo XIX. Siendo el segundo hijo de su padre, Giuseppe Garibaldi trabajó, desde muy joven, como marinero en diversas tripulaciones. Con 15 años, ya tildado como héroe tras salvar a una chica que se había caído en un foso, se enroló en el barco Constanza, capitaneado por Angelo Pesante, quien marcó mucho en su personalidad. En 1827, con 20 años, formó parte de la tripulación del Cortese, un barco que partió de Niza y viajó por el Mar Negro, Estambul y Galacia, viendo cosas como la guerra turco-rusa. En 1832 y teniendo solo 25 años, fue nombrado capitán del barco Clorinda, con el que viajó de nuevo por el Mar Negro. La mala suerte quiso que este barco fuera secuestrado por unos piratas turcos. Se dice que Giuseppe Garibaldi estuvo a punto de ser fusilado, pero sólo fue herido en una mano. Con la ayuda del resto de tripulantes y su primo, consiguió zafar de los piratas y escapar. Después de más de 6 años ausente (exactamente 73 meses), Giuseppe volvió a su ciudad natal. Pero en 1833 volvió a Estambul en un barco capitaneado por Emile Barrault. Y exactamente en esta época se dio a conocer por sus discursos sobre la libertad. Un año más tarde pasó a formar parte del movimiento de la Joven Italia de Mazzini, entregando su vida a la patria y ganando los galones de capitán en la Marina del Piamonte. Lo apodaron Cleómbroto, como si se tratara del mítico héroe espartano y estuvo involucrado en la insurrección del Piamonte costándole una condena a muerte después de ser capturado tras ser considerado uno de los cabecillas de la revuelta. Viéndose obligado a huir, escapó a Niza, pasó por la casa de su amigo Giuseppe Pares en Marsella, donde se embarcó hacia el Mar Negro y en 1835 estuvo en Túnez. Volviendo a Marsella, partió hacia Sudamérica en el bergantín Nautonnier, haciéndose pasar por un tal Borrel (en referencia al mártir revolucionario Joseph Borrel), siendo seguido por otros camaradas de la Joven Italia como el capitán Juan Lamberti. Una vez llegado a su nuevo destino se afincó en Rio Grande do Sul. En Sudamérica encontró lo que quería para luchar por la libertad, aunque no fuera por su querida Italia. Apoyó a todos aquellos que querían lograr la independencia con tanto ardor como si fuera su patria. Al llegar se puso en comunicación con otros disidentes italianos por las revueltas de la Joven Italia y llegó a ser presidente de la filial de esta organización en el continente americano gracias a su amigo Giuseppe Stefano Grondona. También formó parte de la logia masónica Asilo di Vertud. Luchó contra el Imperio de Brasil en la revolución de la República Riograndense liderada por Bento Gonçalves da Silva. En estas acciones tomó, junto al general Davi Canabarro, la ciudad portuaria de Laguna en el estado de Santa Catarina, lo que facilitó la creación de la República Catarinense o República Juliana. Mientras que en Italia buscaba la unificación, en Sudamérica buscaba la fragmentación de las antiguas colonias. Garibaldi entró en el cuerpo de revolucionarios de La joven Europa. Durante esta época tuvo como amantes a Manuela de Paula Ferreira, sobrina de Bento Gonçalves da Silva, y Ana Maria de Jesus Ribeiro, llamada después Anita Garibaldi. En 1841 pasó a Uruguay, donde tenía lugar la guerra entre el gobierno constitucional presidido por Manuel Oribe, apoyado por el gobierno de Buenos Aires de Juan Manuel de Rosas, y el gobierno de facto del ex presidente (1830-1835) Fructuoso Rivera instalado en Montevideo, y que contaba con el apoyo del Brasil, de las flotas francesa e inglesa y de los unitarios argentinos. Declarada en diciembre de 1838, la denominada Guerra Grande se desarrolló desde 1838 a 1851. El gobierno de Oribe estaba en las afueras de Montevideo en el barrio que hoy se denomina la Unión. Instalado en Montevideo, además de su actividad revolucionaria, Garibaldi dio clases de matemáticas y fue ingresado a la Logia Masónica Les Amis de la Patrie. En el Río de la Plata operaba la flota de la Confederación, al mando del almirante Guillermo Brown, que intentaba bloquear el puerto de Montevideo. La flota armada por el gobierno de Montevideo, comandada por el Comodoro Juan Coe había sido destruida. En 1842, el gobierno de Montevideo designó a Garibaldi como sustituto del Cro Coe al mando de la flota, librándose entonces, el 16 de agosto de 1842, un combate naval en el río Paraná cerca de la localidad de Costa Brava. Las naves comandadas por Garibaldi fueron derrotadas por las fuerzas de Brown, superiores en barcos y hombres. Después de sufrir fuertes pérdidas, Garibaldi incendió sus naves para evitar que cayeran en manos de Brown; y desembarcando en tierra, logró ponerse a salvo con los tripulantes sobrevivientes. Garibaldi volvió a dirigir una escuadrilla naval, al frente de la cual logró impedir que las naves de Brown ocuparan la isla de Ratas, en la bahía de Montevideo (que pasó entonces a llamarse isla Libertad), logrando así impedir el intento de la flota rosista de bloquear Montevideo. Vuelto a Montevideo, en 1843 — y establecido por Oribe el sitio de Montevideo, que habría de prolongarse hasta 1851 — Garibaldi organizó una unidad militar mercenaria que fue denominada La Legión Italiana, al frente de la cual se puso al servicio del gobierno de Montevideo, conocido históricamente como el Gobierno de la Defensa. Entre las acciones militares en que participó Garibaldi al frente de su Legión Italiana, se destaca la que tuvo lugar en las afueras de las murallas de Montevideo, llamada Combate de Tres Cruces, por haberse realizado en el paraje así denominado, el 17 de noviembre del 1843. Luego de ello, embarcado en una nueva flotilla de una veintena de naves con unos 900 hombres de tropa para desembarco, y contando con el amparo de las escuadras de Francia e Inglaterra, pudo ocupar y saquear en abril de 1845 la ciudad de Colonia. En septiembre tomó la isla Martín García, defendida por la Confederación, y la ciudad de Gualeguaychú, la que también saqueó y en octubre la ciudad de Salto (Uruguay). Es de notar que Garibaldi admitió haber permitido los saqueos, que fue una pauta de comportamiento del cuerpo mercenario que dirigía. Se calcula que con parte de esos fondos compró luego la isla de Caprera. En sus memorias llama a su legión virtuosos saqueadores. El 8 de febrero de 1846, en territorio de Salto, en las cercanías del arroyo San Antonio, afluente del Río Uruguay, Garibaldi y su Legión Italiana libraron el combate de San Antonio contra fuerzas superiores de la Confederación, a las que infligieron numerosas bajas, logrando retirarse de sus posiciones después de haber perdido alrededor de una tercera parte de sus efectivos. Luego de diversos avatares y aventuras en este país se casó en 1842 con Ana Maria de Jesus Ribeiro, llamada después Anita Garibaldi. A ella la conoció en 1839 en Laguna, Santa Catarina, en lo que fue un auténtico amor a primera vista. La pareja tuvo cuatro hijos: Menotti, Rosita -fallecida con dos años-, Teresita y Ricciotti. Tras volver a Italia en 1848, emprendió numerosas batallas a favor de la independencia de los estados del norte de Italia, ocupados por Austria y Francia a las órdenes del ejército del Reino de Saboya. Se convirtió en un auténtico héroe para el pueblo de Italia del norte, ávido de libertad. Con apoyo francés, intervino en la guerra contra Austria, si bien el cambio de actitud de Napoleón III, apostando súbitamente por la negociación, truncó temporalmente los objetivos de Garibaldi. Se creó la República Romana, pero ésta fue derrotada. Tuvo que huir de Italia con 3.900 soldados y su esposa Anita, mientras eran perseguidos por un ejército de españoles, franceses y napolitanos. Anita murió durante la fuga a consecuencia de una fiebre tifoidea el 4 de agosto de 1849. Garibaldi estuvo un tiempo en Tánger y luego fue hacia Staten Island, Nueva York. Posteriormente, fue capitán de navío mercante por el océano Pacífico hasta abril de 1851 cuando visitó a la heroína y compañera sentimental de Simón Bolívar, Manuela Sáenz, en Perú. Antes de retirarse fundó la primera estación de bomberos del Callao, la cual hasta el día de hoy lleva su nombre. Volvió a Nueva York, de donde salió en noviembre de 1853 hacia Tyneside, al noreste de Inglaterra, en donde estuvo un mes, saliendo en abril de 1854. En 1854 volvió de nuevo a Italia, compró la isla de Caprera y estalló la segunda guerra de la independencia italiana, siendo mayor general de los Cazadores de los Alpes, compuestos por 3.000 soldados. Con ellos conquistó Varese, Como, Brescia y en las negociaciones de paz, Víctor Manuel II de Saboya logró la anexión de Lombardía, tras la que vendrían las de Parma, Módena, Toscana y Romaña, al solicitar sus gobiernos provisionales su unión al Piamonte. El siguiente objetivo de Garibaldi fue entonces lograr la anexión del reino de las Dos Sicilias, el más próspero de la península italiana al Piamonte. En dicho reino Francisco II de Nápoles ejercía una monarquía absoluta aunque garantizaba el bienestar a la población. Los movimientos separatistas en Sicilia fueron el caldo de cultivo para la expedición de los Mil Camisas Rojas, auspiciada por Cavour. Al frente de su tropa de voluntarios, Garibaldi llegó a Palermo (después de haber zarpado desde Génova), donde fue recibido con entusiasmo por los rebeldes que pensaban que así lograrían la independencia de la isla, incluso algunos de estos se unieron a los Mil. Participó entonces en la supresión de la resistencia, dirigiendo más tarde sus tropas hacia Nápoles, entre las que se encontraba la Legión Internacional, compuesta entre otras nacionalidades, por 500 húngaros, quienes derrotaron a las tropas del rey en la Batalla del Volturno, en octubre de 1860. Todo ello obligó a Francisco II a huir y refugiarse en los Estados Pontificios, instaurándose en Nápoles una república regida por un gobierno provisional. En Sicilia recibió ayuda económica de Alejandro Dumas, quien estaba viviendo allí temporalmente. Posteriormente el escritor francés también ayudó a Garibaldi a escribir sus memorias. Ambicionando una Italia unida bajo un solo gobierno radicado en Roma, concibió la idea de marchar sobre los Estados Pontificios, defendidos por tropas francesas. Sin embargo, Víctor Manuel y Cavour, temerosos de perder lo logrado ante una radicalización del conflicto, evitaron el avance de Garibaldi. El incidente no supuso un enfrentamiento entre el rey del Piamonte y Garibaldi; antes al contrario, el revolucionario reconoció a Víctor Manuel como rey de Italia el 26 de octubre de 1860. En 1861 fue invitado por Abraham Lincoln para un puesto en el ejército federal en la Guerra civil estadounidense, pero Garibaldi desistió. Garibaldi prosiguió incansablemente sus actividades militares en busca de la unidad de Italia, emprendiendo acciones sin éxito en 1862 al grito de: ¡Roma o muerte! La protesta de Napoleón, cuyas tropas custodiaban Roma, llevó al ejército de ocupación piamontés en Nápoles a repeler a Garibaldi, haciéndole prisionero en Aspromonte (sur de Nápoles). En 1864 viajó hacia Inglaterra donde fue recibido con entusiasmo por la población y se reunió con el primer ministro Henry Palmerston. Tuvo durante esta época la ambición de liberar otras naciones ocupadas como Croacia, Grecia, Hungría, pero nada de esto se hizo realidad. En 1866 estalló la tercera guerra de la independencia italiana, en donde Garibaldi y 40.000 hombres de los Cazadores de los Alpes, con apoyo prusiano, lucharon contra los austríacos en la Batalla de Bezzecca, consiguiendo la única victoria y tomaron la ciudad de Trento. En 1867 realizó una nueva marcha hacia Roma aprovechando la retirada de tropas francesas, que se vieron obligadas a desembarcar otra vez y a derrotar al italiano en Mentana. Igualmente, luchó en la Guerra Franco-prusiana en 1871, interviniendo en la batalla de la ciudad de Dijon y posteriormente fue elegido diputado de la Asamblea Nacional Francesa, contribuyendo en el progreso de la nueva Francia republicana. Finalmente, lograda la unidad italiana en 1870, Garibaldi fue elegido diputado al Parlamento, cargo al que posteriormente renunció al no concretarse en hechos las ideas republicanas por las que él lucho incansablemente. En sus últimos años se retiró a la isla de Caprera, donde falleció el 2 de junio de 1882. Por sus luchas en Italia y Sudamérica, desde siempre se lo ha llamado el héroe de dos mundos, de Europa y de América. Aunque también existe un lado negro: se dice que en América fue esclavista, pirata y ladrón de caballos y en el sur de Italia destruyó el reino más próspero de la península, las Dos Sicilias; dejando al Mezzogiorno en la pobreza. Es por eso que sus opositores lo llaman mercenario de dos mundos. Fuente: Wikipedia.com.

Gelly, Juan Andrés. Nació en Asunción en 1808 y murió en la misma ciudad en 1859. Fue abogado, diplomático y político de intensa actuación en el Río de la Plata. Al doctorarse en derecho pasó a vivir en Buenos Aires, donde contrajo matrimonio con Micaela Obes, hermana de Lucas Obes. Llegó a ser jefe de Policía de Buenos Aires, aunque sus discrepancias con Rosas lo llevaron a dimitir y a vincularse con el general unitario Juan Lavalle, de quien fue secretario personal. En 1829, y representando a Lavalle, se entrevistó con José de San Martín. Se radicó después en Montevideo, donde ejerció como abogado, y se vinculó estrechamente al primer gobierno constitucional del Uruguay, encabezado por Fructuoso Rivera. Integró el ¨grupo de los cinco hermanos¨, formado por Nicolás de Herrera, José Ellauri, Julián Álvarez (los tres, como Gelly, casados con hermanas de Lucas Obes) y el propio Lucas Obes. Colaboró estrechamente con ellos Santiago Vázquez. Fuentes: Wikipedia; De nuestra tierrra: Juan Manuel de Rosas.

Ginés de Sepúlveda, Juan. Nacido y muerto en Pozoblanco, Córdoba (1490 -1573), fue un humanista, filósofo, jurista e historiador español del siglo XVI. Cursó sus primeros estudios en Córdoba y desde 1510 en la recientemente creada Universidad de Alcalá de Henares, donde obtuvo el título de bachiller en Artes y Teología; allí tuvo entre sus maestros al antierasmista Sancho Carranza de Miranda. En 1515 marchó a Bolonia, donde se doctoró en ambas disciplinas. Hizo algunos amigos, como el humanista Luis de Lucena, e ingresó en la orden de los dominicos, destacando pronto por su erudición en lenguas clásicas. Fue colegial del famoso Real Colegio de España, en Bolonia, creado por Gil de Albornoz, que aún existe, y escribió por entonces la biografía de su fundador: De vita et rebus gestis Aegidii Albornotti. En su estancia en Bolonia entró en contacto con las corrientes humanistas y obtuvo la protección y amistad de Alberto Pío, principe de Carpi, también antierasmista. Conoció además a Julio de Médicis y a Adriano VI. Su interés por Aristóteles lo llevó a traducir su Política (1548), y la defensa del sometimiento de las culturas inferiores que contiene este libro le influiría después a la hora de sostener la legitimidad de la Conquista de América en función de infundir a los indios una cultura superior y cristiana. En este mismo espíritu asistió a las lecciones del famoso Pietro Pomponazzi. Cuando el príncipe se retiró a Francia, después del saqueo de Roma en 1527, Ginés se trasladó a Nápoles al lado del cardenal Cayetano (Tomás de Vio), quien le encargó la revisión del texto griego del Nuevo Testamento. Acompañó a Génova al cardenal Francisco de los Ángeles Quiñones, encargado de cumplimentar a Carlos V, y el emperador quedó tan prendado de él que le nombró su cronista. Su papel contrario a las reformar eclesiásticas le llevó a combatir el pensamiento de Erasmo de Rotterdam, cuya idea del libre albedrío no compartía, y a refutar a Lutero. Defendió además a Catalina de Aragón, la hija de los Reyes Católicos y esposa española de Enrique VIII, en su obra Antapollogia pro Alberto Pio Comité Carpensi in Erasmus Roterodamum (Roma y París, 1532). En 1535 fue nombrado capellán y cronista por Carlos I. Regresó a España donde posteriormente fue nombrado preceptor del futuro Felipe II. Antonio Ramírez de Haro, obispo de Segovia, hizo condenar la obra en que se sustentaban sus doctrinas sobre la conversión de infieles, por las universidades de Salamanca y Alcalá, y Sepúlveda entonces se retiró de la corte a su pueblo natal de Pozoblanco, dedicándose a escribir las obras históricas que le han dado su gran reputación. Allí falleció. Sobre el emperador compuso una crónica de carácter panegírico, De rebus gestae Caroli Quinti. También una historia de la conquista del Nuevo Mundo, De rebus hispanorum gestis ad Novum Orbem Mexicumque y se convirtió en el defensor oficial de la conquista, colonizacióin y evangelización de la población autóctona de América, justificando el derecho de unos pueblos a someter a otros por su civilización superior o derecho del dominador sobre el dominado para evangelizarlo y elevarlo a su misma altura, ya que eran pueblos sin civilizar, en contra de la opinión iusnaturalista de Francisco de Vitoria. También escribió una Historia de la guerra de los indios. Era contrario al espíritu de las Leyes Nuevas de 1542, al igual que los encomenderos, que consiguieron su derogación por los virreyes en América, lo que motivó la llegada a España de Bartolomé de Las Casas. Sepúlveda publicó su De justis belli causis apud indios y Las Casas replicó con sus Treinta proposiciones muy jurídicas, que condujo a la celebración de una reunión de teólogos en Valladolid (Junta de Valladolid) entre los meses de agosto y setiembre de 1550, con el objetivo de solucionar la disputa, que recibió el nombre de polémica de los naturales o de los justos títulos. En la reunión participaron Domingo de Soto, Bartolomé Carranza y Melchor Cano, sustitudo posteriormente por Pedro de la Gasca. Sepúlveda, partidario del consuetudinarismo aristotélico y de la razón de estado de Maquiavello, defendió sus ideas sobre la justicia de la guerra contra los indios a causa de sus costumbres caníbales y los sacrificios humanos, por su inferioridad cultural y para evitar guerras entre ellos, argumentos a los que ya se había opuesto el iusnaturalismo de Francisco de Vitoria. Además, él creía que las conquistas eran necesaria por el adelantamiento cultural de España, de forma que la civilización equivalía a derecho del dominador sobre el dominado para evangelizarlo y elevarlo a su misma altura. Su rival, Las Casas, propugnaba la igualdad genérica del ser humano al margen de cualquier posición política, y la necesidad de que los españoles abandonaran América, limitándose a enviar predicadores para evangelizar, sin apoyo militar ninguno. No hubo resolución final y cada uno de los contrincantes se consideró vencedor. Sepúlveda tradujo, fuera de la Política de Aristóteles, otros libros del estagirita y los Comentarios de Alejandro de Afrodisia a la Metafísica. Con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores a los españoles como niños a los adultos y las mujeres a los varones, habiendo entre ellos tanta diferencia como la que va de gentes fieras y crueles a gentes clementísimas. ¿Qué cosa pudo suceder a estos bárbaros más conveniente ni más saludable que el quedar sometidos al imperio de aquellos cuya prudencia, virtud y religión los han de convertir de bárbaros, tales que apenas merecían el nombre de seres humanos, en hombres civilizados en cuanto pueden serlo (fragmento de De la causa de la guerra contra los indios). En 1780 Cerdá y Rico reimprimió por orden de la Real Academia de la Historia sus obras completas. Fuente: Wikipedia.

González de Santa Cruz, Roque. (1576-1628) Santo, mártir criollo asunceño, fundador de varias misiones y reducciones jesuíticas, proclamado santo por Juan Pablo II en el año 1988. Roque fue uno de los diez hijos del matrimonio formado por el escribano real Bartolomé González de Villaverde y de María de Santa Cruz, ambos nobles españoles, que nació en el año 1576 en el poblado de Asunción, otrora perteneciente a la Gobernación del Río de la Plata (Virreinato del Perú) y hoy la capital del Paraguay. Entre sus otros hermanos: Francisco, el mayor de ellos, fue gobernador del Río de la Plata, con sede en la Asunción, Pedro clérigo presbítero de la Catedral de la Asunción, Mateo clérigo presbítero y contrabajo en la Catedral de la Plata (Sucre), Bartolomé con descendencia hasta nuestros dias en la ciudad de Corrientes y Mariana dejó su impronta de larga descendencia al casarse con el capitán Francisco García Romero, español, teniente de gobernador de Concepción del Bermejo. Estos últimos acompañaron a Juan de Garay en la segunda fundación de Buenos Aires, donde se radicaron y tuvieron toda su descendencia que supera la 16ª generación. En una generación intermedia figura la familia Medrano, de la que descollara el Dr Pedro Medrano, diputado en la Asamblea del Año XIII y en la Declaración de la Independencia Argentina (1816). Con sólo 22 años fue ordenado sacerdote por Monseñor Hernando Trejo y Sanabria, Obispo de Córdoba, y tiempo después nombrado párroco de la catedral de Asunción por el obispo Martín Ignacio de Loyola, pariente de San Ignacio. Se desempeñó en diversas actividades apostólicas, y no aceptó el cargo de Vicario General de Asunción porque quería llegar hasta los mismos indígenas para evangelizarlos. En 1609 abandonó la actividad en esa ciudad e ingresó a la Compañía de Jesús, comenzando su labor como misionero evangelizador. En 1613 fundó la reducción de San Ignacio Miní, una de las más grandes del imperio jesuítico. El 22 de marzo de 1615 fundó la ciudad de Encarnación, en el actual departamento de Itapúa (Paraguay), del cual es la capital. Fundó las reducciones de Concepción de la Sierra (1619), Candelaria (1627), San Javier y otros centros ubicados sobre la costa del río Uruguay. Sobre ese río se extendió hacia el sur, fundando la reducción de Yapeyú, actual provincia de Corrientes y de gran importancia al ser la ciudad natal de José de San Martín. De Yapeyú, partió hacia tierras adentro en el sur del actual Brasil, fundando las reducciones de San Nicolás, Asunción del Iyuí y Caaró. Justamente en la zona de Iyuí, tenía grandes diferencias con el cacique Ñezú, y fue así que el día 15 de noviembre de 1628, esta reducción fue destruida y fueron asesinados tanto el padre criollo Roque González de Santa Cruz como el padre español Alonso Rodríguez Olmedo en Caaró. La misma suerte corrió el jesuita Juan del Castillo, también español, que fue asesinado dos días después, el 17 de noviembre de 1628. Los cadáveres fueron arrojados a la hoguera, pero milagrosamente el corazón de Roque quedó intacto; además les habló haciéndoles ver lo que habían hecho. Su corazón y el hacha con la que lo habían matado fueron trasladados a Roma, volviendo luego a América y tras un corto período en Argentina, fueron llevados a la Capilla de los Mártires (Colegio Cristo Rey) en Asunción, que es donde actualmente se encuentran. El 28 de enero de 1934 fue beatificado, junto con sus compañeros mártires y el 16 de mayo de 1988 el Papa Juan Pablo II lo proclamó como Santo Mártir Rioplatense en una ceremonia realizada en Asunción, junto con los mártires y hasta entonces beatos Juan del Castillo y Alfonso Rodríguez Olmedo. Resulta ser así el primer santo criollo. San Roque González de Santa Cruz fue fundador de las ciudades de Posadas, en la Argentina, y de Encarnación, en el Paraguay, con fiesta el día 15 de noviembre y 17 de noviembre en el Paraguay y en la Argentina, respectivamente. Además, el puente que une estas dos ciudades lleva su nombre en honor a su labor y dedicación a esta región rioplatense. Existen además sendos colegios católicos en ambas márgenes del río Paraná con su nombre. También lleva su nombre la gigantesca represa que alimenta a la central hidroeléctrica de Itaipú, en la frontera entre Paraguay y Brasil, sobre el río Paraná, la que fue inaugurada el 6 de agosto de 1991, por los presidentes Andrés Rodríguez de Paraguay y Collor de Melo de Brasil. En dicha ocasión en el oficio religioso se escuchó la primera, y quizá hasta hoy la única misa en su honor, Misa a San Roque de Santa Cruz, para solistas, coro y orquesta, cuyo autor es el músico paraguayo José Luis Miranda Fiori. Fuente: Wikipedia.

González, Joaquín Víctor. Nació en Chilecito, la Rioja (1863) y falleció en Buenos Aires (1923). Fue un notorio político, historiador, educador y escritor. Se lo reputó masón; gustó de la filosofía. Ejerció el gobierno de su provincia y fue varias veces ministro; fundó la Universidad de La Plata y el Instituto Superior del Profesorado de Buenos Aires. Integró la Real Academia Española y fue miembro de la Corte Permanente de Arbitraje Internacional de La Haya. Cuando falleció ejercía la senaduría de la Nación. Fue autor de una vasta obra sobre diversos temas de historia, sociología y derecho, contándose entre ellas: La Revolución de la Independencia Argentina (1887); Historias (1900); La Tradición Nacional (1891); Manual de la Constitución Nacional (1897); El juicio del siglo, o cien años de historia argentina (1910); La Universidad de Córdoba en la evolución intelectual argentina (1913); Patria y Democracia (1920); Mis Montañas (1923); Fábulas nativas (1924). En 1934, por orden del Congreso Nacional, se publicaron sus Obras Completas, en 25 tomos, con más de 13.000 páginas, agrupadas en 51 títulos.

Granada, Nicolás Eusebio. Nació en Montevideo en 1795 y murió víctima de la fiebre amarilla en San Isidro, en 1871. Fue un destacado combatiente en las guerras contra los indígenas del sur de la provincia de Buenos Aires y partidario del gobernador Rosas durante las guerras civiles argentinas. Hijo de un oficial español del Virreinato del Río de la Plata, estudió en una academia militar española y regresó a Montevideo en 1807, participando en la lucha contra las invasiones inglesas. En 1810 formaba parte de la guarnición de Montevideo y luchó del lado de los realistas contra los ejércitos de la Revolución de Mayo. Participó en la defensa de la ciudad contra el sitio a que la sometieron los gobiernos independentistas y cayó prisionero cuando la ciudad fue tomada por éstos en mayo de 1815. Se incorporó al ejército patriota, pero permaneció algún tiempo en la ciudad, para pasar sólo después de algún tiempo a Buenos Aires. Participó en las campañas del Directorio contra los federales de Santa Fe. En 1820 peleó en Cepeda y en Cañada de la Cruz. En 1823 participó en la campaña de Martín Rodríguez al sur, y de la fundación del Fuerte Independencia, origen de la actual ciudad de Tandil. Prestó servicios en la frontera bajo las órdenes de Federico Rauch, con el que llevó adelante varias campañas contra los indios, y después con el coronel Ángel Pacheco. Después de diciembre de 1828 se pasó a las fuerzas de Juan Lavalle, luchando de su lado en Navarro y –a las órdenes de Isidoro Suárez- en Las Palmitas. También dirigió una división en la batalla de Puente de Márquez. Caído Lavalle, permaneció en las fuerzas provinciales, entonces al mando de Juan Manuel de Rosas. Durante muchos años prestó servicios en la frontera con el indio, participando de la campaña al desierto de 1833. Al año siguiente fue ascendido al grado de coronel. En 1839, al estallar la revolución de Los Libres del Sur, éstos contaban con que Granada se les uniera con su regimiento, pero éste se presentó con sus tropas al coronel Prudencio Rosas. Cuando el jefe le insinuó que no confiaba en él, se quitó las charreteras y tomó un fusil para pelear como soldado raso, hasta que el hermano del gobernador lo convenció de que tomara el mando de su regimiento. Peleó en la batalla de Chascomús y fue su división la que decidió la victoria. Volvió a la frontera, cuando las primeras lanzas de Calfucurá aprovechaban la guerra civil para atacar, y las venció en la batalla de Tapalqué. En 1840, también Lavalle esperó que Granada lo apoyara durante su invasión, pero éste se unió a las fuerzas de Pacheco, combatiendo a sus órdenes en Quebracho Herrado, San Cala y Rodeo del Medio. Ya había participado en algunas campañas en el interior del Uruguay, bajo las órdenes del gobernador entrerriano Urquiza, pero en 1852 se negó a adherir al pronunciamiento y se trasladó con sus tropas a Buenos Aires, peleando junto a Rosas en Caseros. Apoyó la revolución del 11 de setiembre, aunque a pesar de sus antecedentes no se unió al general Hilario Lagos en su reacción contra los unitarios y permaneció en la ciudad alejado del ejército. A fines de 1853 regresó a la frontera sur y participó de algunas de las campañas contra los indios. En 1858 venció a Calfucurá en Pigüé, una de las pocas victorias alcanzadas en territorio indígena y tan lejos de la frontera. El gobernador Valentín Alsina propuso su ascenso a general, pero los antiguos colaboradores de Lavalle lo vetaron por sus antecedentes rosistas. Por eso se retiró del ejército poco antes de la batalla de Cepeda y se instaló en San Isidro. En 1865 fue nombrado inspector militar de todo el norte de la provincia, fundando colonias agrícolas en Nueve de Julio y Veinticinco de Mayo. Se retiró definitivamente en 1867. Fuente: Wikipedia.

Gregorio de Las Heras, Juan Gualberto. Nació en Buenos Aires en 1780 y murió en Santiago de Chile en 1866. El apellido original de su familia era Gregorio de Las Heras, pero su mal uso por error o ignorancia tornó único a Las Heras. Fue comerciante en su juventud, y luchó contra las invasiones inglesas en el regimiento de Húsares de Pueyrredón. Al estallar la Revolución de Mayo se encontraba en Córdoba; allí se incorporó a un regimiento revolucionario local de 400 hombres y fue enviado a Chile en 1813, primero bajo el mando de Santiago Carrera y luego de Marcos Balcarce, del cual llegó a ser segundo jefe. Después reemplazó en el mando a Balcarce y participó del sitio de Chillán, venciendo en febrero de 1814 en Cucha Cucha y en marzo del mismo año en Membrillar, aunque entonces bajo las órdenes de Juan Mackenna. Después de sobresalir en otras batallas fue ascendido a teniente coronel. Intentó regresar a Buenos Aires, pero el nuevo gobernador de Cuyo, José de San Martín lo convenció para que permaneciera en Chile. Reingresó después de la batalla de Rancagua, en octubre de 1814, a tiempo para proteger la retirada de las fuerzas que pudieron salvarse; entre los sobrevivietes iban los generales O´Higgins y Carrera. Cuando San Martín comenzó a organizar su ejército de los Andes, encargó a Las Heras la formación de un cuerpo de infantería. Antes del cruce de los Andes, Las Heras fue ascendido a general, comandando la columna más importante, que cruzó por el paso de Uspallata, en tanto el Libertador lo hacía por el sur de San Juan. Después, la participación de Las Heras en la batalla de Chacabuco fue esencial para asegurar la victoria. Dirigió la campaña al sur de Chile, venciendo al general José Ordóñez en Curapaligüe y Gavilán, al norte de Concepción. Luego quedó bajo el mando de O´Higgins, que organizó el asalto de la fortaleza de Talcahuano en diciembre. Pero desoyó las ideas de Las Heras y siguió las de un general napoleónico, por lo que a pesar del heroísmo de Las Heras –que perdió más de la mitad de sus hombres- el asalto fracasó. Al llegar refuerzos del Perú para los realistas, San Martín ordenó el repliegue y se puso al mando del ejército. Una imprudencia costó la derrota en Cancha Rayada, donde la decisión de Las Heras salvó la mitad del ejército. Con esos hombres y algunos más, sólo dos semanas después, San Martín obtuvo la victoria definitiva en Maipú, donde Las Heras completó el triunfo derrotando al general Ordóñez. Las Heras permaneció en Santiago, casándose con una joven de la aristocrática familia Larraín, y ayudó a San Martín a formar la expedición al Perú, como jefe del estado mayor. Cuando la expedición desembarcó en la bahía de Paracas, en setiembre de 1820, Las Heras fue el encargado de tomar la cercana villa de Pisco, primera base del ejército en Perú. Desde el campamento Huaura hizo varias cortas expediciones hacia los alrededores de Lima. Tras la caída de la capital virreinal en manos de los patriotas, dirigió el sitio del puerto y fortaleza de El Callao, que le costó cuarenta días capturar. Ocupó la comandancia en jefe del ejército peruano y fue ascendido al grado de mariscal, pero se enfrentó con San Martín por la inactividad del ejército, la inclinación aristocrática del gobierno peruano y las intrigas del ministro Bernardo de Monteagudo. Cuando regresó a Chile fue muy mal recibido por O´Higgins, de modo que regresó a Buenos Aires. El ministro Rivadavia lo envió en misión diplomática al Alto Perú, a negociar con los últimos realistas, pero fracasó por la intransigencia de éstos. Estaba en viaje de regreso, cuando fue elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires, cargo que asumió en mayo de 1824. Se debió a su iniciativa la firma de un tratado con Inglaterra, que incluía el reconocimiento de la independencia del Plata. No en vano su larga y entrañable amistad con el Libertador; este tratado epilogaba las gestiones desplegadas por San Martín en Londres. Cuando Rivadavia fue elegido presidente y nacionalizó toda la provincia de Buenos Aires, Las Heras renunció a su cargo que ya no significaba poder alguno. Regresó a Chile, donde ejerció como jefe de estado mayor e inspector general del ejército hasta 1830. Si bien no era un exiliado, se rodeó de todo tipo de refugiados argentinos, entre ellos cada vez más numerosos enemigos de Facundo Quiroga y Juan Manuel de Rosas. En 1865, siendo comandante general de armas chileno, pasó a retiro definitivo. Sus cenizas fueron repatriadas y se encuentran en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, junto al mausoleo del general San Martín. Fuentes: Wikipedia; El historiador, Felipe Pigna; Academia Nacional de la Historia.

Grijalva, Juan de. Nacido en Cuéllar, España, en 1490 y muerto en Olancho, Honduras en 1527, este conquistador, siendo muy joven, acompañó a Pánfilo de Narváez a la isla La Española, desde donde partió en la expedición de Diego Velázquez de Cuellar a Cuba (del cual era sobrino), participando en la conquista y exploración de la isla. Interesado por los descubrimientos de Francisco Herández de Córdoba, Velázquez decidió el envío de una nueva expedición a Yucatán, poniendo al frente a su sobrino Grijalva. El contingente descubrió la isla de Cozumel (Cruz de Puerta Latina); ya en Yucatán, exploraron el litoral norte y parte del Golfo de Méjico. Enfrentados con los aborígenes, a los que lograron dominar provisoriamente, descubrieron las tierras de Tabasco, así como una corriente de agua a la que bautizaron con el nombre de Río de Dos Bocas. Luego pasaron por la actual Veracruz, y navegando por el río Ránuco, por el actual estado de Tamaulipas, cerca de la frontera entre México y Estados Unidos. Llegó Grijalva a tener conocimiento de la existencia del Imperio Azteca, pero escaso de provisiones, prefirió regresar a Cuba. Allí debió enfrentar críticas y su destitución por no haber establecido colonia ninguna en las tierras visitadas. Tiempo después, Grijalva acompañó a Garay en un viaje de exploración al golfo de México y La Florida, cuando ya Hernán Cortés dominaba la región. Siendo parte de un motín, Grijalva fue devuelto a Cuba. Se unió finalmente a Pedrarías Dávila y viajó a Honduras y Nicaragua, pereciendo a manos de los nativos en Olancho, Honduras, en 1527. Fuente: Wikipedia.

Groussac, Paul Francois. Nació en Toulouse, Francia, el 15 de febrero de 1848 y murió en Buenos Aires el 27 de junio de 1929. Durante su juventud estudió los clásicos; al morir su madre fue enviado a la casa de su abuela en Soréze, estudiando en el colegio de los dominicos, donde conoció al padre Lacordaire, un escritor romántico, que ejerció marcada influencia sobre Groussac. Su máximo inspirador de aquellos años era Víctor Hugo. En 1865 se matriculó en la École Naval de Brest, que abandonó, anotándose luego en la Escuela de Bellas Artes de Toulouse, la que también abandonó disgustado por el rigor de sus autoridades docentes. Después obtuvo de su padre permiso para realizar un largo viaje, pero una vez llegado a París, notó que tenía muy poco dinero para continuar. Contrariado por el nuevo matrimonio de su padre y no queriendo regresar en esas condiciones, decidió gastar el dinero que le restaba en un viaje de segunda mano en el primer buque que zarpara. Es así como subió al velero Anita, con destino a Buenos Aires. Llevaba consigo una carta de recomendación del filósofo y antiguo alcalde de Toulouse, Adolphe Gatien-Arnoult, para su ex colega universitario Amadeo Jacques (que había emigrado a la Argentina y estaba casado con la patricia Benjamina Augier Echagüe). Groussac se quedó en Buenos Aires el resto de su vida. A poco de llegar a Buenos Aires, acusado de vagancia y deserción, fue auxiliado por el cónsul francés, quien le consiguió un puesto como ovejero en San Antonio de Areco, pero una carta de su padre lo instó a regresar a la vida civilizada. Durante los siguientes diecisiete años dictó clases de matemática en el Colegio Modelo, comenzó sus estudios autodidactas en la biblioteca, trabajó como catedrático, dio clases en la Escuela Normal y en el Colegio Nacional. Se interesó profundamente en el idioma español; publicó la Revista Argentina y dirigió La Unión, periódico del gobierno tucumano, permaneciendo nueve años en esa provincia. Escribió para el diario La Razón, del cual fue después director. En este medio desarrolló un polémico estudio acerca de una posible radicación de los jesuitas en la provincia tucumana. Dirigió la Escuela Normal de Tucumán; fue nombrado Director de Enseñanza en Tucumán e Inspector Nacional de Educacióin (1874), participando del primer congreso pedagógico como defensor del laicismo, y presentando una conferencia más tarde publicada bajo el título Estado Actual de la Educación Primaria en la República Argentina. En 1870 contrajo matrimonio con una joven santiagueña perteneciente a la alta sociedad: Cornelia Beltrán Alcorta. En 1884 regresó a Buenos Aires con su familia, participando incipientemente en la vida social y política de la ciudad. Apoyó las candidaturas de Bernardo de Irigoyen y de Roque Sáenz Peña. Fundó Sud América, un diario de ideas liberales, junto con Lucio V López, Delfín Gallo, Roque Sáenz Peña y Carlos Pellegrini. En 1885 vuelve a ser designado Inspector de Educación y Director de la Biblioteca Nacional, por orden de Julio A Roca. Ocupó este último cargo hasta su muerte, cuarenta y cuatro años más tarde. En 1894 escribía en La Nación y en Le Courrier du Plata. Fundó el diario en francés Le Courrier Francois, journal du matin, politique, littéraire & commercial, con la colaboración financiera del industrial Clodomiro Hileret. En los siguientes años se dedicó profundamente a la Biblioteca Nacional, ordenándola, administrándola y aumentando su patrimonio enormemente gracias a grandes donaciones que promovió incansablemente. Tras una operación de glaucoma en 1926, perdió la poca vista que conservaba, pocos antes de morir, a la edad de 81 años. Sus obras más destacadas: La Biblioteca (1896) y Anales de la Biblioteca (1900), que fueron antologías de ensayos críticos, relatos históricos de la bilbioteca y documentos pertinentes a la historia del Río de la Plata. Obras subsiguientes fueron Estudios de historia argentina; Ensayo histórico sobre el Tucumán y Mendoza y Garay, así como Fruto vedado (novela), Relatos argentinos, La divisa punzó, Crítica literaria, Las islas Malvinas y su apasionada Biografía de Liniers, finalmente publicada como libro en 1907, luego de adelantar capítulos en la revista de la Biblioteca. Fuente: Wikipedia.

Guacurarí o Guazurarí, Andrés (Andresito) Fue un indio guaraní. Nació en Santo Tomé o San Borja, probablemente el 30 de noviembre de 1778. Vivió en Santo Tomé con su madre a partir de la invasión luso-brasileña de 1801. Fue educado por el cura del pueblo. Su nombre, como él lo escribía era Andrés Guacurarí; los luso-brasileños lo llamaban Artiguinhas o Andrés Tacuarí. Fue más conocido como ¨Andresito¨. Su cultura fue bastante completa. Fue músico. Hablaba y escribía correctamente castellano, portugés y guaraní. José Artigas fue su padrino y en 1811 lo adoptó. A partir de allí se lo conoce como Andrés Guacurarí y Artigas o Andrés Artigas. Su lucha se orientó hacia dos objetivos. Primero, hacer la guerra a las fuerzas extranjeras que invadían el territorio misionero. Y segundo: la defensa de los principios federalistas sustentados por Artigas. Las campañas en las que intervino Andresito fueron cuatro: * CAMPAÑA DEL RIO PARANÁ CONTRA LA INVASION PARAGUAYA (1815). Andresito fue designado por Artigas en 1815 Comandante General de Misiones, cargo que ocupó hasta 1816. El Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, so pretexto de inconducta de las fuerzas artiguistas en su frontera, dispuso la ocupación de los pueblos misioneros de la banda oriental del Paraná. El capitán paraguayo Francisco Antonio González se apoderó en agosto de 1815 violentamente de los pueblos de Candelaria, Santa Ana, Loreto, San Ignacio y Corpus. Posteriormente lo reemplazó el comandante José Isasi. Artigas ordenó a Andresito que impidiera el avance paraguayo y que los hiciera repasar el río Paraná. Organizó una fuerza de 500 hombres (indios) de infantería y caballería. Se recuperó Candelaria; el asalto fue dirigido por fray José Acevedo y el capitán Manuel Miño el 10 de Septiembre de 1815. Isasi se entregó. Con posterioridad Andresito recuperó los demás pueblos: Santa Ana, San Ignacio Miní, Loreto y Corpus. Asumió el gobierno de Misiones con el cargo de Comandante General. Instaló su sede en Candelaria. Su gobierno fue recto y justo, procediendo en todo conforme a la orientación política artiguista. Recuperó los pueblos misioneros sobre el Paraná. Los Cabildos indios volvieron a funcionar regularmente durante su gobierno. Se encargó de administrar las estancias y yerbales y de comerciar con las demás provincias. Instaló una fábrica de pólvora en Concepción. Ordenó la construcción de rústicos hornos para fabricar chuzas. Toda su organización fue interrumpida por la invasión portuguesa. * PRIMERA CAMPAÑA DEL RIO URUGUAY CONTRA LA INVASION LUSO-BRASILEÑA (1816). Era intención de Andresito la reconquista de las misiones Orientales; para ello instaló una fábrica de pólvora y reorganizó su ejército. Inició la marcha con 1000 hombres desde Santo Tomé en 1816. Obtuvo un triunfo en Sao Joa Vello. Por proclama hizo saber a los siete pueblos sus intenciones. Instaló su campamento en Itaquí (frente a Alvear, Corrientes). Los luso-brasileños plantaron su campamento en San Borja. Se produjo un combate en Rincón de la Cruz, triunfando Andresito y recibiendo la adhesión de los naturales de la región. Andresito sitió San Borja el 21 de septiembre de 1816; los luso-brasileños se resistieron; después recibieron refuerzos y derrotaron a Andresito, obligándolo a retirarse repasando el río Uruguay. Los portugueses volvieron a atacar en 1817 en la cercanía de la barra del Aguapey. Por órdenes del gobernador de Río Grande do Sul, los luso-brasileños saquearon e incendiaron los pueblos de Yapeyú, La Cruz, Santo Tomé, Santa María y Mártires. Saquearon únicamente a Apóstoles, San José y San Carlos y llevaron cuanto había de valor. Dos veces más atacaron los portugueses, pero los ejécitos de Andresito los derrotaron en Apóstoles y San Carlos. * CAMPAÑA DE CORRIENTES EN DEFENSA DEL FEDERALISMO (1818-1819). Luego del combate de San Carlos, Andresito instaló su cuartel en Tranquera de Loreto y vigiló los movimientos de los paraguayos y de los portugueses. Recibió órdenes de Artigas de marchar sobre Corrientes para reestablecer la autoridad federal, resentida por un golpe militar dirigido por el capitán José F. Vedoya, adherido al centralismo porteño. Se produjeron dos encuentros, uno en Caa-Catí y otro en Saladas en 1818; ambos posibilitaron el triunfo de Andresito. Ejerció la gobernación hasta abril de 1819. Reorganizó el gobierno civil. Ningún pueblo dejó de tener autoridad constituida. Pero había un enfrentamiento entre el patriciado de las ciudades capitales y las masas rurales. La sociedad correntina estaba acostumbrada desde la época de las colonias, a encomiendas donde no existían los sueldos y se trabajaba por la comida; a los hijos se los tenía en las casas de viejas familias como “criados”, con la paga del plato diario. Los indios eran la base de todas estas actividades y de la misma esclavitud. Andresito se abocó a la tarea de liberar indios y esclavos. Realizó el reparto de tierras a los que las necesitaban y a los que las querían para trabajarlas. * SEGUNDA CAMPAÑA DEL RÍO URUGUAY CONTRA LA INVASIÓN LUSO-BRASILEÑA (1819). Para 1819 el ejército de Artigas no contaba con suficientes medios ni hombres para resistir a los invasores. Sólo Andresito volvió a la lucha; abatió guarniciones enemigas y tomó posición en los pueblos de las misiones orientales. Se instaló en San Nicolás. Quiso atacar a Chagas, pero el asalto fracasó y los luso-portugueses se retiraron y pidieron refuerzos a Porto Alegre y a Alegrete. Andresito marchó al sur intentando contactarse con Artigas, pero no lo consiguió. Chagas con refuerzos retomó San Nicolás. Andresito decidió volver y en su contramarcha chocó con las poderosas fuerzas brasileñas en Itá-Curuví en Julio de 1819. El combate fue violento. Andresito debió retirarse y dispersar sus tropas con la consigna de reunirse en la otra banda del río Uruguay, en la actual Misiones. Algunos lo consiguieron; otros grupos fueron alcanzados por los luso-portugueses y se produjeron sangrientos entreveros, en uno de los cuales perdió a vida el cacique Tiraparé. Cuando Andresito se preparaba para cruzar el río en una jangadilla con un pequeño grupo fue sorprendido por una fuerte patrulla que lo tomó prisionero. Fue llevado a las cárceles de Porto Alegre a pie, con cueros frescos atados al cuello, los que se iban secando en el camino. Debió trabajar en obras públicas. Luego fue llevado a un pontón en Río de Janeiro con otros compañeros y luego trasladado a la isla Das Cobras. El español D. Francisco de Borja Magariños gestionó y obtuvo su libertad, poniendo fin a su calvario en 1821. El 3 de julio de 1821 Andrés Guacurarí arribó a Montevideo y a partir de esa fecha se perdió su rastro. No se sabe si murió en Montevideo, si volvió a Misiones, si murió en el viaje, si fue envenenado en la prisión. Lo que sí se sabe es que Misiones perdió uno de sus mejores hombres. Su acción permitió que la actual provincia de Misiones se incorporase a la República Argentina. Fuente: http://www.misiones.gov.ar .

Guardini, Romano. Este autor nació en Verona, Italia, en 1885 y murió en Munich, Alemania, en 1968. Fue escritor, académico y teólogo. Estudiante de química y de economía en Tubinga y en Berlín, cursó los estudios eclesiásticos y fue ordenado sacerdote. Fue profesor de dogmática en Bonn (1922), de filosofía católica en Berlín (1923) y maestro en el arte de la interpretación. Ejerció una considerable influencia en la juventud católica alemana después de la Primera Guerra Mundial. En 1945 fue invitado para enseñar en la Universidad de Tubinga, y a partir de 1948, en la de Munich, donde exponía su propio pensamiento acerca de la cosmovisión católica del mundo. Para sustituirle, tras su jubilación, se convocó a Karl Rahner. En 1952 obtuvo el premio de la paz de los libreros alemanes. De inspiración agustiniana, su teología, que explora amplios espacios de la cultura, es más una evocación de la vida de fe que una sistematización dogmática. Entre sus muchas obras cabe recordar El espíritu de la liturgia (1917); Cartas de la autoformación (1922); El universo religioso de Dostoievski (1923); La muerte de Sócrates (1934); Pascal (1934); La esencia del cristianismo (1939); Libertad, gracia y destino (1948); La aceptación de sí mismo (1960) y El Señor (1954).

Guarú, Rosa. Fue la indiecita que tuvo un niño, y la familia San Martín lo adoptó como propio, pero ella siguió en la casa cuidándolo, criándolo, hasta que se fueron a Buenos Aires. Ese niño era José Francisco de San Martín. Al marchar a España el futuro libertador tenía unos tres años y los San Martín le prometieron a Rosa que iban a venir a llevarla a ella, pero no aparecieron más. Rosa Guarú los esperó toda la vida. Cuando atacaron y quemaron Yapeyú, ella se fue a la isla brasilera, estuvo mucho tiempo allá y volvió. Levantó un ranchito por Aguapé, y mantenía la esperanza de que volvieran. Le tenía un gran apego a José Francisco. Nunca se casó, aunque tuvo otros hijos. Siempre preguntaba por San Martín. Este, cuando era jefe de los granaderos, le regaló un retrato o medalla que ella conservó siempre, y al morir, ya muy viejita, la enterraron con ese recuerdo del que era inseparable.” Esto es lo que los tatarabuelos de María Elena Báez relataron a sus hijos y nietos, y ellos a su vez transmitieron a los biznietos y a ella. Los pobladores antiguos de Yapeyú, y especialmente las mujeres más añosas, como Zoila Daniel, Elisa Coronel y Yuntina Ferreira, conocen la historia, aunque la cuentan con muchas reservas, sólo si se les pregunta. Lo único que admite la versión oficial es que Rosa Guarú fue la niñera del Libertador, y los yapeyuanos guardaron el secreto de que era su verdadera madre. Por la banda oriental del Uruguay, según el historiador uruguayo Washington Reyes Abadie, los relatos orales preservaron también la memoria de la madre guaraní del Libertador, que fueron la punta del ovillo de esta investigación. Don Antonio Emilio Castelo, autor de una completa historia de su provincia que tiene ya varias ediciones, y el lingüista guaraní Víctor Cejas nos confirmaron que la misma tradición subsistía en Corrientes, donde el nombre y la imagen de Rosa Guarú han mantenido una entrañable vigencia. Una crónica publicada por Pedro Mesa Toledo, antaño maestro de escuela en Yapeyú, narra que, en la época de la guerra del Paraguay, Rosa Guarú preguntó por la suerte del general San Martín a uno de los oficiales que venía del frente. Cuando éste le informó que había muerto en Francia en 1850, las lágrimas corrieron por el rostro ajado de la anciana. Ella sobrevivió unos treinta años a su hijo. El cura Eduardo Maldonado (La cuna del héroe, 1920) consigna que falleció en Aguapé, a dos leguas de Yapeyú, hacia 1880. Don Pedro Ordenavía, jefe de correos de Yapeyú, recopiló entre otros testimonios los recuerdos de los colonos franceses que vinieron a establecerse en la zona y la conocieron personalmente a Rosa Guarú alrededor de 1860. Lorenzo Parodi, un agrónomo de renombre de la Universidad de Buenos Aires que relevó la flora del lugar, describió en la revista Darwiniana (1943) el ficus sanmartinianus, el higuerón bajo el cual la joven misionera amamantaba al niño, e incluyó las referencias de Ordenavía de que había vivido hasta los 112 años. Ello no sorprende a nadie en estos pagos, donde se recuerda a numerosos longevos más que centenarios. El viejo higuerón cayó en 1986, y hoy se yergue en el mismo lugar un airoso retoño que los vecinos veneran como a su predecesor. Pocos metros más allá, ante el espléndido escenario de la barranca que se empina sobre el río Uruguay, el templete construido en 1938 por el gobierno nacional protege los muros de piedra que quedaron de la casa de la gobernación. Hace un siglo y medio, Rosa Guarú fue traída desde Aguapé para atestiguar que esas ruinas correspondían al hogar de los San Martín. En el recinto del templete, custodiado permanentemente por un granadero en uniforme de gala, una urna de metal dorado guarda sendas cajas con los restos de Juan de San Martín y Gregoria Matorras, que fueron trasladados de España a Buenos Aires en 1948 y enviados desde la Recoleta a Yapeyú en 1998. Doña María Elena Báez nos habla con emoción, como si hubiera sido ayer, de los 300 soldados misioneros –trece de ellos yapeyuanos– llevados por pedido de San Martín para integrar el Regimiento de Granaderos, uno de los cuales fue Juan Bautista Cabral. El 6 de mayo de 1813, con una nota firmada por cuatro de aquellos hombres, Matías Abucú, Miguel Aybi, Andrés Gueyare y Juan de Dios Abaya, se presentaban ante San Martín expresando “la felicidad y el honor de conocerlo y saber que es nuestro paisano”, y agregaban que “somos verdaderos americanos con sólo la diferencia de ser de otro idioma”. Los yapeyuanos están orgullosos de estos soldados que acompañaron al Gran Capitán en sus combates a lo largo del continente, y la tradición evoca con pena que sólo volvieron seis. Pero aún más que los bravos tapes que regaron su sangre por la libertad americana, la heroína yapeyuana es Rosa Guarú, la humilde niñera del Libertador, cuyo secreto era ser también su madre. Una historia que coincide perfectamente con la otra vertiente de memorias que hemos documentado sobre las andanzas por el río Uruguay y por Yapeyú, alrededor de 1778, de aquel marino y conquistador español que fue don Diego de Alvear y Ponce de León. La autora de la estupenda cantata Pepe Pancho, la poetisa santafesina Elena Siró, alude a Rosa Guarú cuando se refiere al “niño con dos madres”. Viejos grabados retratan sus rasgos bellos y su piel bronceada, con vestido largo pero descalza, porque ella nunca admitió que le calzaran zapatos. Otro de sus hijos fue José Guarú, quien llegó a ser comisario de Yapeyú. Aunque el Registro Civil de la localidad recién se organizó en 1901 y, según nos explica una encargada de la oficina, los libros más antiguos se conservan mal, tal vez existan datos de los Guarú en estos o en los anteriores registros parroquiales. Es presumible que vivan actualmente algunos descendientes. Los lugareños afirman que doña Rosa Guarú fue sepultada en Aguapé, un pueblo hoy prácticamente extinguido. Tanto el actual interventor del municipio, Pascual Rotella, como el ex intendente de Yapeyú, Pedro Norberto Zulpo, comparten esta certeza, si bien el punto exacto donde estaría enterrada es motivo de controversia. Don Francisco Sampallo, que alterna sus ocupaciones de granadero con la vocación de verseador, sostiene que se halla en el antiquísimo camposanto que está dentro de su predio. Cuando acudimos a su casa, un hermoso rancho típico de la región, nos relata que él compró las 15 hectáreas que posee a Petrona Suárez, en cuya estancia fue peón muchos años. Doña Petrona le mandaba mantener limpio de maleza el campo desde “la tumba de Rosa Guarú”, que Sampallo ubica en una esquina del cementerio. El problema es que, como pudimos comprobar, se han superpuesto los sepulcros de la época de las misiones con los de posteriores etapas del poblamiento. Muchas cruces y túmulos han sido removidos. La tumba más nueva, la del Chato Silva (que ostenta un estandarte rojo y una botella de ginebra para recordar su afición al canto y la bebida) data de una década atrás. Sampallo se mantiene vigilante con su escopeta cargada para ahuyentar a los merodeadores. Sabe que a veces, en las horas del sueño, practican allí ciertos “trabajos” ceremoniales los espiritistas del culto umbanda, que han extendido su influencia desde el vecino Brasil. Recorriendo las inmediaciones, Sampallo y Zulpo nos hablan de periódicos hallazgos arqueológicos que han nutrido los museos de la región y sus propias colecciones “caseras”: vasijas y otras cerámicas guaraníes, tallas jesuíticas en madera y en piedra, boleadoras, hachas paleolíticas y puntas de flechas, monedas, estribos, nazarenas, piezas metálicas de los aperos de los ejércitos indígenas y criollos que libraron incontables batallas en las tierras rojas misioneras. Por ahí resuenan todavía los ecos de las legendarias hazañas de Andresito Guacurarí, el ahijado de Artigas. Y cada tanto aparecen buscadores de tesoros, munidos de planos, documentos e instrumentos de detección, alentando la esperanza de dar con las fabulosas riquezas que habrían ocultado los jesuitas antes de marcharse expulsados de la región en 1767. Llegamos a visitar también, en el centro de lo que antes fuera el poblado principal de Aguapé, otro cementerio abandonado donde podría estar la tumba de Rosa Guarú. Ahora es parte del lote de Tatita Romero, uno de los pocos paisanos que se empeñan en permanecer en aquellos parajes. Algunos objetos preciosos permitirían verificar cuáles son los restos de la finada: el trofeo del que jamás se separó y con el que fue sepultada, que según algunos sería un relicario con la imagen o cabellos del niño y, según otras versiones, una cruz de oro u otra condecoración semejante que después de la batalla de San Lorenzo el Libertador le obsequió en mano o le envió con un edecán. Hasta aquí llega nuestra exploración. La búsqueda debería proseguirla un equipo idóneo de historiadores, antropólogos y arqueólogos que cuenten con el respaldo legal y los recursos tecnológicos necesarios. Cercados por la crisis de la economía tradicional que ha devastado y despoblado gran parte de la región, los yapeyuanos subsisten principalmente del magro empleo público en algunos destacamentos y oficinas estatales. El turismo es una débil ilusión, pues los viajeros que van a las cataratas o a Buenos Aires pasan de largo o se detienen fugazmente en el lugar. Pero don Norberto Zulpo y la licenciada María Isabel Argias de Rebés nos hablan de los proyectos que han impulsado para rescatar el fantástico patrimonio arqueológico yacente bajo tierra, en los túneles de la parroquia jesuítica, en los cementerios y en otros centros que deben ser localizados reconstruyendo el plano originario del asentamiento misional. Doña María Elena afirma que este país ha sido ingrato con el Libertador, a quien echaron dos veces al destierro, y que sólo podrá salir adelante cuando hagamos un verdadero acto de contrición por los agravios que le infligieron. Como Rosa Guarú, ellos llevan también mucho tiempo esperando. En el año del sesquicentenario sanmartiniano, sería oportuno que ocurriera algo nuevo en Yapeyú. Quizás la gente de este país vuelva sus ojos hacia aquel luminoso rincón fronterizo que contiene, entre sus tesoros escondidos, un símbolo de nuestros orígenes. Quizás lo rescatemos del olvido y la lejanía. Quizás resolvamos los enigmas y podamos completar esta historia, y nuestro país se compadezca del paciente destino y la espera interminable de Rosa Guarú. Fuente: Chumbita, Hugo en Página 12. 2000, Buenos Aires, Argentina.

Guazani. Cacique principal de los carios del actual Paraguay. Llegó a ser guía, junto con Atabare, de los españoles que comandados por Alvar Núñez emprendieron un viaje por el río Paraguay en busca de riquezas. Posteriormente los traicionó para resguardar la integridad de su pueblo. Fuentes: Varias.

Güemes, Martín Miguel de. Salteño, nació el 7 de febrero de 1785, falleciendo el 17 de junio de 1821 en Cañada de la Horqueta, en la misma provincia. Cumplió una destacada actuación en las luchas por la independencia, librando con escasísimos recursos una casi constante guerra defensiva conocida como Guerra Gaucha, que mantuvo al resto del territorio argentino libre de invasiones realistas. Fue asimismo Gobernador de Salta durante seis años. Nos interesa el último año del desempeño de Güemes, que había sido designado por San Martín como General en Jefe del Ejército de Observación. Ambos líderes se encontraban informados de sus recíprocos movimientos, y cuando San Martín desembarcó en la costa peruana, Güemes dispuso avanzar hacia el Alto Perú. Pero poco quedaba entonces del Ejército del Norte, careciente de armas. Para obtenerlas, Güemes marchó sobre Tucumán pero fue derrotado; entretanto el Cabildo de Salta aprovechó su ausencia para acusarlo de tirano y deponerlo a fin de cesar en el pago de las contribuciones extraordinarias que el caudillo reclamaba para continuar con la guerra. Pero Güemes reconquistó pacíficamente la ciudad de Salta y, demostrando grandeza, perdonó a sus detractores. Sin embargo, fuerzas realistas que antes se habían puesto en camino respondiendo al llamado de los opositores, volvieron a atacar Salta y Güemes resultó herido. Sin la adecuada atención, y considerando que el caudillo era hemofílico, esa herida lo llevó a la muerte en diez días. Apenas unas semanas después de la muerte de Güemes, sus hombres obligaron al ejército español a evacuar Salta; la guerra gaucha seguía funcionando. Fue la última invasión realista al norte argentino, con lo que Güemes, aunque no llegó a verlo, finalmente venció a sus enemigos. Recién a principios del siglo XX, la imagen de Güemes comenzó a virar desde su reputación de caudillo que soliviantó a las masas campesinas contra las clases altas salteñas, a la de verdadero patriota. Ello fue obra principalmente de su biógrafo Bernardo Frías. Luego contribuyó a su inmortalización Leopoldo Lugones, con La guerra gaucha. Fuentes: Las citadas; Wikipedia; El Historiador, Felipe Pigna.

Guevara, Isabel de. Fue una de las once mujeres que viajaron con Pedro de Mendoza en ocasión de la primera fundación de Buenos Aires; Isabel acompañaba a su esposo Pedro de Esquivel. Esta expedición fracasó y no pudo sostenerse en el tiempo, razón la cual, años después se trasladaron al fuerte de Asunción, abandonando Buenos Aires. En el año 1556, veinte años después de haber llegado a tierras americanas, Isabel de Guevara escribió una carta a la Reina de España (en realidad la princesa doña Juana de Austria, más conocida como Juana la loca, y que al arribo de la nota de Isabel a España, ya había muerto), donde le contó muchos de los pormenores, injusticias y penurias sucedidas en tierras del Río de la Plata. Decía Isabel: Todo está lleno de pícaros que no tienen vergüenza, ni temor de Dios, y el gobernador es el pillo principal (…) Lo que me hierve la sangre es la injusticia… Según el relato de Isabel, los conquistadores fueron sitiados por los aborígenes, pasaron por una hambruna tan extrema que hasta comieron carne humana. Y a la par del ideario español de la época, para el cual todo lo que había allí les pertenecía sin más, así porque sí, reclama Isabel su derecho a participar en el reparto de indios. Fuente: Varias.

Guido, Tomás. Nació en Buenos Aires el 1º de noviembre de 1788 y murió en la misma ciudad el 14 de setiembre de 1866. Fue general del ejército sanmartiniano, diplomático y político. Actuó en las invasiones inglesas y adhirió a la Revolución de Mayo de 1810. Brindó su talento negociador durante los difíciles momentos de la independencia. Su célebre Memoria, fruto de sus conversaciones con el General San Martín, fueron determinantes para que el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón le diera su apoyo a la realización de la campaña libertadora de Chile y Perú. Fuentes: Academia Nacional de la Historia; Wikipedia; De nuestra tierra: Juan Manuel de Rosas.

Gusinde, Martín. (Breslau, 29 de octubre de 1886 – Mödling, Austria, 10 de octubre de 1969) fue un sacerdote y etnólogo muy conocido por sus trabajos antropológicos, especialmente entre los diversos grupos de Tierra del Fuego. Se ordenó como sacerdote en 1911 e ingresó a la Congregación del Verbo Divino, dirigida por el padre Wilhelm Schdmid, quien fundó la revista Anthropos originándose así un Instituto especializado de cuyo seno surgieron conocidos hombres de ciencia etnológica, antropológica y lingüística como Wilhelm Koppers, Paul Schebesta y el mismo Martín Gusinde. En 1912 fue enviado como profesor de ciencias naturales a Santiago de Chile para enseñar en el Liceo Alemán de la misma Congregación. Se le ofreció la oportunidad de trabajar con el arqueólogo alemán Max Uhle, en el Museo de Etnología y Antropología de Chile. Durante los siguientes cuatro años realizó estudios y trabajos de campo entre los araucanos de Chile. En 1918 decidió realizar su primer viaje a Tierra del Fuego. Partió de Santiago a Punta Arenas, permaneciendo en este lugar casi un mes a causa de una prolongada huelga. Estudió los materiales del Museo de los Misioneros Salesianos y la Colección de Tierra del Fuego. Al año siguiente se dirigió a Isla Dawson donde hasta 1912 existía la conocida Misión Salesiana destinada a abrigar a los Halakwulups. En 1919 se trasladó a la Misión Salesiana de Río Grande, donde lo recibió el Padre Zanchetta. Halló en la región pocos Selknam pero extrajo un esqueleto. Este grupo había sufrido un severo exterminio durante las últimas cuatro décadas. Efectuó una visita a la Misión Salesiana del Padre Zenone ubicada en Río Fuego en la Estancia Viamonte. Aquí encuentró aproximadamente 216 miembros de los Selknam. Visitó asimismo en el Lago Fagnano a un grupo pequeño de 29 miembros. Efectuó su primera visita a los grupos Yamana en Punta Remolino, donde habitaba el ex-misionero anglicano John Lawrence. Este grupo estaba integrado por unos 60 miembros y su campamento se situaba muy cerca de la casa de los Lawrence. Regresó luego a Santiago para continuar con la docencia en el Colegio Alemán. En diciembre regresó a Tierra del Fuego. En la isla Navarino visitó la ex-Misión Protestante y prosiguió luego a Isla Grande. Desembarcó en Punta Remolino, donde le aguardaba la familia Lawrence. Con la ayuda de la señora Lawrence se reunió con una docena de las familias Yamanas, e incluso los convenció para que preparacen una Ceremonia de Jóvenes, en la cual él mismo tuvo una muy activa participación. Partió de regreso a Santiago de Chile en marzo de 1920 antes del inicio del nuevo año escolar. Entre 1921 y 1922 realizó su tercer viaje a Tierra del Fuego. Lo acompañó el Padre Wilhelm Koppers. El objetivo de este viaje era interiorizarse en la vida y costumbre de los Yamanas. Fracasó la posibilidad de reunirlos en Punta Remolino. Se dirigieron entonces a la Estancia Viamonte, con el fin de observar la vida de los Selknam. Regresó después a Punta Remolino y logró reunir consenso para la realización de una ceremonia Kina en la isla Navarino. Ambos fueron admitidos y se les permitió realizar por primera vez dibujos. El cuarto viaje lo realizó entre los años 1922 y 1924, entonces visitó a los Yamanas en Punta Remolino. En el mes de marzo compartió con ellos una Loima-Yekamush, ceremonia destinada a la formación de los médicos-hechiceros. En abril de 1923 llegó a caballo al pequeño campamento Selknam del Lago Fagnano. El 21 de mayo comenzó la ceremonia Kloketén por insistencia de Gusinde que contribuyó con 360 corderos. Culminó el 7 de julio. Por problemas de salud regresó a Punta Remolino. Allí escribió un amplio informe al Padre Schmidt que lo publicó en Anthropos. Luego se trasladó a Puerto Ramírez en el Canal Smith. Aquí existía un Depósito de Carbón de la Marina Chilena donde solían reunirse los Halakawulups. Tomó medidas antropométricas y elaboró un vocabulario. Logró interiorizarse en algunos aspectos de la ceremonia de Iniciación. Desde mayo de 1924 se publicó en la revista de la Congregación Stadt Gottes, una detallada relación en cinco números consecutivos. La misma revista publicó en 1923, el informe sobre su estadía con la tribu de los Yamanas, a partir del número de octubre en tres partes consecutivas. En este año abandonó Chile y regresó a Austria, donde se inscribió como estudiante de Etnología, Antropología y Prehistoria en la Universidad de Viena. Los próximos 40 años los dedicó a escribir su vasta obra sobre las poblaciones fueguinas. A pesar de ello siguió siendo un investigador y explorador incansable, recorriendo el mundo en busca de pueblos primitivos, entre ellos los pigmeos twa y bambuti del Congo, los negritos de Filipinas, los yupa de Venezuela, los ainos de Japón y los papúes de Nueva Guinea. En 1931 se publicó el primer volumen de su monumental obra FEUERLAND INDIANER. BAND DIE SELKNAM. El Segundo volumen, FEUERLAND INDIANER, Band II: DIE YAMANA apareció en 1937. Dos años después se publicó la segunda parte del tercer volumen ANTHROPOLOGIE der FEUERLAND INDIANER. La primera parte del mismo estuvo reservada a los Halakwulups y el manuscrito de esta monografía lo tuvo terminado antes del comienzo de la segunda guerra mundial. Durante el transcurso de la misma, las dos terceras partes del mismo resultaron destruidas. En 1974 se publicó el primer volumen sobre los Halakwulups reescrito en el año 1964. Sin duda, Gusinde nos ha dejado una valiosa y completísima obra sobre las poblaciones aborígenes de Tierra del Fuego. Sus escritos exponen con gran rigor, no sólo las costumbres, y la cultura material de estos pueblos, sino el rico mundo espiritual, constituido por sus creencias, ritos y relatos. Los selknam le ponen por nombre a Gusinde “mankasen”, en lengua selknam “man” sombra, figura y “kasen” cazador: cazador de sombras. Este nombre les fue sugerido por la observación de las fotografías que él les tomaba. Gusinde desarrolló un acercamiento cuidadoso al medio fotográfico, de manera de superar el arraigado tabú, en los pueblos primitivos, de capturar la imagen de las personas. Fuente: Wikipedia.

Gutiérrez, Ricardo. Nació en Arrecifes en 1836 y falleció en Buenos Aires en 1896. Médico y escritor. Cursó estudios en el Colegio Nacional y fue alumno de Amadeo Jacques. Se inscribió en la Facultad de Derecho, pero terminó graduándose en la de Medicina. Debió interrumpir sus estudios para alistarse en el ejército a las órdenes del general Bartolomé Mitre para combatir en las batallas de Cepeda y Pavón. A los veintidós años se hizo conocer en las letras por haber escrito La fiebre salvaje, al que le siguieron Lázaro, El libro de las lágrimas y El libro de los cantos. Participó desde 1865 y por cinco años en la Guerra de la Triple Alianza, organizando los servicios sanitarios. Los países aliados lo condecoraron por su honroso comportamiento. También se destacó en la lucha contra las epidemias de cólera (1867 y 1877) y de fiebre amarilla (1871). En este último año emprendió un viaje de perfeccionamiento a Europa becado por el gobierno. Se especializó en enfermedades de niños, considerándosele uno de los primeros especialistas en Argentina. Impulsó la creación del Hospital de Niños de Buenos Aires, que desde 1946 lleva su nombre, asumiendo su dirección al regresar de Europa tres meses después de su inauguración. Estuvo en dicho cargo hasta su muerte, veinticinco años después. Entre sus poemas, conquistadores del gran público y de la crítica, se mencionan: La victoria (escrita en ocasión de la guerra del Paraguay); El Misionero (poesía breve que exalta la conquista espiritual de América); La Oración; Los Nocturnos; La hermana de caridad. En 1879 fundó junto a sus hermanos La Patria Argentina, donde publicó en folletín la novela Cristian (1880), exaltación de su romanticismo amoroso. Sus Poesía escogidas incluyen: La fibra salvaje (1860); Lázaro (1869); Poesías líricas; El libro de las lágrimas y El libro de los cantos (1878). En 1891 abandonó las letras para dedicarse por entero a la medicina. Su amigo Estanislao del Campo le dedicó el poema satírico Fausto. Fuente: Wikipedia y otras.

Guzmán, Nuño Beltrán de. Nacido en Guadalajara en 1480 y muerto en Castillo de Torrejón de Velasco en 1544, fue uno de los conquistadores españoles de la Nueva España, en particular del territorio luego conocido como La Nueva Galicia. De innegable influencia en la historia de México, también es uno de los más polémicos personajes para algunos historiadores. El célebre cronista novecentista Vicente Riva Palacio lo tildó de el aborrecible gobernador de Pánuco y quizás el hombres más perverso de cuantos habían pisado la Nueva España, en tanto que Fray Bartolomé de las Casas lo calificó de gran tirano. A causa del poder que Hernán Cortés alcanzó, algunos personajes en Castilla comenzaron a crear un grupo cuyo objetivo sería minar el poder de Cortés en los nuevos territorios conquistados por éste. Por ello comenzó a hablarse de abusos cometidos por las tropas de Cortés en América, lo que obligó a la Corona española a establecer en México un gobierno más efectivo. Con tal fin nombraron en Burgos, el 13 de diciembre de 1527, una Real Audiencia Gobernadora compuesta por un presidente y cuatro oidores, recayendo la presidencia en el licenciado Nuño Beltrán de Guzmán. De vieja familia de hidalgos de Guadalajara, en 1525 partió hacia América al igual que lo habían hecho muchos hidalgos de poca fortuna en aquella época. Para 1528 el rey Carlos I de España lo nombró gobernador de la provincia del Pánuco y posteriormente presiidente de la Real Audiencia de México, con la intención de que terminara con los abusos que los conquistadores cometían en la Nueva España. Durante el año que estuvo en el cargo, mandó colocar escudos reales en los principales edificios para significar que el soberano era el rey y no Hernán Cortés. Desde entonces fue enemigo acérrimo de Cortés. En 1529 la Corona española otorgó a Hernán Cortés el título de Capitán General de la Nueva España y regresó a México, por lo que Nuño de Guzmán decidió abandonar su cargo de Presidente de la Real Audiencia y organizó una expedición militar en busca de riquezas en el noroeste de México, compuesta por trescientos españoles y seis mil nativos auxiliares, expedición que resultó en gran perjuicio para los nativos de los actuales estados de Nayarit, Jalisco, Coloma, Aguascalienes y parte de Sinaloa, Zacatecas y San Luis Potosí, y que es aún recordada como uno de los más brutales episodios de la conquista de México. Su táctica erea la siguiente: sitiar los poblados indígenas, apropiarse del maíz y otros cultivos, arrasar e incendiar las poblaciones, todo ello junto con tormentos aplicados a los caciques nativos para lograr información sobre sus riquezas y las de otros reinos indígenas, riquezas que frecuentemente no existían más que en la imaginación de Nuño de Guzmán. Nuño de Guzmán impuso el nombre de Conquista del Espíritu Santo de la Mayor España a los territorios explorados y conquistados por él. Sin embargo, la reina de España, Juana I de Castilla, que gobernaba por ausencia del Emperador Carlos I de España, no estuvo conforme, por lo que por Real Cédula dada en Ocaña, el 25 de enero de 1531, ordenó que se nombrara al territorio conquistado como Reino de la Nueva Galicia y se fundase una ciudad con el nombre de Santiago de Galicia de Compostela como capital. Para cumplir con la cédula real, Nuño de Guzmán fundó el primer asentamiento hispano de Nayarit en la actual ciudad de Tepic. A causa de la hostilidad de los navíos, el asentamiento español fue cambiado posteriormente por Compostela. La conquista de la Nueva Galicia abrió el camino a las exploraciones posteriores del noroeste de México. Nuño de Guzmán exploró y conquistó en siete años casi la tarcera parte de México. Su gran empresa estuvo siempre bañada en sangre, las quejas fueron tantas que la Corona española resolvió enjuiciarlo y envió al licenciado Diego Pérez de la Torre para investigarlo, quien lo encontró gravemente responsable, le quitó el gobierno de la provincia y lo remitió preso con grilletes a España, donde murió encarecelado en el Castillo de Torrejón de Velasco. Fuente: Wikipedia.

Halperín Donghi, Tulio. Historiador argentino nacido en 1926. Cursó estudios superiores en la Universidad de Buenos Aires, recibiéndose de abogado, profesor de Historia y doctor en Historia (1955). Llevó a cabo estudios de postgrado en Francia. Fue profesor en las Universidades de Buenos Aires, Nacional del Litoral, de la República y Oxford, entre otras. Actualmente es profesor en la Universidad de Berkeley y en la de San Andrés. Fue decano electo de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Como tal, ha defendido y aplicado los principios de la Reforma Universitaria. También fue Director de la Biblioteca del Pensamiento Argentino. Entre otras publicaciones, pueden citarse: El pensamiento de Echeverría (1951); Un conflicto nacional: moriscos y cristianos viejos en Valencia (1957); Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo (1961); El Río de la Plata al comenzar el siglo XIX (1961); Historia de la Universidad de Buenos Aires (1962); Historia contemporánea de América Latina (1967 en italiano; 1969 en castellano); Historia de América Latina (1970); Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla (1972); José Hernández y sus mundos (1985); La democracia de masas (1991); Argentina en el callejón (1995); Proyecto y construcción de una Nación (1996). Fuente: Wikipedia.

Hammerly Dupuy, Daniel. Arqueólogo, escritor y viajero suizo-rioplatense, mereció elogios de Emilio Ravignani por sus estudios del ostracismo de Artigas en Paraguay. En 1928 obtuvo de uno de los hijos del Mariscal Solano López –Juan León-, los celosamente custodiados ¨versos de Ansina¨ (debidos a Don Joaquín Lenzina), que fueron editados posteriormente en Argentina integrando una antología poética sobre Artigas. Fuentes: Varias.

Hanke, Lewis U. Nacido en Oregón –USA- en 1905, y muerto en la misma ciudad y país en 1993. Fue un historiador, hispanista e hispanoamericanista estadounidense. Profesor en la Universidad de Harvard y luego en la de Columbia, en Nueva York, fue también director del Institute of Latin American Studies de la Universidad de Texas. Se especializó en la historiografía de Indias y publicó excelentes estudios sobre el padre fray Bartolomé de Las Casas, como por ejemplo: Bartolomé de Las Casas, pensador político, historiador, antropólogo (1949) y la biliografía de este autor (1954), entre otros trabajos. Fue el primer Jefe de la División Hispánica de la Biblioteca del Congreso, y editor fundador del Handbook of Latin American Studies. Puede ser considerado como el padre de los estudios latinoamericanistas en los Estados Unidos. Fuente: Wikipedia.

Harrington, Tomás. Fue maestro rural y etnógrafo autodidacta. A él se debe el registro más exhaustivo que se conoce de la lengua tehuelche septentrional. Las libretas de Harrington contienen los relatos que le proporcionó, entre otros, José María Kual (Kalakapa), indígena nacido en 1870, miembro de una prestigiosa familia gününa këna de linaje Kual, cacicazgo con territorialidad en la región de la actual Gan Gan (Telsen, Chubut). Kual también fue informante de Bórmida y Casamiquela, de quien también se dice que fue su maestro. Fuentes: Varias.

Heredia, José María de. Escritor antillano, nacido en Santiago de Cuba el 31.12.1803 y muerto en Toluca, México, el 7 de mayo de 1839. Después de la muerte de su padre en octubre de 1820 (fue asesinado en México), en 1821 José María regresó a Cuba. Dos años después de doctorarse en derecho se estableció como abogado en Matanzas. Por este tiempo había cooperado en distintos periódicos, entre ellos El Revisor y dirigió el semanario La Biblioteca de las Damas. En 1823 cuando estaba a punto de publicar una edición de sus poesías, se vio envuelto en la Conspiración Soles y Rayos de Bolívar y tuvo que marchar precipitadamente hacia los Estados Unidos. Su vida en los Estados Unidos quedó ampliamente documentada en su correspondencia, entre otros, con Domingo del Monte, publicada por la Revista de Cuba. La primera edición de sus versos apareció en 1825, en Nueva York. En 1825 emprendió su segundo viaje a México y en la travesía escribió su Himno del desterrado. Su actividad en México fue rica y variada. Entre otras funciones jurídicas y administrativas en México, ejerció como catedrático de Literatura e Historia, legislador, juez de Cuernavaca, así como oidor y fiscal de la Audiencia de México. En 1832 publicó en Toluca una segunda edición de sus versos, considerablemente revisada y ampliada. Fue redactor de varias revistas, El Iris, La Miscelánea, y principal redactor de El Conservador. En 1836 después de hacer una retracción pública de sus ideales independentistas, obtuvo permiso para regresar a Cuba. Cuatro meses duró su estancia en la isla. Con gran dolor y mortal desánimo regresó a México, donde el presidente Guadalupe Victoria le ofreció asilo. Con treinta y cinco años murió de tuberculosis, que contrajo en los Estados Unidos. Heredia es considerado como uno de los mejores poetas cubanos, y a quien se le ha dado el título de Poeta Nacional así como el del Cantor del Niágara por su poema Oda al Niágara. Heredia es un insigne representante de la escuela pre-romántica. Algunas de sus obras son extraordinarias composiciones descriptivas donde plasma su percepción fina y rápida de la naturaleza. En ellas nos presenta como una de sus grandes características el sentido espiritual del paisaje físico. Fuentes: Wikipedia; Poesía de nuestro tiempo.

Hernandarias. Se dice que Hernandarias –Hernando Arias de Saavedra- fue el último representante del espíritu de la conquista en el Río de la Plata. Nació en Asunción del Paraguay –entonces cabeza de la gobernación del Río de la Plata- el 10 de setiembre de 1561. Hijo de un militar español y nieto por parte de madre del adelantado don Diego de Sanabria, como así de doña Mencia Calderón de Sanabria, rica dama española que trajo su fortuna al Paraguay. Además fue medio hermano de Fernando de Trejo y Sanabria, quien a fines del siglo XVI era obispo del Tucumán y uno de los fundadores de la Universidad de Córdoba. Educado en el convento franciscano de Asunción, fue alumno de Ruy Díaz de Guzmán, célebre historiador, autor de La Argentina o Historia de la Provincia del Río de la Plata (1610). A los veinte años se casó con la hija del adelantado Juan de Garay, doña Jerónima de Contreras y estableció su residencia en Santa Fe. Como Gobernador de Buenos Aires en cuatro oportunidades, se destacó por la defensa de la ciudad de las incursiones de piratas, como así por su abierta lucha contra el contrabando. Logró que Buenos Aires se sustentara de su propio comercio con el Brasil, reconstruyó el fuerte e inició la edificación del Cabildo. Expulsó además a judíos portugueses que simulando ser católicos practicantes, ejercían el contrabando en desmedro de la economía regional y logró sofocar los hechos de violencia que se desataron en Buenos Aires entre confederados y beneméritos. Bajo su administración se edificaron iglesias y se repararon templos, se abrieron caminos y se pusieron en práctica leyes justas que beneficiaron a todos menos, claro está, a los aborígenes. Falleció en Santa Fe en 1634, a los 72 años de edad. Fuentes: Academia Nacional de la Historia; La Argentina. Historia del país y de su gente.

Hernández de Córdoba, Francisco. Quizás nacido en 1475 y muerto en Sancti Spíritus, Cuba, en 1517, fue un conquistador español que pasó a la historia por la accidentada expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, durante la cual descubrió la península de Yucatán. En realidad era uno de los más ricos encomenderos asentados en la isla de Cuba, cuando el gobernador de la isla Diego Velázquez de Cuellar lo puso al frente de una expedición destinada a explorar los mares al occidente de cuba, sus posibles islas o costas continentales. En tales circunstrancias descubrió la península de Yucatán. Tomó contacto con la cultura maya, con casas de cal y canto y organización social de complejidad más próxima a la del viejo mundo, albergando también esperanzas de existencia de oro. En una refriega habida con los naturales, Hernández murió en ese mismo año de 1517. De las crónicas ofrecidas respecto de esta expedición Bernal Díaz del Castillo, pudo saberse que en realidad las pretensiones de los españoles radicados en Cuba era obtener nueva mano de obra, que ya por entonces era insuficiente. Por lo tanto, ha de razonarse que el motivo del viaje era puramente esclavista. A la tierra descubierta, Hernández de Córdoba la bautizó con lo que escuchaba de boca de los naturales: ¨no te entiendo¨ que era ¨yucatán¨, como así a la ciudad ¨nuestras casas¨, que era ¨catoche¨(cotoch). Otras versiones relativas al origen de ¨Yucatán¨, refierieron que se debe al pan que elaboraban los indígenas con la yuca (yuca-tlati). Fuente: Wikipedia.

Hernández, José. Nació en la Provincia de Buenos Aires el 10 de noviembre de 1834 y murió en la ciudad de Buenos Aires el 21 de octubre de 1886. Poeta, político, periodista, autor del poema nacional argentino: Martín Fierro. Su nacimiento se produjo en la Chacra Pueyrredón, actualmente Villa Ballester Oeste, Partido de San Martín. Sus padres habían sido Rafael Hernández e Isabel de Pueyrredón, prima hermana de quien fuese Director Supremo. Fue un autodidacta. Entre 1852 y 1872 defendió la causa según la cual las provincias no debían permanecer ligadas a las autoridades centrales porteñas. En 1853 vistió uniforme militar y combatió en San Gregorio, contra las fuerzas del coronel Hilario Lagos. En 1857 se instaló en Paraná. Allí conoció a Carolona González del Solar, con quien se caso. La pareja tuvo siete hijos. Combatió luego bajo las órdenes de Urquiza, interviniendo en las batallas de Pavón y Cepeda. Participó enj una de las últimas rebeliones federales, la de Ricardo López Jordán, un movimiento verdaderamente importante, cuyo intento finalizó en 1871 con la derrota de los gauchos y el exilio de Hernández en Brasil. A su regreso al país, en 1871, continuó su lucha por medio del periodismo. Fuie Diputado y Senador por la provincia de Buenos Aires, defendiendo en ese último cargo la federalización de Buenos Aires, con un memorable discurso y enfrentándose a Leandro N Alem. Pero fue a través de la poesía como consiguió un gran eco para sus propuestas, y la más valiosa contribución a la causa de los gauchos. El gaucho Martín Fierro (1872) y su continuación La vuelta de Martín Fierro (1879), en conjunto, forman un poema épico popular. Es generalmente considerada la obra cumbre de la literatura argentina. Fuentes: Varias.

Hidalgo, Bartolomé José. Nació en Montevideo en 1788 y murió en Morón (Pcia de Buenos Aires) en 1822. Fue el escritor rioplatense, que conforme autorizadas críticas, inició la poesía gauchesca. Huérfano temprano,vivió con su madre y hermanas en Montevideo y la pobreza de la ciudad colonial y su condición de hijo de hogar modesto lo marcaron haciéndole sentir sus rigores. A los 18 años se enroló en el llamado Batallón de Partidarios de Montevideo, sirviendo a las órdenes de Francisco Antonio Maciel, en la batalla del Cardal. En el año 1811 se incorporó a la revolución emancipadora, confirmando su doble rol, tan común en esa época, de mantener actividad privada y militar. En Paysandú recibió a José Artigas, el Jefe de los Orientales, quien en una carta lo trató afectuosamente y lo incorporó a la nómina de los que facilitaron el Éxodo del Pueblo Oriental. A los 23 años, en 1811, sus poemas ya tienen connotación de carácter político. Compuso su Marcha Nacional Oriental para conmemorar y festejar la firma del Armisticio entre la Junta de Buenos Aires y el Virrey De Elío. Continuó viviendo en Montevideo y luego Fernando Otorgués lo nombró Ministro Interino de Hacienda, durante el breve gobierno artiguista. Luego de la invasión luso-brasileña aliada a la gente decente y principal de Montevideo, viajó a Buenos Aires y vivió allí la vida triste y dura del poeta criollo que tiene que subsistir vendiendo sus composiciones. Allí redactó Los Diálogos, su principal obra. Bartolomé Hidalgo pertenece a la cultura popular. Es uno de aquellos autores que se pueden definir como esenciales: los que más allá de la vestidura lírica o literaria, tienen su importancia en la carnadura de lo que dicen, en el grado de alimento esencial. Sus Cielitos, que hablan de la peripecia patriótica, van deviniendo después en poemas en los cuales se incorporan las primeras denuncias que luego continuarán la voz de Los Tres Gauchos Orientales de Antonio Lussich y de esta margen del Río de la Plata, la voz del Martín Fierro de José Hernández.

Holmberg, Eduardo Ladislao. Nacido en Buenos Aires el 27 de junio de 1852 y fallecido en la misma ciudad el 4 de noviembre de 1937, fue un naturalista y escritor argentino. Hijo del aficionado a la botánica Eduardo Wenceslao Holmberg y nieto del barón de Holmberg que acompañara en sus campañas a Manuel Belgrano e introdujera en la Argentina el cultivo de la camelia, fue una de las principales figuras de las ciencias naturales en el país, compendiendo por primera vez la biodiversidad de su territorio. Fue, a su tiempo, también un prolífico literato. Procedente por tanto de familia burguesa y de origen europeo, Holmberg dominaba el inglés, el francés y el alemán ya cuando se inscribió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Se había criado en estrecho contacto con los jardines y la nutrida bibliografía de su padre, entrando tempranamente en materia de botánica y entomología. Aprendió rápidamente un elegante latín, imprescindible en los estudios científicos de la época. Se doctoró en 1880 con una tesis sobre El Fosfeno, pero jamás ejerció la profesión. Pese al escaso prestigio con que contaba por entonces la historia njatural, ya desde hacía cerca de u na década Holmberg se había ocupado de estudios en tal sentido, que comenzó tomando apuntes sobre la fauna y la flora patagónicas que documentó en su Viajes por la Patagonia, de 1872. A partir de 1874 se abocó al estudio de los arácnidos, publicando en la década siguiente numerosos estudios sobre estos artrópodos, que fundaron la disciplina en el país. Ese mismo año contrajo matrimonio con Magdalena Jorge, una joven de bon ton de Buenos Aires. Publicó en los Anales de la Agricultura Argentina y en el Periódico Zoológico, dos de las publicaciones científicas más importantes de la época, describiendo especies e investigando el efecto de su presencia en la actividad agrícola. En 1877 complementó su viaje a la Patagonia con expediciones al norte y al oeste, recorriendo las áreas chaqueña, del altiplano andino, y de Cuyo. Las descripciones botánicas y zoológicas que recogió en este viaje se publicaron en el Boletín del Consejo de Educación, y luego desembocaron en estudios editados a través de la Academia de Ciencias de Córdoba, los Anales de la Sociedad Científica Argentina y la revista de la Sociedad Geográfica Argentina, además del libro Mamíferos y aves de Salta. En 1878, junto con el entomólogo Enrique Lynch Arribálzaga, fundó la primera revista dedicada en exclusiva a la biología en Argentina, El Naturalista Argentino; sólo se publicó un número de ésta, pero la calidad del material llevó a que numerosos instituciones científicas de todo el mundo, entre ellas el British Museum, requiriesen ejemplares. La experiencia se traduciría luego en una importante colaboración con la Revista Americana de Historia Natural, fundada en 1891 por Florentino Ameghino. Holmberg abandonó relativamente pronto el estudio de las arañas, pero abordó con entusiasmo la exploración de la diversidad biológica argentina. A partir de 1881 exploraría sistemáticamente todos los biomas del país, recogiendo el resultado de sus investigaciones en los monumentales Resultados científicos, especialmete zoológicos y botánicos de los tres viajes llevados a cabo en 1881, 1882 y 1883 a la sierra de Tandil. La exploración del Chaco la abordó en compañía de Ameghino, dando inicio a una larga y fructífera colaboración. Realizó nuevas expediciones científicas a la Sierra de Tandil (1883), Chaco (1885), Misiones (1897) y Mendoza. En 1888 fue nombrado director del Jardín Zoológico de Buenos Aires, al que dio un gran impulso, tanto en materia de colecciones como en infraestructura. Fundado durante el gobierno de Sarmiento, el Zoo no contaba aún siquiera con un plano definitivo. Holmberg designó una comisión a tal efecto, integrada por Florentino Ameghino, Carlos Berg y Lynch Arribálzaba, a la que se debe el trazado actual casi en su totalidad. Ocupó su cargo hasta 1904, cuando se alejó por su desacuerdo con las autoridades municipales de turno. Holmberg enseñó historia natural en la Escuela Normal de Profesores y en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UBA, así como física y química. Fue elegido miembro de número de la Academia de la Facultad de Ciencias Físico Matermáticas el 12 de julio de 1890. Creó el Laboratorio de Historia Natural de la UBA, y fue el primer argentino en dirigir este departamento. Publicó además numerosas obras de consulta; su monumental La fauna y la flora, que compendiaba las especies conocidas del país, fue la referencia principal en esa área durante medio siglo, y su Botánica Elemental, con medio millar de ilustraciones originales, fue el texto de consulta obligatorio para los estudiantes. Su Flora de la República Argentina sentó los principios de la fitogreografía del territorio. Paralelamente hacia 1872 comenzó a publicar sus devaneos literarios; simultáneamente con Viajes por la Patagonia verían la luz sus primeras obras líricas. La poesía ocupó sólo una pequeña parte de su producción literaria, destacándose el largo poema Lin-Calel, escrito en endecasílabos encadenados. Fue el fundador del género de ciencia ficción en el país, con la novela El viaje maravilloso del señor Nic-Nac que apareció en 1875; en la misma línea dio a conocer después Insomnio (1876) y La pipa de Hoffman, donde especulaba sobre los efectos de las drogas. De 1879 data Horacio Kalibang o los autómatas, una obra de avanzada sobre la posibilidad de fabricación de robots. Fundó además el género policial en Argentina con su célebre La bolsa de huesos, y tradujo al español Papeles póstumos del club Pickwick, de Charles Dickens por quien sentía gran admiración. La perspectiva sociocrítica de su literatura se hacía patente en la utopía política Olimpo Pitando de Monalia, que no publicó en vida y permaneció inédita hasta 1994. Se retiró de la docencia universitaria en 1915, recibiendo el homenaje de la Sociedad Científica Argentina; su despedida estuvo ornada por discursos de Leopoldo Lugones y del principal discípulo de Holmberg, Cristóbal M Hicken. Fuente: Wikipedia y varias.
Horowicz, Alejandro. Es profesor titular de Los Cambios en el Sistema Político Mundial, en la carrera de Sociología, Universidad de Buenos Aires. Publicó Los cuatro peronismos; Diálogo sobre la globalización, la multitud y la experiencia argentina, junto con Tony Negri y otros; El país que estalló. Antecedentes para una historia argentina (1808-1820): Tomo I, El camino de Potosí y Tomo 2, La estrategia sudamericana de San Martín; La mayoría amorfa. Historia contemporánea de los argentinos -1976-2001-. Fue durante muchos años editor de Jorge Luis Borges, en su cargo de director artístico de las editoriales Emecé y Legasa. Entre 1998 y 2000 estuvo a cargo de la conducción, junto con Horacio Embón, del programa El Colador (radio El Mundo). Analista político e historiador, colabora en diarios y revistas. Fuentes: Varias.

Hourdin, Georges. Este periodista católico, fundador de las Publications Malesherbes, entrelaza sus recuerdos con la historia de sus personajes. Años de entreguerras decisivos y comprometedores. Biógrafo de Simone Weil (1909-1943), quien nació judía, compartió momentos difíciles para Francia junto con JP Sartre y Simone de Beauvoir, y se convirtió al catolicismo en vísperas de su muerte. Como suele suceder se sabe mucho más del pensamiento que de la vida de Georges Hourdin, aunque puede establecerse que hacia 1925 se inició en el Petit Démocrate, como periodista, y que a comienzos de la década de los sesentas dirigía un importante conjunto de publicaciones católicas, cuyo pivote era la Vie Catolique Ilustrée, y que incluía Télérama, Les informations Catoliques internacionales, Croissance des jeunes nations, Images du mois, Le Cri y Signes du Temps. Fuente: Wikipedia.

Hudson, Guillermo Enrique (William Henry Hudson). Nació en La Carolina, Argentina, el 4 de agosto de 1841 y falleció en Worthing, Inglaterra, el 18 de agosto de 1922. Fue un reconocido naturalista y escritor que se formó en Argentina, emigrando en su mayoría de edad a la tierra de sus progenitores. Vió la luz en una zona rural, hoy integrante del partido de Florencio Varela, cuarto hijo de Daniel Hudson y de Carolina Augusta Kimble. Los padres se habían casado en Boston, Estados Unidos, en 1827, y llegaron al Río de la Plata en 1837, en el vapor Potomac. La familia se afincó en una suerte de estancia de cuatrocientas varas de frente por legua y media de largo, adquirida a Tristán Nuño Valdéz, cuñado a su vez de Juan Manuel de Rosas, llamada Los 25 Ombúes. Allí comienzan los Hudson una ardua vida de hacendados con la cría de ovejas. Guillermo Enrique se hizo famoso describiendo los alrededores de su rancho natal, en su autobiografía Allá lejos y hace tiempo (Far away and long ago). Cuando en 1874, ya mayor, Guillermo Enrique emigró a Londres, se encontraba afectado por una dolencia cardíaca. No obstante ello, se casó allí con Emily Wingrave y continuó sus tareas de naturalista y escritor. Fundó la primera sociedad real protectora de las Aves, aunque cedió su presidencia porque no le interesó recibir el título de Lord. En su honor, se bautizó con su nombre la localidad homónima del Partido de Berazategui, provincia de Buenos Aires. Fuente: Wikipedia y otras.

Ibarguren, Carlos. Nació en Salta en 1877 y murió en Buenos Aires en 1956. Fue escritor, historiador y jurisconsulto, vivamente interesado por el estudio y la práctica de las disciplinas humanísticas. Fue abogado y docente de Derecho, pero se especializó en la investigación histórica del pasado argentino. Abandonó su cátedra de Derecho Romano en la Universidad de Buenos Aires para ocupar la cartera ministerial de Justicia e Instrucción Pública durante el gobierno de Roque Sáenz Peña (1913-1914). Entre los numerosos servicios públicos que prestó, se destacó su labor como miembro de la Academia Nacional de Historia y, sobre todo, su Presidencia de la Academia Argentina de Letras. En su faceta de escritor, Carlos Ibarguren cultivó con brillantez el género ensayístico para ocuparse, dentro de sus márgenes, de la recuperación y el estudio del pasado reciente de su pueblo. Así, dio a la imprenta varias obras de imprescindible abordaje para el conocimiento de la historia. Entre ellas conviene destacar De nuestra tierra, Juan Manuel de Rosas, libro que fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura de 1930, Las sociedades literarias y la revolución argentina (1938) y La historia que he vivido (1955). Fuentes: Varias.

Iriarte, Tomás de. (Buenos Aires, 1794 – 1876) Militar y cronista argentino, que pasó del ejército realista al independentista, y luchó en la guerra del Brasil y en las guerras civiles argentinas, enfrentando a Rosas. Nació en Buenos Aires en marzo de 1794, hijo del coronel Félix Iriarte, jefe del Regimiento Fijo de Infantería de Buenos Aires. Fue enviado por sus padres a España en su niñez. En el viaje fue tomado prisionero por los ingleses y estuvo varios meses en Londres (en el mismo viaje en que también fue capturado Carlos María de Alvear). Estudió en la Academia Militar de Segovia y se unió al ejército español en 1808, participando en la guerra de independencia española. Se embarcó como teniente coronel hacia América en 1816 a las órdenes del general La Serna, que poco después sería nombrado jefe del ejército realista del Alto Perú; fue el jefe de su división de artillería. Después del fracaso de una de las varias invasiones realistas a Salta, fingiendo un reconocimiento se pasó al ejército de gauchos de Güemes. Sirvió en el Ejército del Norte a las órdenes de Manuel Belgrano, quien lo nombró director de la escuela de artillería, y escribió su Instrucción para el Manejo de la Artillería. Participó en varios de los hechos de la anarquía del año 20 en Buenos Aires, en las filas de Alvear. Desterrado en Montevideo, regresó años más tarde a Buenos Aires, desde donde fue enviado como secretario del embajador Carlos María de Alvear a los Estados Unidos. Volvió al Río de la Plata y fue ascendido al grado de coronel y comandante de la artillería en la campaña contra el Brasil. Tuvo una actuación destacada en la batalla de Ituzaingó. Vuelto a Buenos Aires, se negó a acatar la autoridad del dictador Juan Lavalle, que había fusilado al gobernador Dorrego. Por esa razón fue desterrado al Uruguay hasta la llegada al gobierno de Juan Manuel de Rosas, al que apoyó junto con todo el grupo dorreguista, y fue ascendido a general. Pero tras el fracaso en defender el gobierno de Juan Ramón Balcarce, volvió a exiliarse en Montevideo en 1833. Allí comenzó a escribir sus monumentales Memorias. De Montevideo pasó a Entre Ríos, a las órdenes de Lavalle, e hizo la campaña de éste por las provincias de Corrientes, Buenos Aires y Santa Fe. Comandó la captura de la ciudad de Santa Fe, derrotando al general Eugenio Garzón, quien se rindió a cambio de la garantía de que se le respetaría la vida. Lavalle estuvo a punto de fusilar a Garzón, pero en el último momento cambió de idea. Después de la derrota de Quebracho Herrado, se retiró con Lavalle hacia el norte, pero al poco tiempo se separó de su ejército, disconforme con la falta de disciplina. Pasó a Chile y regresó a Montevideo. Su principal actividad allí fue escribir varios tomos más de sus Memorias, aunque durante el sitio de Oribe dirigió la construcción de nuevas defensas para la ciudad. Fuente: Wikipedia.com.

Irigoyen, Bernardo de. (Buenos Aires, 18-12-1822; ídem, 27-12-1906) Fue abogado, diplomático y político. Dos veces Ministro de Relaciones Exteriores, en 1874 y 1882 y una vez Ministro del Interior en 1877. En 1898 fue elegido Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Fue dos veces candidato a Presidente de la Nación, en 1885 y en 1891, y dos veces senador nacional en 1895. Fuente: Wikipedia.

Isidoro de Sevilla (Santo; Doctor de la Iglesia). Se cree que nació en Cartagena hacia 556; murió en Sevilla el 4 de abril de 636. Fue eclesiástico católico y erudito hispanorromano de la época visigoda, canonizado por la Iglesia Católica como San Isidoro de Sevilla, en atención a que ocupó el arzobispado de Sevilla durante más de tres décadas (599-636), siendo uno de los grandes eruditos de la temprana Edad Media. Si bien no existen documentos que permitan determinar su lugar de nacimiento, se cree que vio la luz en Cartagena, ciudad de la que era originaria su familia. Ésta, lejanamente emparentada con la realeza visigoda, contribuyó a la conversión de los reyes (arrianos) al catolicismo, antes de huir a Sevilla tras la conquista bizantina y derrota de Agila I con quien comulgaban. Miembros de esta familia son su hermano Leando, inmediato predecesor en el arzobispado de Sevilla y oponente del rey Leovigildo; su hermano Fulgencio, que fue obispo de Cartagena y de Astigi (hoy Écija), y también su hermana Florentina, de la que la tradición dice que fue abadesa a cargo de cuarenta conventos. Los cuatro fueron canonizados y se les conoce colectivamente como Los cuatro Santos de Cartagena, siendo los patrones de esa diócesis. Isidoro fue también hermano de Teodora o Teodosia, reina de la Hispania visigoda, por su matrimonio con el rey Leovigildo. Isidoro y sus hermanos Leandro, Fulgencio y Florentina son tíos, por tanto, de los hijos de Leovigildo y Teodora: Hermenegildo (posteriormente, también canonizado) y Recaredo, el rey visigodo que se convirtió al cristianismo católico. Se formó con lecturas de Agustín de Hipona y Gregorio Magno; estudió en la escuela catedralicia de Sevilla, donde aprendió latín, griego y hebreo. Al morir su hermano Leandro, arzobispo de Sevilla, lo sucedió en el gobierno de la diócesis, y su episcopado duró treinta y siete años. Vivió en una época de transición entre la decadencia de la Edad Antigua y del mundo romano, y el nacimiento de la Edad Media y de las nuevas nacionalidades de influencias germanas. En tal contexto, se propuso recomponer las debilitadas estructuras culturales de España, y desplegó todos sus recursos pedagógicos para contrarrestar la creciente influencia de las culturas consideradas bárbaras. Propició el desarrollo de las artes liberales, del derecho y de las ciencias, y en el Cuarto Concilio Nacional de Toledo, iniciado el 5 de diciembre del 633, estableció las bases de un decreto que impuso una política educativa obligatoria para todos los obispos del reino. La maestría de San Isidoro en griego y hebreo le dio reputacióin de ser un estudiante capaz y entusiasta. Su propio latín estaba afectado por las tradiciones locales visigodas y contiene cientos de palabras identificables como localismos hispanos (el editor de su obra en el siglo XVII, encontró 1640 localismos reconocibles en el español de esa época). En un momento de desintegración de la cultura clásica, de violencia e ignorancia entre las clases dominantes, Isidoro impulsó la asimilación de los visigodos, que llevaban dos siglos en Hispania, a fin de conseguir un mayor bienestar del reino, tanto político como espiritual. Para ello, ayudó a su hermano en la conversión de la casa real visigoda (arrianos) al cristianismo, e impulsó el proceso de conversión de los visigodos tras la muerte de su hermano (599). Presidió el segundo sínodo provincial de la Bética en Sevilla (noviembre de 618 o 619, durante el reinado de Sisebuto), al que asistieron no sólo prelados peninsulares sino también de la Narbonense (que formaba parte del reino visigodo de Toledo) y Galia. A edad avanzada, también presidió el IV Concilio de Toledo (633), que requirió que todos los obispos estableciesen seminarios y escuelas catedralicias. Siguiendo las directrices establecidas por Isidoro en Sevilla fue prescrito el estudio del griego y del hebreo, y se alentó el interés por el estudio del Derecho y de la Medicina. También marcó la unificación litúrgica de la España visigoda, e impulsó la formación cultural del clero. El concilio fue un reflejo de las ideas de Isidoro, y no sólo produjo conclusiones de carácter religioso o eclesiástico, sino también políticas. El lugar ocupado por el rey y la deferencia a él debida en el concilio es destacable: la Iglesia es libre e independiente, pero ligada mediante una solemne lealtad al rey. Nada se dice acerca de la lealtad al obispo de Roma. Para muchos autores fue uno de los primeros pensadores en formular la teoría del origen divino del poder regio: Dios concedió la preeminencia a los príncipes para el gobierno de los pueblos. Fue el primero de los grandes compiladores medievales. Compuso numerosos trabajos históricos y litúrgicos, tratados de astronomía y geografía, diálogos, enciclopedias, biografías de personas ilustres, textos teológicos y eclesiásticos, ensayos valorativos sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, y un diccionario de sinónimos. Su obra más conocida es Las Etimologías (hacia 1634), monumental enciclopedia que refleja la evolución del conocimiento desde la antigüedad pagana y cristiana hasta el siglo VII. Este texto, también llamado Orígenes y dividido en veinte libros, con 448 capítulos, constituye una enorme obra enciclopédica en la que se recogen y sistematizan todos los ámbitos del saber de la época (Teología, Historia, Literatura, Arte, Derecho, Gramática, Cosmología, Ciencias Naturales, etc). En Las Etimologías, Isidoro de Sevilla explica que los antiguos dividieron la Filosofía en tres partes, que según el formato de la Tabla de Tríades se puede presentar así: Física, Lógica y Ética. Casa una de ellas se puede subdividir a su vez: La Física en Geometría, Aritmética y Música; la Lógica en Gramática, Dialéctica y Retórica; la Ética en Justicia, Prudencia, Fortaleza y Templanza. Luego, Isidoro de Sevilla se refiere a la utilidad de la historia, que sirve a la enseñanza del momento presente. Gracias a esta obra se hizo posible la conservación de la cultura romana y su transmisión a la España Visigoda. También debe destacarse su obra La Hispania, que es una colección de cánones conciliares y epístolas pontificias. Otras obras fueron De natura rerum (Sobre la naturaleza de las cosas); De ordine creaturarum, Regula monachorum, De differentiis verborum. Fue canonizado en 1598, y en 1722 el papa Inocencia XIII lo declaró Doctor de la Iglesia. En el año 2001 fue declarado Patrón de Internet. Los restos mortales de Isidoro se encuentran actualmente en la Basílica de San Isidoro de León, donde fueron trasladados desde su sepulcro en Sevilla en 1603. Fuente: Wikipedia.

Jauretche, Arturo Martín. (Lincoln, 13-11-1901; Buenos Aires, 25-05-1974) Fue un pensador, escritor y político. Popularizó en la literatura política las palabras cipayo, vendepatria y oligarca. Después de transcurrir su niñez y adolescencia en Lincoln se trasladó a Buenos Aires. Allí apoyó el nuevo modelo de integración social promovido por la Unión Cívica Radical, afiliándose al partido en el bando de Hipólito Yrigoyen, con los llamados radicales personalistas. Parece haber resultado importante en ello la influencia del poeta y compositor Homero Manzi, que veía en ello una nueva y beneficiosa política de inserción de las clases trabajadoras, con las que el origen rural de Jauretche le hacía simpatizar. En 1928, cuando Yrigoyen asumió su segundo mandato tras el interludio del gobierno de Marcelo T de Alvear, fue nombrado funcionario, aunque sólo brevemente. Dos años más tarde, el ejército promovería el primer golpe de estado en época constitucional de Argentina, dando inicio a la llamada década infame. Jauretche combatió con las armas a los insurrectos, y luego desarrolló una intensa actividad política contra éstos. En 1933, en Corrientes, tomó parte en el alzamiento de los coroneles Roberto Gosch y Gregorio Pomar, quienes no habían participado de la revolución del 6 de setiembre de 1930. Tras ser derrotado el citado alzamiento, Jauretche fue encarcelado; en prisión escribiría su versión de los episodios en forma de poema gauchesco, al que tituló ¨El Paso de los Libres¨. Publicó este trabajo en 1934, con prólogo de Jorge Luis Borges, de quien sin embargo lo separarían cada vez más marcadamente cuestiones de política social y cultural. El conflicto de Jauretche con la línea dirigente del radicalismo, encabezada por Alvear, no tardó en profundizarse; cuando este último decidió en 1934 levantar la decisión de no presentarse a elecciones para mostrar el desacuerdo del partido con el régimen imperante, un importante grupo de la izquierda radical decidió formar una agrupación disidente. Junto con Homero Manzi, Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo, Raúl Scalabrini Ortiz, Manuel Ortiz Pereyra y otros, fundó FORJA (acrónimo de Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), que desarrollaría los lineamientos del nacionalismo democrático, opuesto a la vez al nacionalismo conservador de los sectores reaccionarios y a la política liberalizadora del gobierno de Agustín P Justo. Marginados de la esfera política partidaria, los actos de FORJA se realizaron sobre todo a través de manifestaciones callejeras y publicaciones de edición propia (los conocidos como Cuadernos de FORJA). En ellos criticaban las medidas del gobierno, a partir del pacto Roca-Runciman, y argumentaban que el Banco Central había sido fundado para que los hombres de las finanzas inglesas controlaran el sistema monetario y financiero argentino. O que se había conformado la Corporación del Transporte para que los ferrocarriles británicos no tuvieran competencia y que no convenía la ruptura de relaciones con la Unión Soviética pues esta podía significar un importante comprador de los productos agropecuarios argentinos. Con respecto a la política interior, aducían que el gobierno de Justo intervenía las provincias donde ganaban partidos opositores al gobierno, y que el salario y la desocupación habían empeorado. Uno de sus principios incondicionales era el mantenimiento de la neutralidad argentina ante la inminente Segunda Guerra Mundial, siendo el único partido que lo apoyaba. Hacia 1940 Jauretche rompió con Dellepiane y Del Mazo, que se reincorporaron a la línea oficial de la UCR. FORJA se radicalizó así, dando lugar a elementos más nacionalistas. Raúl Scalabrini Ortiz, siempre próximo al ideario del movimiento, se afilió a él, formando junto con Jauretche la dupla dirigente. Se apartaría también él en 1943, dejando a Jauretche en solitario al frente. Don Arturo se opuso vehementemente al gobierno de Ramón Castillo, aunque se mostró escéptico ante las intenciones de los militares que lo derrocaran. Su firme posición de neutralidad frente al conflicto bélico internacional, hizo que saludara al gobierno de Pedro Pablo Ramírez con simpatía, y cuando el GOU –Grupo de Oficiales Unidos- derrocó a Ramírez a su vez por romper con el eje Roma-Berlín-Tokio, se mostró próximo al ascendente coronel Perón. Aunque siempre crítico, adhirió al peronismo desde el mismo 17 de octubre de 1945. Apoyado por Domingo Mercante, gobernador de la provincia de Buenos Aires, y próximo al programa económico de Miguel Miranda –promotor del proyecto de industrialización acelerada, empleando los excelentes réditos del modelo agroexportador durante la guerra, y así transformar el perfil productivo del país- fue nombrado presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires en 1945, cargo que ocupó hasta 1951. Jauretche desarrolló una política crediticia generosa con los proyectos de industrialización. Cuando un enfrentamiento de Mercante con Perón terminó en desgracia para el primero, Jauretche abandonó el cargo y se retiró a la vida privada. No volvió a aparecer públicamente hasta que en 1955 la Revolución Libertadora derrocó a Perón. Estuvo exento de las persecuciones políticas por haber estado apartado del gobierno en los últimos años, por lo que se vió habilitado para fundar el periódico El Líder y el semanario El ´45. Desde ellos defendió lo que consideraba los diez años de gobierno popular, y criticó severamente la acción política, económica y social del régimen de facto. En 1956 publicó el ensayo El Plan Prebisch: retorno al coloniaje, refutando el informe que Raúl Prebisch, secretario de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), había escrito a pedido del régimen de Pedro Eugenio Aramburu. Tal firmeza opositora le valió la persecución politica y su exilio en Montevideo. Desde el exterior publicó en 1957 Los Profetas del odio, un polémico estudio sobre las relaciones de clase en Argentina, a partir del ascenso del peronismo. En ella criticaba varias aproximaciones a la historia política argentina que gozaban de considerable ascendiente, en especial la de Ezequiel Martínez Estrada. Estrada, autor de análisis biosociológicos en su premiada Radiografía de la pampa de la década del ´30 –que, en la línea del Facundo sarmientino sugería que la geografía argentina imponía a sus habitantes una vida inconexa con el flujo histórico-, había publicado con el título de ¿Qué es esto?, un análisis demoledor del peronismo, en el que calificaba a Perón de encantador de serpientes, y sostenía que el modelo político del peronismo había instigado las bajas pasiones populares, la venalidad y la pornocracia… Jauretche interpretó estas alusiones como expresiones de la clase media intelectual, irritada por el ingreso de actores novedosos en un ambiente politico que había sido exclusivo de la burguesía desde la generación del ´80. Aunque los intereses materiales de esta clase estuvieran ligados al desarrollo de una densa capa de consumidores, sus hábitos le imponían una espontánea reticencia –casi racista; la asimilación de la tilinguería con el racismo es explícita en su obra- hacia los hábitos de las clases populares, una ¨miopía¨ que Jauretche criticaría reiteradamente en sucesivas obras. También contra la representación que la clase media se hacía de la organización peronista como motivada por el resentimiento contra los más pudientes, se quejaba en una amistosa carta al científico y escritor Ernesto Sábato, en la que afirmaba: Lo que movilizó las masas hacia Perón no fue el resentimiento; fue la esperanza… La propuesta de Jauretche era de integración en la medida en que los intereses comunes de burguesía y proletariado están en el desarrollo de una sólida economía nacional. Esta posición, difícil de conciliar con el populismo peronista, le granjeó a la vez la enemistad de los liberales y la de la dirigencia del justicialismo; el propio Perón lo detestaba con cordialidad… En Los profetas del odio esbozó por primera vez su representación de lo que entendía como la principal oposición al desarrollo nacional: la inteligencia liberal y cosmopolita, que fascinada con la cultura europea intentaría aplicar críticamente a la situación argentina, sin ser consciente de las diferencias históricas y de las distintas posiciones en la articulación internacional de la economía que los continentes ocupan. El naciente revisionismo histórico encontró lugar en la obra de Jauretche con su interpretación de la realidad contemporánea. Aunque algunos autores de esta corriente venían propugnando una reinterpretación de la historia argentina -criticando la visión canónica consagrada por Bartolomé Mitre y Sarmiento, en términos de oposición entre civilización y barbarie, ya desde la década del treinta-, no sería hasta que la Revolución Libertadora identificara a Perón con Rosas, que aquélla cobraría verdadera fuerza. Así como los partidarios de Aramburu habían identificado el golpe contra Perón como ¨un nuevo Caseros¨, los historiadores revisionistas recogerían el guante, pero viendo en Caseros el comienzo de un fracaso histórico que el gobierno de Rosas habría mantenido a raya, sintetizando en la medida de lo posible los intereses de las distintas clases. ¨… La línea Mayo-Caseros ha sido el mejor instrumento para provocar las analogías que establecen entre el pasado y el presente la comprensión histórica (…) ¡Flor de revisionistas estos Libertadores! Así bastó que nos demostrasen que esto era el nuevo Caseros, para que mis paisanos se dieran cuenta de una vez por todas, de lo que fue el otro (Caseros). Y una dosis un poco masiva de cipayismo para que mis paisanos se anoticiaran definitivamente de lo que significaron las tropas brasileñas desfilando a la vanguardia –más visibles pero menos ruidosas que las espoletas del ejército libertador…¨ (de ¨Aprendamos a leer los diarios¨). La obra de Arturo Jauretche –y la intelectualidad forjista en general- es hoy uno de los ejes claves para la transformación del revisionismo histórico, que de aliarse con el nacionalismo de cuño aristocrático y criollista en décadas precedentes –cuando la identidad nacional se construía en la oposición simultánea al capital británico y a la inmigración europea, repudiada por la base liberal de la política que la había abierto las puertas del país- pasó a repensarse como expresión de lo popular en sentido amplio, integrando las protestas del movimiento obrero a la tradición montonera. En el gobierno de Perón, consideraciones pragmáticas habían detenido el replanteo preconizado por José María Rosa y otros precursores; caído Perón, la politización de la interpretación histórica se haría patente, siguiendo el curso marcado por la profunda radicalización política y cultural de la época. En 1959 Jauretche publicó Política Nacional y Revisionismo Histórico, elaborando su propia posición en el seno de una corriente revisionista profundamente dividida, tanto con respecto a su relación con las bases que lo habían hecho posible en décadas precedentes, como con respecto a las cuestiones propiamente históricas. En dicha obra hizo un balance relativamente generoso de la figura de Rosas, a la que consideraba la síntesis posible de la situación de la época, y relativamente crítico de los caudillos federales del interior. Con ello, marcaba su diferencia con las posturas de Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós o Rodolfo Ortega Peña, que expresaban a la vez una crítica del rusismo –entendido como versión atenuada del centralismo del puerto- y un fuerte temor a la raigambre atávica del nacionalismo tradicionalista, en el que veían no pocos rasgos del fascismo. En la división entre revisionistas y críticos del revisionismo, que en buena medida fue transversal a la de izquierda y derecha, Jauretche adoptó decididamente la primera vertiente. Mientras tanto, y alentando medios que permitieran interrumpir la continuidad de la Revolución Libertadora, siguió la línea de Perón, en el marco del acuerdo general del peronismo con la Unión Cívica Radical Intransigente, al abogar por el voto a Arturo Frondizi. Durante la presidencia de este último fue sin embargo sumamente crítico con el programa desarrollista y con su impulso a la inversión extranjera, especialmente en materia petrolífera, en conjunto con la ruptura del acuerdo hecho con Perón por el cual bajo su gobierno se garantizaría el levantamiento de la proscripción que se mantenía desde el 16 de setiembre de 1955. En 1961 se postuló a senador nacional, en una reñida elección en la que varios candidatos se dividieron los votos del peronismo, consagrándose finalmente el socialista Alfredo Palacios. Con el agotamiento de posibilidades políticas, Jauretche retomó la pluma. En la década del ´60 publicó con frecuencia e intensidad, tanto en revistas y periódicos como en volúmenes de ensayo que resultarán grandes éxitos de público. En 1962 apareció Forja y la década infame. Dos años más tarde, Filo, contrafilo y punta, y en 1966 El medio pelo en la sociedad argentina, una punzante interpelación a la clase media que tuvo inmediata repercusión. Su afinidad con la CGT de los Argentinos lo llevaron a sumarse a la Comisión de Afirmación Nacional. En 1968 publicó Manual de zonceras argentinas, un interesante inventario de las ideas negativas sobre el propio país que arrastramos los argentinos. Éstas son introducidas en la conciencia ciudadana desde la educación primaria y sostenidas posteriormente por medio de la prensa. Frases como la sarmientina El mal que aqueja a la Argentina es la extensión, más la falsa dicotomía civilización o barbarie (la madre que parió a todas las zonceras) y similares, según Jauretche llevan a la limitación de las posibilidades de Argentina de realizarse autonómicamente. En 1972 publicó De memoria. Pantalones cortos. Era el primer tomo de una trilogía que debía rescatar los recuerdos de su vida y las enseñanzas políticas y nacionales que ésta le fue dejando. Ese primer tomo, en el que reunión sus recuerdos de infancia en Lincoln, provincia de Buenos Aires, fue el único que publicó. La muerte le impidió continuar y concluir la zaga. Sobre su capacidad de crear o adaptar términos para definir actitudes políticas, él mismo escribió sobre las palabras cipayo, oligarca y vendepatria: … Creo haber sido el inventor de la palabra ´vendepatria´ o por lo menos de su divulgación inicial, desde el semanario ´Señales´. El uso de la expresión ´oligarquía´ en la aceptación hoy popular, así como las expresiones ´vendepatria´ y ´cipayo´, las popularicé desde el periódico ´Señales´y en otros de vida efímera en los años posteriores a la revolución de 1930…¨. Fuentes: Wikipedia y otras.

Juan I, duque de Borgoña. Llamado Juan Sin Miedo, nació en Dijon el 28 de mayo de 1371 y murió en Montereau el 10 de setiembre de 1419, hijo primogénito y sucesor del duque Felipe el Atrevido, descendiente de la Dinastía Valois, se destacó desde muy joven en diferentes combates, lo que le ganó el particular apelativo antes mencionado. Aunque hombre desconocido, ya que había vivido hasta el momento en su apanage de Nevers, de una escasa pensión otorgada por su padre, o en condición de lugarteniente de su padre en Borgoña, Juan I heredó el poderoso ducado borgoñón tras la muerte de Felipe el Atrevido en abril de 1404. La renovación (en 1413-1414) de los conflictos enmarcados en la Guerra de los Cien Años encontró a Francia desorganizada y dividida. Se enfrentaban, por un lado, los de Borgoña, encabezados por Juan, que representaban al pueblo llano parisino, a los gremios y a los artesanos. Por el otro, el bando de Armañac, al que apoyaba el hermano del Rey, el duque Luis de Orleans, orientado a proteger los privilegios de la nobleza y las clases dirigentes. Juan Sin Miedo ordenó el asesinato de Luis de Orleans a los pocos días de haberse reconciliado, en noviembre de 1407 (hecho que reconoció públicamente y del que pudo jactarse con impunidad), con lo que las luchas entre armagnacs y borgoñones recrudecieron. Sin embargo, privado de su líder y de influencia directa sobre el Reyu, el partido armagnac decayó, y la posición del duque de Borgoña se fortaleció y engrandeció, tomando las riendas del gobierno. Finalmente en 1413, Carlos, el nuevo duque de Orleans, hijo del asesinado, y el triunfante partido armagnac, tomaron el control de París y de la persona del Rey, y Juan Sin Miedo se vio obligado a huir de París (donde no pondría pie por espacio de cinco años), refugiándose en sus estados. Los rencores y el odio abiertos condujeron a un disenso interno entre los líderes políticos y militares franceses que fueron una de las causas más importantes de la estrepitosa derrota en la Batalla de Agincourt (octubre de 1415). Para elegir a los comandantes que conducirían el ejército, los franceses se vieron en un grave problema: el rey estaba enfermo, su hijo el delfín Luis no era militar, y los dos comandantes propuestos (d´Alfret y Juan le Maingre de Boucicault), eran soldados profesionales. El inconveniente fue que, por un lado, d´Albret, aunque noble, era de baja condición, sobre todo desde que la facción borgoñona había tomado el control sobre todo. Por otro lado, Boucicault era de origen plebeyo, aunque había sido nombrado caballero con dieciséis años, por su valor en batalla. Por este motivo, los consejeros del rey Carlos VI cometieron entonces un gravísimo error: entregaron el mando del ejército a d´Albret y Boucicault, pero dejaron sus decisiones sometidas a la aprobación de un triunvirato de duques que tenían poder de modificarlas, cambiarlas e incluso vetarlas. Los triunviros eran el duque de Alencon (un militar débil e incompetente), Juan sin Miedo y Carlos de Orleans. Como el lógico suponer, la convivencia de Carlos de Orleans con el asesino de su padre imposibilitó la unidad y el consenso en el alto mando francés, y esto llevó a sus fuerzas a la debacle. Luego de Agincourt (en la que murieron dos de sus hermanos), Juan sin Miedo comprendió que su única posiblidad de prevalecer sobre sus enemigos de Armagnac era acercarse al ejército vencedor en la persona del rey Enrique V de Inglaterra. Comenzó así una época de alianzas y negociaciones que liberó el camino para que Juan entrara victorioso en París (1418). El delfín Carlos (Luis había muerto), futuro Carlos VII encabezaba el bando Armagnac. Juan intentó reunirse con él para discutir una tregua interna en 1419. La reunión, celebrada en el puente de Montereau, terminó de forma trágica. Mientras el Delfín y Juan charlaban, el Vizconde de Narbona y Tanneguy du Chatel se refirieron a Juan de forma insultante. Juan expresó su desconcierto ante el hecho de que el Delfín se rodeara de hombres tan vulgares y estos dos, alegando que debían vengar esa afrenta, asesinaron a Juan sin Miendo sin que Carlos hiciese nada por evitarlo. Este asesinato tuvo consecuencias terribles. El hijo de Juan, Felipe el Bueno, juró vengar la muerte de su padre y para esto propuso a los ingleses una alianza que fue firmada tras largas negociaciones. La Guerra de los Cien años entraba en su última fase. Cuando cien años más tarde Francisco I visitó Dijón, un fraile le mostró el cráneo agujereado de Juan Sin Miedo y le dijo: Sire, éste es el agujero por el que los ingleses entraron en Francia. Fuente: Wikipedia.

Juárez Celman, Miguel Ángel. (Córdoba, 29 de setiembre de 1844/ Arrecifes, 14 de abril de 1909). Fue abogado y político. Su carrera estuvo marcada por la influencia de su concuñado Julio Argentino Roca, quien lo impulsó a la carrera legislativa. Fue un destacado defensor de la separación de la Iglesia y el Estado, y un liberal de corte aristocrático, que fomentó la educación pública y la inmigración, para corregir lo que consideraba ¨el turbio entendimiento¨ del pueblo argentino. Fue Presidente de la Nación desde el 12 de octubre de 1886. Desde la función pública impulsó generosamente la obra pública, pero fue incapaz de mantener la estabilidad económica y debió hacer frente a la formación de un poderoso frente opositor bajo el liderazgo de Leandro N Alem, que daría origen a la Unión Cívica. Luego de la denominada Revolución del Parque, y pese a su éxito en las armas contra los sublevados, debió dimitir y se retiró definitivamente de la vida política. Alguien dijo entonces que la revolución había sido vencida, pero que el gobierno estaba muerto… Fuente: Wikipedia.

Justo, Liborio. (Buenos Aires: 6 de febrero de 1902 – 10 de agosto de 2003) fue un artista y teórico político argentino. También era conocido con los pseudónimos de Quebracho y Lobodón Garra. Hijo del militar argentino Agustín P. Justo, desde joven militó en el Partido Comunista Argentino. Durante una estadía en Estados Unidos, conoció a los trotskistas y al grupo de Oelher, a quienes adhirió durante buena parte de su vida. En noviembre de 1936 publicó en la revista Claridad (de Buenos Aires) una Carta Abierta donde renegaba del estalinismo, acusándolo de antirrevolucionario. En la recepción de su padre al presidente Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), levantó su voz de protesta al grito de «Abajo el imperialismo yanqui». Partidario de la IV Internacional, editaba un Boletín de Información que hacía campaña por la unificación de los partidarios de la IV Internacional en la Argentina. Desarrolló un importante trabajo teórico y práctico para poner en pie, en la Argentina, una sección de la IV Internacional. Había organizado una primera conferencia y un primer reagrupamiento el 7 de noviembre de 1937. Más tarde terminaría alejándose del movimiento. Fue autor de una extensa obra bibliográfica. Fue partidario de una revolución marxista en Argentina y su ideal era que América Latina se llamase Andesia, el mismo término que empleó el poeta chileno Vicente Huidobro para denominar a la alianza de países latinoamericanos para frenar la hegemonía estadounidense. Una de sus prosas, autobiográfica, es Prontuario. Otra es Río Abajo. Esta última es una de las fuentes de inspiración del film El sueño del perro (2007), del cineasta argentino Paulo Pécora.

Kiepja, Lola. Chamana y cantante selk´nam argentina, conocida como la última ona, o la última sek´nam, debido a fue la última persona perteneciente a esa etnia, en conocimiento directo de las tradiciones, cantos y artes de esa cultura milenaria de Tierra del Fuego. Lola falleció en 1966, por lo cual algunos sostuvieron que la última ona fue en realidad Angela Loij, fallecida en 1974. La muerte de Lola Kiepja fue relacionada con el genocidio y la marginación sufridas por el pueblo selk´nam y otras culturas indígenas americanas. En 1964 la etnóloga Anne Chapman registró las tradiciones y cantos selk´nam, conforme los testimonios de Lola Kiepja. Chapman fue en realidad originalmente enviada por la arqueóloga francesa Anette Lamins, quien previamente había catalogado a Lola como la última ona viviente. Chapman registró los cantos de Lola en un grabador magnetofónico y varios de esos registros fueron publicados en dos discos producidos por el Museo del Hombre de París, bajo el título Selk´nam chants of Tierra del Fuego, Argentina. Aún algunas de estas grabaciones se encuentran disponibles en Internet. Fuente: Wikipedia.

Kusch, Günter Rodolfo. Nació en Buenos Aires en 1922 y murió en la misma ciudad en 1979. Obtuvo el título de Profesor de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, realizando profundas investigaciones de campo sobre el pensamiento indígena y popular americano como base de reflexión filosófica. Además escribió varias obras teatrales y una amplia colección de artículos y conferencias sobre estética americana. El tango fue uno de sus temas predilectos. En 1989 fue homenajeado por la Cámara de Diputados de la Nación, órgano que lo consideró … uno de los pensadores más importante no sólo de la Argentina sino de América, considerado por algunos un “maldito” más, de esos que pueblan nuestra historia y cultura, y por ello silenciado y negado por los cenáculos de la cultura oficial… Sus obras, que merecieron la atención de la crítica argentina y mundial fueron La seducción de la barbarie: análisis herético de un continente mestizo (1953); América profunda (1962); Indios, porteños y dioses (1966); De la mala vida porteña (1966); El pensamiento indígena y popular en América (1971); La negación en el pensamiento popular (1975); Geocultura del hombre americano (1976); Esbozo de una antropología filosófica americana (1978). Afortunadamente, la Fundación Ross, de Rosario, acaba de editar las obras completas de Rodolfo Kusch en cuatro tomos. Fuentes: Varias.

Lahitte, Eduardo. Jurisconsulto argentino, fiscal de cámara, fue representante de la legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Continuó después su participación política como Autonomista hasta los acontecimientos del 11 de setiembre. Padre de Cipriana, que casada con Luis Sáenz Peña, fue la madre de Roque. Fuente: Wikipedia.

La Malinche. Malinalli Tenépatl, o Doña Marina estimativamente, se la supone nacida en 1502; murió en 1529. Su origen fue posiblemente Coatzacoalcos y quizás de una familia de la alta sociedad mexica. Según Bernal Díaz del Castillo, los padres de Malintzin eran señores y caciques del pueblo llamado Painala. El historiador Gómez de Orzco supone que el nombre de su padre era Chimalpain, cacique noble que se casó, según la costumbre, con una señora de vasallos y Estados, también de noble origen, llamada Cimatl, cacique de Xaltipa, la cual según se dijo era joven y hermosa y fue cedida como esclava a los caciques mayas de Tabasco después de una guerra de estos últimos con los aztecas. Malintzin fue parte de un tributo cedido al partido ganador, también conforme costumbres de la guerra, cuando era pequeña aunque hablaba con fluidez su lengua materna, el náhuatl, así como la lengua de sus nuevos amos, los mayas. Según el relato de Díaz del Castillo, Malintzin se reencontró con su madre y su medio hermano después de la conquista de México, cuando éstos ya habían sido convertidos al cristinanismo y utilizaban los nombres de Marta (la madre) y Lázaro (el medio hermano). El padre de Malintzin había fallecido siendo ésta niña, por lo que su madre se había casado con el hermano del fallecido, unión de la cual nació Lázaro. En su condición de esclava, Malintzin fue obsequiada a Hernán Cortés el 15 de marzo de 1519 por los caciques de Tabasco, junto con otras diecinueve mujeres, algunas piezas de oro y un juego de mantas, luego de que el conquistador los derrotara en la Batalla de Centla. Tras bautizarla como Marina, fue regalada a su vez a Alonso Hernández Portocarrero, uno de los capitanes. Cortés descubrió que Malintzin hablaba náhuatl y empezó a utilizarla como intérprete náhuatl-maya, ocupándose Jerónimo de Aguilar (náufrago español que había estado cautivo y que fue rescatado por Cortés en Cozumel) de la traducción maya-español. Así, con el uso de las tres lenguas y dos intérpretes, se llevaron a cabo todos los contactos entre españoles y eztecas, hasta que Malintzin aprendió castellano. Se la conoce con los nombres Malintzin, Malinalli (transliteraciones al castellano del nombre original; el sufijo tzin se añadía al nombre indicando jerarquía y nobleza), o bien La Malinche, que es la forma más común de referirse a ella. También como Marina, siempre expresado como doña Marina. Finalmente, como Malinalli Tenépatl, así como Marina La Lengua, ambos –el primero en lengua Náhuatl y el segundo en castellano- en referencia a su capacidad expresiva, esto es, su reconocida facilidad de palabra. Es indudable que más allá de su servicio como intérprete, Malintzin asesoró a los españoles sobre las costumbres sociales y militares de lso nativos, y psobiblemente realizon también tareas que hoy definiríamos como inteligencia y diplomacia, jugando un papel importante durante la primera parte de la conquista. Tuvo un hijo con Herán Cortés, Martín, primogé- nito pero ilegítimo; luego daría Cortés el mismo nombre a su primer hijo legítimo, habido de su unión con Juana de Zúñiga. Posteriormente, Hernán Cortés casó a Malintzin con el hidalgo Juan Jaramillo, en Orizaba. De esta nueva unión habría nacido María Jaramillo. Existen constancias de que Malintzin murió en 1529, a partir del hallazgo de documentos que refieren las gestiones de su viudo para volver a casarse. Al parecer, La Malinche murió como consecuencia de haber contraído viruela en la epidemia que se produjo entre 1528 y 1529. tuvo un papel relevante en la conquista de México. Bernán Díaz del Castillo, en su Historia verdadera, encomia repetidamente su compromiso con los conquistadores y su valor en la batalla. Recuerda también la alegría de los españoles cuando supieron que María había sobrevivido a la Noche Triste. Tras esos hechos contrastados, La Malinche acumula un buen número de leyendas, de suposiciones menos comprobables, y de asociaciones más o menos justas al personaje. Tal por ejemplo la palabra malinchismo, o el considerarla algunos como primera madre de México. Tales leyendas, suposiciones y asociaciones pueden agruparse en cuatro tipos. En un primer grupo, las relativas a la novelesca historia de su infancia y vuelta a su tierra; en estos relatos es probable que se haya exagerado con rasgos propios de las novelas de caballerías, que los conquistadores adoraban. En el segundo grupo, las relativas a la supuesta historia de amor entre La Malinche y Herán Cortés, pero el conquistador tuvo también descendencia con Tecuichpo, la hija de Moctezuma, por lo que es probable que su relación con la intérprete haya sido menos intensa de lo que a veces se ha querido suponer. También está el grupo de los que acusan de traición y venta de la patria a La Malinche; sin embargo, se ha dicho que Malintzin no tenía ninguna patria que vender. La palabra malinchismo, con la que se adjetivan las acciones en perjuicio de la propia cultura, sobre todo en beneficio propio, o aún la preferencia de lo extranjero por el solo hecho de serlo, alude a un sentimiento que no era necesariamente el de los vencidos entonces, y que parece muy posterior a la conquista de México. Finalmente, están los que señalan a Malintzin como madre fundadora de la nueva patria, o en sentido general, como representativa de la maternidad. Se la relaciona, por ejemplo, con la leyenda de La Llorona (un fantasma clásico de la Ciudad de México, que en sus apariciones grita ¡Ay, mis hijos!). Fuentes: Varias.

Laspiur, Sixto. La ciudad de Bahía Blanca se vió afectada periódicamente, durante sus primeros años de vida, por brotes epidémicos, especialmente de tifus, a punto tal que en el presupuesto nacional se destinaba anualmente una suma considerable para combatir las epidemias de Bahía Blanca. Mientras tanto, en la aldea, funcionaban las Comisiones de Higiene, cuya finalidad era educar a la población y controlar las condiciones de higiene como medio de prevenir brotes. Fueron organizadas por el Dr Sixto Laspiur, médico del fuerte, de destacada actuación, ya que su aporte no se limitó al ejercicio de la profesión, sino que sus inquietudes por el progreso ciudadano lo llevaron a participar activamente en todas las manifestaciones de la vida local. Este médico fue el primero que actuó en la zona, y no contaba con profesionales civiles, ya que en el hospital militar se asistía toda la población. Cuando en 1875 se resolvió que allí se atendería sólo a los pobres, surgió la necesidad de contar con un médico que atendiera a la población civil. Así fue como se contrató al Dr Ricardo Sudnik, después reemplazado o complementado por los Dres Wermerling, Lucero, Sandoval, Mandinich y Borra. Fuentes: Varias.

Lautaro. Lautaro (del mapudungun: Lef-traru o Lev-Traru: traro –carancho- veloz), fue líder militar mapuche de la misma guerra, antecesor de Caupolicán, durante la primera fase de la conquista española. Dícese que vivió una vida normal hasta que en 1546, y teniendo unos once años de edad, fue capturado por las huestes de Pedro de Valdivia en las inmediaciones de Concepción. Tras la captura, permaneció como paje personal de Valdivia y como era difícil para los españoles pronunciar su nombre original, se lo llamó Felipe Lautaro, o simplemente Lautaro. Fuentes: Varias.

Lavalleja y de la Torre, Juan Antonio. (Santa Lucía, Minas, 24 de junio de 1784 – Montevideo, 22 de octubre de 1853) Militar y político uruguayo. Jefe de los Treinta y Tres Orientales y Presidente del Uruguay en el Triunvirato de Gobierno de 1853. Hijo de Manuel Pérez de Lavalleja, español, de Huesca, estanciero acomodado, y de Ramona Justina de la Torre, española también. El alzamiento de su país respondiendo al alzamiento ocurrido el 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires, tuvo en Lavalleja un decidido y entusiasta soldado desde su inicio, que peleó en la Batalla de Las Piedras en 1811, siendo promovido a capitán en 1814. Acompañando a Artigas e inicialmente a las órdenes del lugarteniente de aquél, Fructuoso Rivera, en la lucha entablada contra los unitarios, se batió con Manuel Dorrego en los campos de Guayabos, el 10 de enero de 1815, siendo este último derrotado. En 1816 se produjo la invasión por parte del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve, bien vista por los enemigos de Artigas, y Lavalleja supo desempeñarse con buen éxito contra los extranjeros en la región minuana, cuyos parajes bien conocía. En 1817 se sostuvo vigorosamente junto a Rivera en el Paso de Cuello, contra un muy superior número de soldados del general portugués Carlos Federico Lecor. Ese mismo año contrajo matrimonio con Ana Monterroso. El 3 de abril del año 1818 una fuerza portuguesa lo hizo prisionero en el arroyo Valentín (Salto). Remitido a Montevideo, fue trasbordado a Río de Janeiro, donde quedó confinado en un pontón; posteriormente fue transferido a la isla Das Cobras junto con Fernando Otorgués, Manuel Francisco Artigas y Leonardo Olivera. En 1821 se autorizó su vuelta a Montevideo e inmediatamente tomó servicio en el Regimiento de Dragones de la Unión, cuyo jefe era el coronel Rivera. Cuando se proclamó la independencia de lo que hoy es Brasil para constituirse en Imperio de Brasil, Rivera y Lavalleja estuvieron a favor junto con Lecor, firmando el acta de aclamación y reconocimiento del emperador Pedro I de Brasil, el 17 de octubre de 1822. Al pasar a Buenos Aires en 1824, las autoridades imperiales lo declararon desertor confiscándole los bienes. Sus antecedentes significaban mucho para la emigración oriental repartida en todas las Provincias Unidas del Río de la Plata, y los planes de revolucionar la Provincia Cisplatina que lentamente se venían tejiendo, cobraron visos de realidad. En combinación con los jefes que tenían algún mando en la Banda Oriental -que se hallaban dispuestos a secundar una tentativa de revuelta, seguramente apalabrando antes que nadie al coronel Fructuoso Rivera, al servicio del gobernador Lecor- se logró reunir tras muchos esfuerzos, el dinero necesario para el equipo de la pequeña expedición que desembarcando en la costa oriental, debía provocar el levantamiento de la provincia contra sus ocupantes. Lavalleja fue el elegido para jefe de la peligrosa empresa, recomendado por su temerario valor y su probada audacia. La épica hazaña se realizó el 19 de abril de 1825, tomando tierra en la orilla del Río Uruguay, playa de la Agraciada, con unas pocas armas y al frente de un grupo indeterminado de compañeros orientales y de otras provincias, que la tradición denomina treinta y tres orientales, en su mayoría jefes y oficiales. Se emprendieron operaciones ofensivas, logrando el 24 entrar en Santo Domingo de Soriano y seguir luego en busca del coronel Rivera, al cual se le encontró en el paraje llamado Monzón el día 29. Tras corta entrevista de los antiguos compañeros y amigos, Rivera quedó incorporado a las fuerzas patriotas con los soldados a sus órdenes. Existe controversia en la historia sobre si Rivera fue sorprendido y hecho prisionero por Lavalleja en Monzón, como lo dice éste en carta a su esposa fechada en San José el 2 de mayo, y en tales circunstancias Rivera optó por plegarse a las huestes invasoras, o si aquello vino a ser la consecuencia de un arreglo previamente combinado, como parece más natural; pero Rivera necesitaba cuando menos salvar las apariencias. La adhesión de Rivera, individuo con gran prestigio y vinculación en la campaña, equivalió sin duda alguna a una primera batalla ganada. Prosiguiendo las operaciones, las villas de San José y Canelones cayeron en poder de los patriotas, y el 14 de junio era establecido en Florida un Gobierno Provisorio bajo la presidencia de Manuel Calleros. Allí, el 25 de agosto de 1825, la Sala de Representantes proclamó la independencia de la provincia y de inmediato declaró su unión a las demás del Río de la Plata. Rivera batió a sus adversarios en Rincón de Haedo el 24 de septiembre, y el 12 de octubre Lavalleja obtuvo su triunfo en Sarandí Grande. El gobierno de Buenos Aires, accionado por la creciente presión de la opinión pública, aceptó a la Provincia Oriental como unida a las otras, lo que significaba la guerra con el Imperio del Brasil, iniciándose las hostilidades en enero de 1826. Pero ya habían surgido las primeras disensiones entre Lavalleja y Rivera que, si bien se acallaron casi enseguida, quedaron en un punto que anunciaba su reiteración. Lavalleja fue incorporado al Ejército Republicano precisamente para alejarlo del campo de la política y marchó a la campaña de Río Grande do Sul, tocándole hallarse en la jornada victoriosa de Ituzaingó el 20 de febrero de 1827. Siguieron sus desafectos con el general en jefe Carlos de Alvear, lo que produjo la inacción del Ejército Republicano, mientras los imperiales se preparaban activamente para reabrir las hostilidades. Hubo necesidad de retirarse y Alvear se estableció en Cerro Largo y Lavalleja en el Durazno, hasta que a la separación de Alvear, en julio de 1827, Lavalleja fue investido con el mando superior del Ejército. Envuelto en disidencias y ambiciones de la época, deseoso de mando y sin la diplomacia que es atributo esencial de los hombres de gobierno, el general Lavalleja se involucró pronto en una serie de violencias de orden político-administrativo, culminando con la ejecución de su orden del 12 de octubre de 1827 en la que se disolvió la Junta de Gobierno que presidía Joaquín Suárez. La Convención Preliminar de Paz que se convino en 1828 entre el Imperio de Brasil y las Provincias Unidas, hizo a Lavalleja deponer su dictadura y el general José Rondeau se hizo cargo del Gobierno Provisorio de la recién creada República Oriental el 1 de diciembre. Rebelado contra el orden institucional en julio de 1832, fue derrotado y obligado a refugiarse en el Brasil. En 1834 reincidió en su actitud, invadiendo la República Oriental con el auxilio de Juan Manuel de Rosas, para finalizar de igual manera que antes. En la presidencia de Manuel Oribe, 1835-36 estando emigrado en la Confederación Argentina, Rosas lo apoyó contra Oribe. Sin embargo, cuando el general Rivera se rebeló contra el gobierno, a mediados del año 1836, vino a ofrecer su espada a Oribe, desembarcando en Colonia el 1 de agosto de 1836 al frente de un centenar de hombres. Le fue restablecido su grado del ejército nacional, y compartió con el general Ignacio Oribe la victoria en la Batalla de Carpintería, el 19 de septiembre de 1836, pero también le cupo la responsabilidad de la derrota de Palmar, el 15 de junio de 1838. A la renuncia de Oribe en octubre de 1838, Lavalleja, previa entrega a los riveristas de la plaza de Paysandú, cruzó a Buenos Aires para ponerse al servicio directo de Rosas; acompaño al general Pascual Echagüe, en la invasión de 1839 y el 29 de diciembre sufrió una estrepitosa derrota en la batalla de Cagancha. Regresaron y en 1840 fueron vencidos en Don Cristóbal. El largo período de la Guerra Grande transcurrió oscuramente para él, residente desde 1845 en el campo del Cerrito, donde tenía su gobierno Oribe, pasó desapercibido y, según palabras de Antonio F Díaz, sufrió verdaderas privaciones materiales. Después de la paz del 8 de octubre de 1851, fue dado de alta en el ejército como brigadier general, confiándosele la Comandancia Militar de los departamentos de Cerro Largo, Minas y Maldonado. Se lo incluyó junto a Rivera y a Venancio Flores en el Triunvirato que el 25 de septiembre de 1853 sustituyó al gobierno constitucional de Juan Francisco Giró, pero antes de cumplir un mes en sus funciones, falleció repentinamente mientras despachaba en el fuerte de Gobierno. Juan Antonio Lavalleja fue capitán de Artigas, jefe de los Treinta y Tres y general de Sarandí; ha inscripto su nombre en la Lista de los Grandes del Uruguay, consagrándose como uno de sus próceres. Minas, la ciudad de su cuna, le erigió en la plaza principal, el 12 de octubre de 1902, la primera estatua ecuestre levantada en la República Oriental y por ley del 26 de diciembre de 1927, el departamento de Minas tomó la denominación de Lavalleja. Fuente: Wikipedia.com.

Lecor, Carlos Federico. (11 de septiembre de 1767, Faro – 2 de agosto de 1836, Río de Janeiro) Vizconde de la Laguna, destacado militar y político portugués. Siendo general, ocupó en 1817 la ciudad de Montevideo, que en esos momentos formaba parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y logró que sus habitantes aceptasen la protección de la corte portuguesa. Sobre la base de una carrera militar convencional en Portugal y Brasil, fue nombrado Gobernador militar de Elvas y su castillo en 1814. En 1816 pasó al Brasil como comandante de una división que vio acción en las guerras de expansión del Brasil, atacando la Fortaleza de Santa Teresa, fuerte español de la época colonial, ubicada en lo que ahora es el departamento uruguayo de Rocha. Las fuerzas de Lecor ocuparon Maldonado y la villa de Cerro Largo. Finalmente bloquearon Montevideo, ciudad que fue ocupada sin mayor resistencia el 20 de enero de 1817. Lecor fue nombrado gobernador de la ciudad. Sus objetivos, de acuerdo a los ánimos históricos portugueses, y urgido por la Princesa Carlota, eran incorporar a las posesiones portugesas algunas de las provincias del antiguo Virreinato del Río de la Plata y restablecer en el resto la casa de Borbón bajo el reinado de Carlota. Sin embargo, la situación en que se encontraba puede ser descrita como precaria: José Artigas controlaba militarmente el interior de la Banda Oriental, lo que aislaba a Lecor de las operaciones del Río Grande y las Misiones Orientales. Esto le impedía unir sus las fuerzas con las del resto del ejército portugués. En el terreno naval, la escuadra portuguesa permaneció encerrada en Montevideo y defendía, penosamente, el tráfico comercial con Río de Janeiro de los ataques de la flotilla corsaria artiguista. Al mismo tiempo, las fuerzas independentistas habían consolidado su posición en Argentina y se disponían a liberar Chile y el Perú. Para lograr sus fines le era indispensable destruir las fuerzas del General Artigas, eliminar el foco corsario de la Colonia del Sacramento y debilitar las fuerzas patriotas en el resto de las provincias del antiguo virreinato. Contaba para eso, en adición a las fuerzas militares portugesas, con las divisiones entre las fuerzas patrióticas, que se encontraban en lo que efectivamente puede ser considerado una guerra civil entre unitarios y federales. Como gobernador de Montevideo y en persecución de esos objetivos, Lecor se reveló como un verdadero estratega. Llevó a cabo una serie de maniobras políticas, entre las que se cuentan el haber dado paso libre hacia Buenos Aires a Manuel Oribe y sus tropas, y dar asilo y apoyo, entre otros, al chileno José Miguel Carrera y al argentino Alvear, incrementando así las sospechas y disensiones entre los partidos independentistas. Un papel central en esas maniobras fue jugado por Nicolás Herrera, quien fue secretario de Alvear mientras ese general fue dictador en Argentina y llegó a serlo de Lecor cuando éste ocupó Montevideo. Finalmente logró convencer – prometiendo restaurar el orden y la devolución de las propiedades confiscadas por Artigas – a los notables de Montevideo de aceptar la protección provisoria de la corte de Brasil. Por todo lo anterior, fue premiado con el título de Barón de la Laguna en 1818. Preparado así el terreno, en febrero de 1818, una columna lusobrasileña al mando del teniente general Joaquín Javier Curado se internó en Uruguay desde el Río Cuareim, al norte de ese país, y el 4 de marzo una fuerza naval atacó desde Montevideo a través del Río Uruguay. El objetivo era aislar a Artigas de las provincias federadas del Paraná. Esa expedición culminó con la toma de Colonia del Sacramento y la unión de las fuerzas navales con la columna al mando de Curado. Artigas se vio obligado a abandonar la costa oriental del río. Posteriormente Artigas cometió lo que puede ser considerado el error estratégico crucial de su carrera. Convencido, debido a las maniobras de Lecor, de que los unitarios planeaban atacarlo, instruyó a sus aliados en la región del Paraná de atacar Buenos Aires, a fines de 1819, con el fin declarado de obligar a los unitarios a participar en la guerra contra los portugueses. A esa campaña se unieron tanto Alvear como Carrera. El resultado neto de estas hostilidades fue que, aunque los unitarios fueron derrotados, Artigas se encontró desprovisto de fuerzas para enfrentar a los lusobrasileños. Esto llevó a su derrota decisiva en el Uruguay en la batalla de Tacuarembó, el 22 de enero de 1820, en el actual Departamento de Rivera. Por ello se vio forzado a cruzar al territorio de Entre Rios, controlado por Francisco Ramírez. Un poco después, el 23 de febrero de 1820, los federales del lado argentino lograron un acuerdo con Buenos Aires – el Tratado del Pilar – que fue denunciado por Artigas como traición, a consecuencia de lo cual estallaron hostilidades entre los mismos federales. Se dio así comienzo al período de anarquía de 1820. Con la Banda Oriental bajo control efectivo de un Brasil monarquista, y una Argentina no solo desprovista de gobierno común efectivo, sino también envuelta en una serie de conflictos internos faccionales, los planes de Lecor habían dado fruto y se podía proceder a la restauración borbónica. Sin embargo la restauración no se concretó, debido principalmente a, por un lado, la insurrección de las tropas españolas destinadas a la reconquista, y por el otro, a la intervención británica, país que perseguía una política de mantener status quo y oposición a la restauración del imperio español. Parafraseando a Lord Castlereagh, ministro de relaciones británico de la época, la política británica era una clara y decisiva concesión a la indecisión, situación que, en todo caso, no era ni la responsabilidad ni debida a Lecor. Con posterioridad a la proclamación de la independencia de Brasil, la guarnición de Montevideo se declaró fiel al rey de Portugal. Pero Lecor, después de algunas semanas de dudas, decidió declararse súbdito del Emperador Pedro I de Brasil. Su determinación permitió que la Banda Oriental pasara a ser parte del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve. Esa situación se formalizó en 1821 cuando un congreso de orientales, el llamado Congreso Cisplatino, votó la incorporación de la Banda Oriental a ese imperio, bajo el nombre de Provincia Cisplatina. Lógicamente, los miembros de ese congreso son vistos actualmente como colaboracionistas (con el invasor) en la historia del Uruguay. A Lecor le fue concedido el título de Vizconde de la Laguna, con honras de grandeza (1823). La Provincia Cisplatina continuó siendo parte del imperio brasileño hasta la Cruzada Libertadora de los Treinta y Tres Orientales de 1825, al mando del Brigadier General Juan Antonio Lavalleja. Ésta dio origen a la Guerra del Brasil, en que la Argentina intentó recuperar esa provincia. Lecor no tuvo otra parte en esa guerra que resistir el sitio que le impusieron a la ciudad de Montevideo las fuerzas argentinas. La situación indecisa en que quedaron ambos bandos en la guerra, y la presión británica, obligaron a los dos países a firmar la paz, sobre la base de la independencia de la República Oriental del Uruguay. A fines de 1828, Lecor evacuó la ciudad y se trasladó a Río de Janeiro. Eventualmente fue nombrado Consejero del Emperador y ministro del Tribunal Militar Supremo y fue condecorado y hecho miembro de la Orden de São Bento de Aviz e Cristo. Fuente: Wikipedia.

Levillier, Roberto. (Buenos Aires, 1886-1969) Historiador y diplomático argentino. Ocupó diferentes puestos diplomáticos hasta el año 1942. Estuvo destacado como consejero en España, Portugal, Polonia, la antigua Checoslovaquia y en Perú. En 1920 fue designado junto con otros importantes diplomáticos, por el entonces presidente de Argentina Yrigoyen, para formar parte de la primera delegación que envió a la Sociedad de Naciones. En el año 1935 fue nombrado embajador en México, puesto que ocupó hasta 1937. Un año después fue nombrado embajador en Uruguay, donde permaneció hasta 1941. Durante los años que permaneció en Europa, en representación de los servicios exteriores de su país, hay que destacar la notable ayuda que prestó a los judíos tras la llegada de Hitler al poder. Tras abandonar la carrera diplomática, se dedicó por entero a la investigación histórica, que por otro lado había constituido una parte importante de su actividad profesional. En este momento además su labor fue esencial, puesto los historiadores argentinos estaban comenzando a redactar y publicar los primeros estudios serios sobre la historia contemporánea de su país, y en opinión de este autor era necesario volver la vista al pasado, para poder comprender mejor las motivaciones que llevaron a la proclamación de la Independencia y explicar así muchas de las características y peculiaridades de la sociedad de Argentina. Gracias a sus investigaciones en 1955 fue admitido en la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, donde ocupó un sillón hasta su muerte en 1969. Entre sus obras más importantes se pueden destacar Orígenes argentinos (1912), La reconstrucción del pasado colonial (1917), El Perú y el Tucumán en tiempos prehistóricos (1928), Chile y Tucumán en el siglo XVI (1928), La Argentina del siglo XVI, Biografía de los conquistadores de Argentina (1933), Don Francisco de Toledo organizador del Perú, (1935, 1939, 1942), estudio biográfico editado en tres volúmenes; América, la bien llamada, (1947-1948), estudio en defensa del nombre del continente publicado en dos volúmenes; y Las cartas de Américo Vespucio. Mención especial merece el proyecto que llenó los últimos años de su vida. Levillier inició la elaboración de una gran obra, de una extensión aproximada de 40 tomos, donde se propuso recopilar documentos históricos del siglo XVI representativos de los acontecimientos que marcaron la vida del Virreinato del Perú. Además de obras históricas, Levillier publicó dos obras teatrales tituladas Amor con dolor se paga y Rumbo Sur. En su libro El Patiti, el Dorado y las Amazonas, Levillier hace verosímil el relato de Alvar Núñez Cabeza de Vaca en sus Comentarios. Fuente: http://www.biografíasyvidas.com.

Lief Curá. Posiblemente Juan José Levicurá, hijo de Antonio Namuncurá y por ello sobrino de Calfucurá. Con ellos vino de Chile en 1834. Por entender el castellano fue traductor y secretario de los caciques salineros, acompañando a varias comisiones de éstos entre los gobiernos de la Confederación y de Buenos Aires. Era gran amigo y quizás pariente del cacique Mariñaco. Se lo consideraba hombre de paz. Después de la muerte de Calfucurá, fue cacique. Su retrato aparece en la Iconografía Aborigen, de M Vignati. Fuentes: Varias.

Linares, Miguel. Mano derecha de Chingoleo, de quien en apariencia era sobrino, y cuyo nombre en araucano era Wichágürrü, factor decisivo en la defensa de Patagones contra los malones de Calfucurá y otros indígenas septentrionales, baqueano de la Conquista del Desierto. En 1861 ingresó al Ejército Nacional, del que se retiró en 1906 con el grado de Mayor. Dio origen a una de las ramas de los Linares (presumiblemente los mismos que luego se asentaron en Punta Alta), como así al apellido Entraigas. Fuente: El linaje de los Yanquetruz.

Lista, Ramón. Explorador, militar y funcionario, nacido en Buenos Aires en 1856 y muerto en Orán, Salta en 1897. Segundo gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz y responsable de una de las peores matanzas de indios onas en la isla de Tierra del Fuego en 1886. Se casó con Agustina Andrade, hija del poeta Olegario Víctor Andrade y tuvo dos hijas de este matrimonio. Luego mantuvo una familia paralela en la Patagonia con una indígena, de la cual tuvo una tercera hija. Al enterarse de la doble vida de su marido, Agustina Andrade se suicidó, dejando a sus hijas al cuidado de su madre, María Eloisa González Quiñones de Andrade. Lista mostró, desde muy joven, inclinación por la geografía y las ciencias naturales. Estudió ambas disciplinas en Europa, aunque no llegó a graduarse. Por mediación de su maestro Germán Burmeister, se incorporó a la Sociedad Científica Argentina e hijo algunas exploraciones en la provincia de Entre Ríos. En 1877 partió en su primera exploración a la Patagonia, que fracasó por un motín militar en Punta Arenas, Chile. En enero de 1878 desembarcó en el Puerto Santa Cruz con el teniente Carlos María Moyano, y juntos exploraron el río Santa Cruz, su afluente el río Chico, y un afluente de éste, el río Chalia. En 1880 hizo nuevas exploraciones en la bahía de San Antonio. En 1882 realizó una exploración por el este de la provincia de Misiones, cuyas conclusiones publicó al año siguiente. En 1885 se le encomendó dirigir una expedición desde Bahía Blanca hasta Río Deseado. Salió en enero, cruzó por Carmen de Patagones, bahía San Antonio, Valcheta, Telsen, Puerto Madryn y Trelew. El resto del viaje lo hizo por barco hasta Puerto Deseado, y remontó ese río hasta El Pluma. Sin víveres, en pleno invierno, se vio obligado a regresar, con lo que perdió la oportunidad de descubrir el Lago Buenos Aires. En 1886 se embarcó con una expedición de exploración y reconocimiento a la isla Grande de Tierra del Fuego, cuya parte occidentabal acababa de ser puesta bajo soberanía argentina. En su comitiva iban el capital Federico Spurr, el doctor Segers y el misionero salesiano José Fagnano, fundador y director de la misión de Carmen de Patagones. El 25 de noviembre, tras desembarcar en la playa de San Sebastián, y mientras exploraba la zona, divisó a lo lejos una toldería ona. Sin que los indígenas representaran ninguna amenaza ni ofrecieran ninguna muestra de hostilidad, Lista ordenó a sus hombres desenfundar las armas y abrir fuego contra ellos. En pocos minutos, murieron masacrados a balazos veintiséis onas, hombres, mujeres y niños. Tras la mtanza, los hombres de Lista hicieron un recorrido por el lugar y momentos más tarde encontraron, oculto tras unos matorrales, a un joven ona de unos veinte años, al que mataron de veintiocho balazos. Fagnano y Spurr, horrorizados por la matanza, enfrentaron a Lista y éste amenazó con hacerlos fusilar. Cinco días más tarde, se encontraron con otro grupo ona, pero el padre Fagnano y el doctor Segers se adelantaron a Lista, logrando un encuentro amistoso. Entonces Lista decidió apurar la marcha y, dejando atrás al incómodo misionero, en el siguiente encuentro causó otra matanza, con otros dos indígenas muertos y dos mujeres y siete niños prisioneros. Continuaron su exploraración hasta llegar a la costa en Bahía Thetis, en el extremo oriental de la isla, donde se reembarcaron en otro buque. Ni Lista ni los soldados a su cargo fueron sancionados por ninguna de las masacres. Fue la primera de una serie de masacres que, en un lapso de veinte años, entre fines del siglo XIX y principios del XX, aniquiló casi totalmente a la población indígena de la isla. Por Ley N° 29 del año 1991, el gobierno de Tierra del Fuego declaró el 25 de noviembre, aniversario de la masacre de San Sebastián, como Día del Indígena Fueguino. En 1887 Lista fue nombrado gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz. En su viaje inicial, al ingresar en la ría de Puerto Deseado, su buque naufragó. Partió inmediatamente a caballo cruzando un desierto inhóspito hacia la capital del territorio, Puerto Santa Cruz, y logró llevar ayuda para los náufragos. A su llegada, ordenó el abandono de la población e instalaciones portuarias de Puerto Deseado. Al año siguiente trasladó la capital del territorio (que en aquella época incluía también a Tierra del Fuego), a Río Gallegos, acual capital de la provincia de Santa Cruz. En 1890 y 1892 exploró el oeste del territorio, y descubrió el Lago Viedma. En 1892 fue reemplazado en el cargo por el general Edelmiro Mayer. Escribió tres libros: Viaje al país de los tehuelches; Mis exploraciones y descubrimientos en la Patagonia y Viaje al país de los Onas, donde no hace mención alguna a las masacres que provocó. El 1896 se trasladó a Buenos Aires, para luego ser enviado al norte del país. Hizo un viaje más a la Patagonia y después se dedicó a explorar el chaco salteño. Su misión allí era probar la navegabilidad del río Pilcomayo, lo que resultó imposible, aún con canalizaciones. Murió en el norte de Salta, muy cerca de la fontera con Bolivia, en 1897. Sus compañeros de expedición difundieron la noticia de su suicidio, pero pronto quedó claro que había sido asesinado por dos baqueanos que lo conducían hacia el río Pilcomayo. La Sociedad Geográfica Argentina rescató su cadáver en Orán, e hizo trasladarlo a Buenos Aires. A su entierro, que se realizó con gran pompa en el Cementerio de la Recoleta, el 24 de febrero de 1898, asistió gente de la alta sociedad porteña. Fuente: Wikipedia y varias.

Llanquetrú, José María. O Llanketrú, o Iankütré, o José María Bulnes Yanquetruz. Es Yanquetruz (3) para la sinopsis elaborada por Casamiquela en la fuente que declaramos. En apariencia el mismo que dio un malón en Patagones y que después pactó con el gobierno y ostentó grado de teniente coronel de la Nación, con sueldo y uniforme de tal. Padre de José María Yanquetruz, abuelo de Juan Yanquetruz. Fue más conocido como ¨Llanketrú el viejo¨. Fue descripto por Sanchez Ceschi como alto, musculoso, de serio y grave continente, de agilidad felina, tenía músculos de acero… (1938). Amigo y pariente por vía materna de Catriel y Cachul. Firmaba sus documentos con el nombre de José María Bulnes Lanquitrue y es el mismo que aparece en 1856 expresando su enojo por la violación de su territorio en mensaje dirigido al señor Renous, vecino de Osorno (Chile). Se refería entonces a la región de Nahuel Huapi, con lo que evidencia que sus dominios se extendían desde la costa atlántica hasta la cordillera. Se casó con Máshall o María Pil, la que luego de morir Yanketruz volvió a casarse y fue madre de Truwúlmani, máxima informante de Harrington. Su apelativo Bulnes, puede derivar conforme ha establecido Casamiquela, del tehuelche Wünes, nombre de uno de sus antepasados. Su rivalidad con Calfucurá lo hizo trasladarse al sur del Limay, desde donde pasó a Patagones y Bahía Blanca. Su denuncia de que Urquiza y Calfucurá eran aliados habría llegado a manos de Mitre (1857), cuya opinión fue decisiva para el otorgamiento a Yanketruz de grado militar y mando de tropas. Fuente: El linaje de los Yanquetruz.

Loij, Ángela. Fue la última ona de su raza que murió a fines de 1974. Sus testimonios fueron recogidos por la etnóloga norteamericana Anne Chapman, quien se ha ocupado fervorosamente del estudio de la cultura selk’nan -ona-. En sus trabajos se reproducen fragmentos de los relatos evocativos de Ángela. “Loij nació a principio del siglo XX, cuando ya muchos de los indígenas habían sido muertos por los blancos o por las enfermedades que aquellos les contagiaron. La última guerrilla entre Selk’nan ocurrió en esta época. Y después seguían muriendo de enfermedades en el campo y en las misiones (de la Isla Dawson y Río Grande). Ángela nació al norte de Río Grande, en lo que era entonces y es aún la “Estancia Sara”. Su padre trabajaba como peón, cercando campos de ovejas. Su madre, otra hermana y sus dos hermanos murieron en la misión salesiana de Río Grande. En 1966 después de morir la ona que había vivido como nativa y en libertad (la anciana Lola Kiepja), Ángela se convirtió en mi principal informante. Se preocupaba mucho por contarme con precisión lo que sabía. Y si el trabajo era lento, eso se debía a mi empeño en dejarla asociar libremente sus recuerdos. La repetición y el relato espontáneo corroboraban la autenticidad de la información. Además la asociación libre le permitía abordar temas que me eran desconocidos. Le gustaba responder a mis preguntas. Cuando no sabía algo se lamentaba de no haber prestado mayor atención a las conversaciones y los comentarios de los viejos. Insistía que de joven era muy “tullaken” -de corazón desentendido o irrespetuoso- en lo atinente a las creencias religiosas y místicas de sus antepasados. En el curso de los años que nos conocimos me habló de más de 4.000 indígenas, conocidos personalmente o de oídas. Aunque no sabía los nombres de todos, casi siempre recordaba su parentesco. Para mí su cultura adquiría sentido más allá de lo vidente, revelaba algunas de sus dimensiones semánticas, niveles de diferentes sistemas simbólicos. Ángela hablaba de un individuo, luego de otro, otro y otro, en el contexto de las misiones, de la vida en familia, en los campamentos, de amores y venganzas, de guerrillas, de “Chancho Colorado” y otros asesinos blancos, del alma (“Kaspi”), que se desprende del cuerpo en la hora de morir; del mundo antes que la muerte existiera cuando los dioses habitaban la Tierra, de mitos que enseñan el por qué del hombre, del abuelo de Lola Kiepja que era sabio y profeta, de los “xoón” (doctores) y sus poderes sobrenaturales, de sus viajes a la luna, de los espíritus de la tierra y el cielo que no eran sino hombres disfrazados, de un desequilibrado que se creía guanaco y de cómo murió, de mujeres muertas en el parto. A menudo se expresaba en selk’nam, sobre todo cuando yo se lo pedía, pero normalmente hablábamos el español. Ella vivía en el pasado, en el mundo selk’nam inexistente. Indagaba lo más recóndito de su memoria para revivir detalles de aquella vida y para explicarse por qué desapareció. Quiero acordarme de Ángela sonriendo como la última vez que la ví. Y me acordaré de sus manos hermosas, de su humor, de su coraje, de su placer al hacerme participar de aquella cultura milenaria que fue, en los tiempos paleolíticos, la de la humanidad entera”. Fuente: Ricardo Santiago Katz, para Agencia Nova (reproducción textual).

López y Planes, Vicente. En realidad Alejandro Vicente López y Planes (Buenos Aires, 3 de mayo de 1785 – 10 de octubre de 1856) fue un escritor y político argentino que ejerció la presidencia entre el 7 de julio y el 17 de agosto de 1827. También fue el autor de la letra del Himno Nacional Argentino, adoptado el 11 de mayo de 1813. Fuente: El Historiador, Felipe Pigna.

Lozano, Pedro. Nació en Madrid en 1697; en 1714 –con 17 años de edad- viajó con destino a las misiones jesuíticas del Paraguay. Estudió en el Colegio Máximo de Córdoba –actual Universidad Nacional…-, que en esa época era la sede central de la provincia jesuítica del Paraguay, donde llegó a ser profesor de filosofía y teología. Entre 1724 y 1730 enseñó también en el Colegio de Santa Fe, para regresar otra vez a Córdoba como historiador de la orden jesuítica. Compuso varias obras de carácter geográfico e histórico. La más notrable es su Descripción chorográphica del Gran Chaco, ilustrada con un detallado mapa del padre Antonio Machoni, que contiene muchos detalles etnográficos sobre los pueblos del Gran Chaco, descripciones hidrográficas, un estudio sobre la calidad de las tierras, numerosos comentarios sobre las especies botánicas de la región (y en particular sobre las plantas medicionales) e intersantes comentarios sobre la fauna. Fue autor asimismo de una extensa y bien documentada Conquista del Paraguay y del Río de la Plata. El padre Lozano falleció en 1752, en Humahuaca. Sus restos están enterrados en la Iglesia de San Antonio de Padua del pequeño pueblo cercano de Uquía. Fuente: Wikipedia.

Lugones, Leopoldo. Nació el 13 de junio de 1874 en la provincia de Córdoba, primer hijo de Santiago Lugones y Custodia Argüello. Su madre le enseñó las primeras letras y fue responsable de una formación católica muy estricta. En su niñez, su familia se trasladó a Santiago del Estero y más tarde a Ojo de Agua, una pequeña villa situada en el sur de la provincia de Santiago del Estero. Más tarde sus padres lo enviaron a cursar el bachillerato en el Colegio Nacional de Monserrat, en Córdoba, donde vivió con su abuela materna. En 1892 su familia se trasladó a esa ciudad y en esa época comenzó a realizar sus primeras experiencias en el campo del periodismo y la literatura. En el año 1896 se trasladó a Buenos Aires y contrajo matrimonio con Juana Agudelo. En 1906 y 1911 realizó sendos viajes a Europa, travesías entonces consideradas imprescindibles en la elite intelectual porteña. En 1897 nació su único hijo, Polo Lugones, quien sería jefe de policía durante la dictadura de José Félix Uriburu y de triste fama por ser considerado quien introdujo la picana eléctrica como método de tortura. Mientras tanto, en Buenos Aires, generó constante polémica no tanto por su obra literaria sino por su protagonismo político que sufrió fuertes virajes ideológicos a lo largo de su vida, pasando por el socialismo, el liberalismo, el conservadurismo y el fascismo. La actividad literaria y política de Lugones comenzó en Córdoba con su incursión como periodista en El Pensamiento Libre, publicación considerada atea y anarquista, y participó en la fundación del primer centro socialista en esa ciudad. En esa época publicó poesía con el seudónimo Gil Paz. Poco después, ya en Buenos Aires, se unió al grupo socialista que integraban, entre otros escritores, José Ingenieros, Alberto Gerchunoff, Manuel Ugarte y Roberto Payró y escribió de forma esporádica para varios medios, entre los que se contaban el periódico socialista La Vanguardia y el periódico roquista Tribuna. En esa época conoció a Rubén Darío, quien tendría importante influencia en su obra y cuyo prestigio le facilitaría el ingreso al diario La Nación. En 1897 Lugones publicó su primer libro, Las montañas del oro, de estilo inspirado en el simbolismo francés. Algunos capítulos de este libro habían sido publicados en una edición dirigida por Paul Groussac llamada La Biblioteca. El 13 de noviembre de 1899 adhirió a la masonería al iniciarse en la logia Libertad Rivadavia N° 51 (Revista SÍMBOLO net, publicación de la Secretaría de Prensa de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, Nº 63, junio de 2007). En 1903 fue expulsado del socialismo por apoyar la candidatura conservadora de Manuel Quintana para la presidencia de la República. En 1905 publicó Crepúsculo del jardín, obra cercana al Modernismo que recogía también las tendencias de la literatura francesa, en particular del simbolismo, estilo que se profundizó con su celebrado Lunario sentimental publicado en 1909. Experimentó con cuentos de misterio en 1906 con su obra Las fuerzas extrañas; este libro junto con Cuentos fatales (1926) son considerados precursores de la narrativa breve en Argentina, que tendrá una vasta tradición a lo largo de todo el siglo XX. De regreso de sus experiencias europeas, Lugones publicó su ensayo Historia de Sarmiento (1911). En 1913 pronunció en el Teatro Odeón una serie de conferencias, titulada “El Payador”, ante la presencia, entre otros personajes ilustres, del entonces presidente Roque Sáenz Peña; el tema principal de las conferencias (recopiladas y publicadas en 1916) era el poema gauchesco Martín Fierro y la exaltación de la figura del gaucho como paradigma de nacionalidad. En la obra de Domingo Faustino Sarmiento y de José Hernández, Lugones encuentra lo que él llama “la formación del espíritu nacional”. “Facundo y Recuerdos de provincia son nuestra Ilíada y nuestra Odisea. Martín Fierro nuestro Romancero (…)” (Historia de Sarmiento, Leopoldo Lugones, 1911). La consideración del Martín Fierro como emblema de la literatura argentina se debía, en gran medida, a la interpretación de Lugones sobre la influencia de esta obra en la formación de una identidad cultural. En 1920 comenzó a advertirse un giro hacia las ideas nacionalistas con la publicación de un libro de doctrina política, Mi beligerancia. Al año siguiente publicó una obra que puede considerarse de divulgación científica, El tamaño del espacio y en 1922, en un retorno al simbolismo, publicó Las horas doradas. En 1923 pronunció una conferencia en el teatro Coliseo de Buenos Aires, titulada “Ante la doble amenaza”, que le reportó un inmediato repudio de parte del espectro político democrático. En esa ocasión el dirigente socialista Alfredo Palacios lo calificó de chauvinista. En 1926 recibió el Premio Nacional de Literatura y en 1928 presidió la Sociedad Argentina de Escritores. Ya en esa época era un ferviente impulsor de las tendencias fascistas que caracterizaban a parte de los militares argentinos. Lugones fue un importante propagandista del golpe militar protagonizado por José Félix Uriburu el 6 de septiembre de 1930, que derrocó al caudillo radical Hipólito Yrigoyen. Su estrecha relación con el régimen instaurado ese año le valió el rechazo de los círculos intelectuales porteños. A pesar de su adhesión al nacionalismo autoritario desde la década de 1920, Lugones se opuso al antisemitismo mientras muchos intelectuales destacados lo profesaban abiertamente. En 1935 escribió el prólogo al libro “La mentira más grande de la historia: los protocolos de los sabios de Sion”, de Benjamín W. Segel (Ediciones D.A.I.A., Buenos Aires 1936). La obra denunció como falsificación al célebre escrito antisemita conocido como Protocolos de los Sabios de Sion. El 18 de febrero de 1938 se quitó la vida en un recreo de San Fernando, provincia de Buenos Aires, llamado El Tropezón, ubicado en la Segunda Sección del Delta (es erróneo aseverar que falleció en Tigre) al ingerir una mezcla fatal de whisky y cianuro. La frustración política, como causa de su decisión de suicidio, ha sido, por siempre, la más difundida. Empero, publicaciones recientes en bibliografía argentina, han echado otra luz. Lugones estuvo muy enamorado de una muchacha que conoció en una de sus conferencias en la Facultad de Filosofía y Letras. Mantuvo con ella una relación sentimental y apasionada. Descubierto y presionado por su hijo, debió abandonarla. Esto lo habría precipitado en un declive depresivo que acabaría así con su vida.(Ver:”Cuando Lugones conoció el amor” de Maria Inés Cárdenas de Monner Sans, Seix Barral, Buenos Aires, 1999) Sus descendientes no han escapado a este sino trágico. Su único hijo, Leopoldo Lugones (hijo), llamado Polo, se suicidó en 1971; su hija Susana, a quien llamaban Pirí, fue detenida desaparecida en diciembre de 1978 durante la guerra sucia. Su otra hija, Carmen, a quien llamaba Babú sigue con vida. Uno de los hijos de Pirí, Alejandro, se suicidó al igual que su bisabuelo en Tigre. Esto conforma un destino familiar trágico, curiosamente muy parecido al de la estirpe de Horacio Quiroga, su amigo y admirador. Fuentes: Varias.

Lugones, Susana (Piri). Nació el 30 de abril de 1925 en Buenos Aires, nieta del poeta Leopoldo Lugones e hija de Polo Lugones (el Jefe de Policía torturador de Uriburu, recordado por su incorporación de la picana a la práctica de tormentos). Graduada como maestra ejerció la docencia. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Fue editora, escritora y traductora. Acostumbraba presentarse como la nieta del escritor y la hija del torturador. Estuvo vinculada al periodismo, la literatura y a la política de su época. Trabajó en Mucho Gusto, en la agencia de noticias Prensa Latina, en la editoriales de Jorge Álvarez, Abril, en las revistas Atlántida, Che y en el diario Noticias entre otros. El 20 de diciembre de 1977, a los cincuenta y dos años fue secuestrada integrando la lista de 93 periodistas desaparecidos en la última dictadura militar. Se estima que fue asesinada el 17 de febrero de 1978. Fuentes: varias.

Luiggi, Luis. Luis Luiggi nació el 3 de agosto de 1856 en Génova, Italia. Hijo de Settimio Luiggi, que tenía negocio de papelería, tuvo tranquila infancia en una familia tradicional para aquella época, junto con sus siete hermanos. Se recibió de Ingeniero en el Real Colegio de Ingeniería Civil de Turín en 1878. Arribó a Argentina el 29 de febrero de 1896, luego de ser contratado por el Gobierno de José Evaristo Uriburu (1895-1898) para ubicar adecuadamente y luego diseñar y construir un puerto militar de aguas profundas. El lugar elegido fue una deshabitada extensión arenosa del estuario de Bahía Blanca y el Puerto Militar es la hoy base naval anexa a Punta Alta. Después de asesorar para la instalación del Faro Recalada (Monte Hermoso, 1906), y concluidas las tareas que había contratado, regresó a Italia. Luiggi fue siempre admirado por la obra realizada y consecuentemente reverenciado por la comunidad italiana en Argentina. Tanto, que don Antonio Devoto pidió autorización para darle su nombre al pueblo que pensaba fundar en el lote XXI de la Sección Primera de la Pampa Central (actual Provincia de La Pampa), y que el ingeniero visitó en 1928. Antes, en 1910, había realizado una primera visita a las obras concluidas en la base naval militar y especialmente a la joven población puntaltense. Falleció en Roma el 1 de febrero de 1931. Fuentes: Varias.

Lynch, Benito. Nació y falleció en La Plata (1880-1951). De familia irlandesa adinerada, creció en una estancia. Sus vivencias durante los primeros años determinarán su literatura, llegando a posicionarse como uno de los principales escritores del Nacionalismo Argentino. Adquirió fama desde los primeros momentos con sus cuentos y novelas, pero se consagró como escritor criollista con dos obras: Los caranchos de la Florida (1916) y El inglés de los güesos (1922). Su más celebrada colección de cuentos apareció bajo el título de De los campos porteños (1931). Hacia 1936 se retiró a un aislamiento literario, del que no pudieron sacarlo sus amigos ni las solicitudes del público. En torno a su personalidad y a su inexplicable designio de no publicar más, se tejieron leyendas del más variado contenido, que nadie puro confirmar.

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