Michel Foucault

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VIGILAR Y CASTIGAR

Michel Foucault, filósofo y también historiador, fue sin duda durante los años sesenta una de las figuras más importantes e influyentes del ambiente cultural francés . Nunca quiso expresamente ser un historiador de los ideales ni de las ciencias en el sentido clásico de estos términos. La única denominación que admitía era la de arqueólogo, aquello que da cuenta de forma más profunda de la cultura.

En una segunda etapa de su vida, Foucault dirigió su interés hacia la cuestión del poder, y en Vigilar y castigar(1975) realizó un análisis de la transición de la tortura al encarcelamiento como modelos punitivos, para concluir que el nuevo modelo obedece a un sistema social que ejerce una mayor presión sobre el individuo y su capacidad para expresar su propia diferencia.

Vigilar y Castigar, (Surveiller et punir: Naissance de la prison). El libro empieza con una descripción muy gráfica de la ejecución pública del regicida Damiens en 1757. Contra esta, Foucault yuxtapone una prisión gris de 80 años después. Entonces se busca entender como pudo ocurrir tal cambio en la forma de castigar a los convictos en un período de tiempo tan corto. Estas dos formas de castigo tan contrastantes son dos ejemplos de lo que Foucault llama “tecnologías de castigo”. 

La primera, la tecnología de castigo “monárquica”, consiste en la represión de la población mediante ejecuciones públicas y tortura. 

La segunda, el “castigo disciplinario”, de acuerdo a Foucault, es la forma de castigo practicada hoy en día. El castigo disciplinario le da a los “profesionales” (psicólogos, facilitadores, guardias, etc.) poder sobre el prisionero: la duración de la estancia depende de la opinión de los profesionales.
Foucault compara la sociedad moderna con el diseño de prisiones llamado “Panóptico” de 
Jeremy Bentham (que nunca fue construido, pero sí fue tomado en cuenta): en el panóptico, del latín (-pan, todo; -óptico, visión). La idea de Bentham es una cárcel en la que se puede visualizar todo desde un único punto de vista, con la ventaja añadida de que puede hacerse sin ser visto.
Las ideas de Bentham inspiraron también a George Orwell en su novela 1984, la descripción de un estado totalitario dominado por un gran hermano que todo lo ve.

Foucault nos dice: La prisión es el único lugar en el que el poder puede manifestarse de forma desnuda, en sus dimensiones más excesivas, y justificarse como poder moral. Desde 1820 se constata que la prisión, lejos de transformar a los criminales en gente honrada, no sirve más que para fabricar nuevos criminales o para hundirlos todavía más en la criminalidad. Entonces, como siempre, en el mecanismo del poder ha existido una utilización estratégica de lo que era un inconveniente. La prisión fabrica delincuentes, pero los delincuentes a fin de cuentas son útiles en el dominio económico y en el dominio político. Los delincuentes sirven.

El oscuro calabozo de la pre-modernidad ha sido reemplazado por la moderna prisión brillante, pero Foucault advierte que “la visibilidad es una trampa”. Es a través de esta óptica de vigilancia, dice Foucault, que la sociedad moderna ejercita sus sistemas de control de poder y conocimiento (términos que Foucault considera tan íntimamente ligados que con frecuencia habla del concepto “poder-conocimiento”). 
Foucault sugiere que por todos los niveles de la sociedad moderna existe un tipo de “prisión continua”, desde las cárceles de máxima seguridad, trabajadores sociales, la policía, los maestros, hasta nuestro trabajo diario y vida cotidiana.
Todo está conectado mediante la vigilancia (deliberada o no) de unos seres humanos por otros, en busca de la “normalización”.

Fuente: El Rincón de mis desvaríos punto blogspot

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