Carta de Alvear para San Martín

Carta que -¡por fortuna!- no desapareció…

Río de Janeiro, 2 de febrero de 1816

 

Señor Don José de San Martín

 

Mi estimado amigo: Arrojado de mi país como V sabe y venido a encontrar aquí una nueva patria y un gobierno protector en la piedad y generosidad de este magnánimo príncipe, bajo cuya protección pienso pasar el resto de mis días al abrigo de los tiros de mis enemigos.

 

V que me ha probado bien de cerca conoce lo desinteresado que he sido en materias de dinero y por consiguiente estoy seguro no habrá dado crédito a las horrorosas imputaciones con que mis enemigos han querido achacarme sobre este asunto.

 

Mi situación es la más deplorable del mundo en materia de intereses; los únicos bienes que me habían quedado eran los de mi herencia materna, que debían tocarme de resultas de la muerte de mi abuela, éstos han sido injustamente embargados. V sabe lo generoso que he sido en auxiliar a mis amigos; esto me ha arruinado habiendo sido tan desgraciado que en estas circunstancias no he encontrado uno solo que me haya pagado algo de lo mucho que me deben.

 

Ignoro el grado de resentimiento en que V pueda hallarse con respecto a mí, pues nuestros comunes enemigos han tratado insensatamente de afinar la discordia entre los dos. Pero como por una parte mi conciencia nada me reprocha con respecto a V y por otra el conocimiento que tengo de su honradez me mueven, paisano mío, a escribir a V para que si tiene algún valimiento con el gobierno de Buenos Aires, se empeñe con él para que me vuelvan mis bienes embargados; de otro modo, me es imposible vivir y tendré que pasar el resto de mi vida en la más horrorosa miseria, con una familia inocente que ha tenido la desgracia de pertenecer a un padre que ha perdido todo por su fanatismo, en hacer toda especie de sacrificios, en obsequio de un país que le ha pagado con tanta ingratitud.

 

La adjunta es para Zapiola. Yo ruego a V interponga su amistad para con él para que me pague algo, pues cualquier cosa me viene muy bien en las terribles circunstancias en que me hallo, bien debe saber él que sólo mi triste situación ha podido obligarme a escribir la adjunta.

 

V sabe lo claro y costoso que es vivir en un país extraño con familia, y los ningunos recursos que le quedan a uno en medio de personas desconocidas; por aquí podrá V formarse una idea del estado de esta familia acostumbrada en otro tiempo a vivir en la abundancia. V sabe que de mi padre nada tengo que esperar, y por consiguiente el único recurso que puede salvarme de este estado ignominioso, es la devolución de mis cortos bienes embargados.

 

El Cabildo me ofreció la más solemne garantía y ha faltado a ella, no sé qué motivos pueda haber para perseguirme con tanto encarnizamiento como obligarme a perecer con mi familia en países distantes y extraños.

 

Nunca puede ser honroso, para esas provincias, el que las naciones extranjeras vean a uno de sus generales, que ha servido con el patriotismo más ardiente, reducido a punto de tener que perecer de hambre, en país extraños. ¡Ah, paisano mío! Qué contraste el estado de miseria en que me hallo, con el estado en que me quieren suponer mis enemigos, como el de un ladrón público.

 

Confieso a V con toda ingenuidad, que no presentaría a V este cuadro lamentable, si no fuera por una esposa y tres hijos desgraciados que me rodean.

 

Yo espero mi amado amigo en obsequio de estos desgraciados que V conoce, empleará todos sus esfuerzos, para conseguir lo que le pido. Han llegado aquí las noticias desgraciadas de la derrota de Rondeau; ésto ha causado una alegría extraordinaria en nuestros comunes enemigos y en nosotros una profunda tristeza. No se puede V figurar el furor morboso de los españoles. ¡Infeliz país si se viene alguna vez en semejantes garras!

 

Las intenciones de Fernando son las más terribles. Nada hay que esperar de un monarca tan cruel, y hoy no queda otro recurso que vencer o morir, el querer alucinarse de otro modo sería perecer irremisiblemente.

 

De la Inglaterra no se debe esperar ningún auxilio; ésta está fuertemente ligada con España, además de estar interesada en el sistema colonial; de los Estados Unidos y de las potencias que no tienen colonias se sacaría mucho si se mandasen a todas ellas enviados. Acuérdese V que Caracas fue reconocida por la Rusia; esta potencia, que es en el día la más fuerte de Europa, tiene un vivo interés en extender sus relaciones con esta parte del mundo.

 

El otro día tuve una conversación sobre esto mismo con el ministro ruso que se halla aquí, y me dijo que habíamos hecho muy mal en no habernos dirigido a su gobierno en toda la revolución y que estaba seguro que sacaríamos mucho partido del Emperador Alejandro.

 

De Holanda y Austria también se puede conseguir mucho; yo me encargaría gustoso de cualquiera de estas comisiones que me quisieran fiar y me parece que no las desempeñaría mal si el amor propio no me ciega.

 

Este príncipe está resuelto a quedarse aquí a echar cimientos de un gran imperio; están llegando las tropas de Lisboa y el general Beresford se halla aquí, pero estoy seguro de que no ayudarán a los españoles en nada.

 

Mucho he tenido que sufrir con Vigodet que se halla aquí. Ha hecho las más fuertes instancias para que mi persona le fuese entregada y mandarme a España a concluir mis días en un cadalso; por fortuna este generoso príncipe no ha consentido en tal iniquidad y me ha ofrecido que nunca me entregará.

 

Deseo a V mil felicidades y que no se olvide los encargos de esta familia, que le quedará eternamente agradecida.

 

Carmencita manda a V mil memorias, y a Remedios a la cual se los dará V de mi parte. Y mande en lo que guste a este, su verdadero amigo.

 

Carlos de Alvear

((Introdujimos algunos cambios sintácticos y gramaticales, depurando el texto y facilitando su lectura por las recientes generaciones))


    Carlos de Alvear (mal llamado Carlos María, conforme hoy se sabe, sin que se explique cabalmente por qué firmó documentos con este nombre sólo a partir de 1813 –y no antes…-) muy activo para la escritura epistolar. Merece la pena investigar estos textos, reveladores de los vericuetos y complejas luchas por el poder. Y no sólo en lo que respecta al Río de la Plata, sino a toda la América del Sur. Época era aquélla en la que nuestras tierras llamaban la atención de todos los que, por una razón u otra, habían perdido la carrera de los descubrimientos primero y del coloniaje después: Rusia, Holanda, Austria… Presente la siempre vigilante Inglaterra y el interesadísimo imperio esclavista vecino. Invito a penetrar profundamente las palabras de Carlos de Alvear, el fundador de la aristocrática rama argentina, al cual la Buenos Aires del ochenta –tratándolo como a un verdadero prócer- le rindió el monumento metropolitano más importante en costo, peso y emplazamiento.

1.Arrojado de mi país como V sabe… Despojado del poder a partir la Sublevación de Fontezuela, el hasta entonces Director Supremo de las Provincias Unidas debió salir del país. En realidad había tenido un peso contundente en el gobierno desde bastante antes; gobernó de facto a través de su tío y primer Director Supremo, Gervasio Posadas, y en todo momento adoptó la actitud del militar triunfante que reclama honores de mando.  El Directorio atravesaba un difícil trance, generado a partir del rechazo de los diputados orientales y por la posterior disolución de la Asamblea. Alvear –justamente tildado de bonapartista- ejerció una cruel dictadura, persiguiendo a sus oponentes. A su alrededor se multiplicaron los enemigos. Lo que parecía no saber Carlos de Alvear al dirigir esta misiva, es que San Martín había inspirado y apoyado vehementemente la Sublevación que finalmente originó su renuncia, reemplazo por Álvarez Thomas (a través de la Junta de Observación). A bordo de la nave inglesa que lo condujo a Río de Janeiro, –en una insólita traición a los ideales revolucionarios- Alvear solicitó el protectorado de Gran Bretaña sobre las Provincias del Río de la Plata, además de requerir su reincorporación a las fuerzas españolas.

2. …encontrar aquí una nueva patria y un gobierno protector en la piedad y generosidad de este magnánimo príncipe…  Se refiere a Juan VI de Braganza, que en 1815, desalojados los franceses de Portugal, permanecía displicentemente en Brasil permitiendo el gobierno de facto del inglés general Beresford. ¡El mismo que había sido rechazado en 1806 de la Buenos Aires colonial! El derrotado, encarcelado y dos veces perdonado general inglés, se ocupaba a la sazón de formar un poderoso ejército que pondría a disposición de Juan VI.

3. …conoce lo desinteresado que he sido en materias de dinero… Sin embargo, don Carlos de Alvear requirió de su padre don Diego de Alvear y Ponce de León, al momento de partir hacia el Río de la Plata (junto a San Martín, Zapiola, Chilavert y otros), el pago de la herencia que le correspondía, desvinculándose así de las ramas española e inglesa de la familia.

4. … consiguiente estoy seguro no habrá dado crédito a las horrorosas imputaciones con que mis enemigos han querido achacarme … Es muy probable que San Martín conociera en profundidad las maniobras que había llevado a cabo Alvear desde Buenos Aires, conspirando contra la campaña de Chile. Y que los Cabildos de Mendoza y San Juan habían impedido los efectos nocivos de la política porteña, permitiendo que los planes sanmartinianos continuasen su marcha.

5. … los de mi herencia materna, que debían tocarme de resultas de la muerte de mi abuela… La herencia de la familia Balbastro, de la más rancia alcurnia colonial porteña. Diego de Alvear y Ponce de León había casado con María Balbastro, madre de Carlos (su primogénito) y de otros ocho vástagos. Siete de ellos murieron junto a la madre en el ataque inglés y estallido de La Mercedes, frente a las costas de Portugal (origen de la guerra española con Gran Bretaña).

6. … Ignoro el grado de resentimiento en que V pueda hallarse con respecto a mí, pues nuestros comunes enemigos han tratado insensatamente de afinar la discordia entre los dos… Evidentemente, no las tiene todas consigo frente a San Martín. Presume que las intrigas y ataques que en su momento dirigió al Libertador han trascendido.  Cuando dice los dos, parece sentirse unido a San Martín en designios de magos emprendimientos, sólo a ellos reservados. O, quizás, a sus pertenencias masónicas.

7. … el conocimiento que tengo de su honradez me mueven, paisano mío… No es un tratamiento fraterno el que emplea Alvear con San Martín, mal que le pese a Chumbita. Más bien vuelve a referirse al origen común –la tierra de las misiones- y a los ideales compartidos –la masonería-.

8. … si tiene algún valimiento con el gobierno de Buenos Aires, se empeñe con él para que me vuelvan mis bienes embargados… No consta que San Martín haya llevado a cabo tratativas con las autoridades porteñas, tendientes a la tranquilidad económica de Alvear y su familia. En realidad, mientras durara Pueyrredón en el Directorio San Martín mantendría diálogo con Buenos Aires; poco después esta relación se tornaría precaria y desembocaría en la franca persecución al Libertador.

9. … tendré que pasar el resto de mi vida en la más horrorosa miseria, con una familia inocente que ha tenido la desgracia de pertenecer a un padre que ha perdido todo por su fanatismo, en hacer toda especie de sacrificios, en obsequio de un país que le ha pagado con tanta ingratitud. No fue esto lo que sucedió con Carlos de Alvear, su mujer y sus hijos. No vivió mal. Volvió a brillar en los campos de batalla y en Buenos, Aires y después, sometido a los dictados de Rosas, partió a Estados Unidos en representación del país. Ha de recordarse que llegó casado al Río de la Plata; su esposa fue la española María del Carmen Sáenz de la Quintanilla. El matrimonio tuvo nueve hijos: Emilio Marcelo; Camilo Urbelino; Carlos F; Torcuato Antonio; Joaquina del Carmen; Virginia Mercedes; Diego; Juan Nepomuceno y León Gabino. Algunos de ellos resultaron figuras públicas, como Torcuato Antonio; otros se destacaron en la vida social y artística, como Joaquina del Carmen. Todos fueron un poco locos, como el mismísimo Borges –inspirado por Elvira de Alvear- predicase de los Viterbo.

10. … La adjunta es para Zapiola. Yo ruego a V interponga su amistad para con él para que me pague algo, pues cualquier cosa me viene muy bien. Se refiere a José Matías Zapiola, primer secretario de la Logia Lautaro, compañero de viaje de San Martín y Alvear en la Canning, guerrero de Alvear durante el sitio de Montevideo, guerrero de San Martín durante el cruce de los Andes, Comandante del Regimiento de Granaderos a caballo en la batalla de Maipú. Es probable que haya sido deudor de Alvear, sin que sea factible ahora comprobar deuda y cancelación eventual.

11. . V sabe que de mi padre nada tengo que esperar, y por consiguiente el único recurso que puede salvarme de este estado ignominioso, es la devolución de mis cortos bienes embargados. En efecto, su padre le había adelantado su parte de la herencia y en Buenos Aires había recibido lo correspondiente a la familia de su madre. Pese a todo esto, Alvear era acreedor de una cuantiosa herencia de fama y honores que recibió a lo largo de posteriores generaciones.

12. … El Cabildo me ofreció la más solemne garantía y ha faltado a ella, no sé qué motivos pueda haber para perseguirme con tanto encarnizamiento como obligarme a perecer con mi familia en países distantes y extraños… Sin duda era justo investigar las acciones y eventuales negocios de los funcionarios salientes, sobre todo cuando se había abusado del poder, como fue el caso de Carlos de Alvear. ¡Ah, paisano mío! Qué contraste el estado de miseria en que me hallo, con el estado en que me quieren suponer mis enemigos, como el de un ladrón público. Él mismo se rotula como ladrón y heroico general vilipendiado; es en este pasaje de la carta cuando más se rebaja.

13. … Han llegado aquí las noticias desgraciadas de la derrota de Rondeau; ésto ha causado una alegría extraordinaria en nuestros comunes enemigos y en nosotros una profunda tristeza. No se puede V figurar el furor morboso de los españoles. ¡Infeliz país si se viene alguna vez en semejantes garras!… La aludida derrota de Rondeau fue la de Sipe-Sipe, evento que selló la pérdida del Alto Perú por las Provincias Unidas. Se asustaba Alvear de las garras españolas, cuando pocas semanas atrás había ofrecido sus servicios militares a las fuerzas coloniales.

14. … Las intenciones de Fernando son las más terribles. Nada hay que esperar de un monarca tan cruel, y hoy no queda otro recurso que vencer o morir, el querer alucinarse de otro modo sería perecer irremisiblemente. En efecto, Fernando VII había regresado a la Corte y ello significaba o bien un repliegue generalizado en los proyectos independentistas, o bien nuevas estrategias e ingentes esfuerzos en el corto plazo.

15. … De la Inglaterra no se debe esperar ningún auxilio… Nunca, claro. ¡Jamás a lo largo de toda nuestra historia! Y no porque estuviera entonces más cerca de España que de los rioplatenses, sino porque siempre alentó proyectos de expansión y de ejercicio del comercio, sin límites, y en desmedro de las nuevas soberanías americanas.

16. … por la Rusia; esta potencia, que es en el día la más fuerte de Europa, tiene un vivo interés en extender sus relaciones con esta parte del mundo. Esta sí que es novedad, originalidad de Alvear, a todas luces sorprendente. De Holanda y Austria también se puede conseguir mucho. También sorprende esta afirmación, aunque… yo me encargaría gustoso de cualquiera de estas comisiones que me quisieran fiar y me parece que no las desempeñaría mal si el amor propio no me ciega. La promoción personal parece esconderse tras todas estas afirmaciones.

17. … Mucho he tenido que sufrir con Vigodet que se halla aquí. Ha hecho las más fuertes instancias para que mi persona le fuese entregada y mandarme a España a concluir mis días en un cadalso; por fortuna este generoso príncipe no ha consentido en tal iniquidad y me ha ofrecido que nunca me entregará. Parece lógico que Vigodet, despojado de sus reales en Montevideo por el propio Alvear al culminar el famoso y prolongado sitio, quisiera ahora tomar revancha sobre la persona de este soberbio y engreído militar caído en desgracia.

VOLVEREMOS CON LOS COMENTARIOS DE OTRAS CARTAS CURSADAS POR ALVEAR DURANTE ESTE AÑO DE 1815. LAS DIRIGIDAS A LOS BRITÁNICOS Y A LOS JEFES ESPAÑOLES.

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