Nuevos apuntes de Juan Bautista Ambrosetti

 

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Arqueología colonial

 

La Hacienda de Molinos (Valles Calchaquíes)

 

… Originariamente la casa no tenía al frente, además de este altillo, sino un muro, pero más tarde se establecieron algunas aberturas que comunicaban con otras piezas, las que fueron transformadas en negocios y cuartos de huéspedes.

La amplia puerta principal se conserva con su marco superior recortado por un simple ornato, y dos grandes batientes de algarrobo sólido que se mantienen abiertos por medio de dos cuñas que se introducen en dos trozos de madera enterrados en el suelo con su cavidad correspondiente para recibirlas. Ese portón da frente a la iglesia, la que se ve desde adentro destacando sobre el cielo siempre azul su simpática e ingenua silueta blanca. Esta puerta está situada en un ángulo del primer patio, el gran patio de honor destinado exclusivamente a la familia, el que conserva aún, en dos de sus costados, el bello corredor debajo del cual varias generaciones de gentes bien nacidas han vivido entregadas a la plácida y hacendosa vida de campo.

El patio central que está enlozado con grandes lajas de piedra, se halla a nivel más bajo que al corredor, al cual es necesario subir por un escaño. En este escaño esperaban sentados en otro tiempo los capataces a que el patrón los recibiese para darles las órdenes de los trabajos que dirigían.

Grandes columnas de madera de algarrobo en forma de huso con base cuadrada, arrancan de un pie horizontal de madera encastrado en el suelo y terminan en el alero del corredor, enhorquetándose en otras piezas labradas y gruesas o zapatos, que sostienen la viga del frente sobre la cual descansan los tirantillos de extremidad también labrada que aparecen debajo del cañizo, en el que se apoya el lecho de argamasa de barro y paja que asegura la pesada carnada de gruesa teja de forma española que cubre toda la construcción, dándole su nota rojo-oscura.

Debajo de este corredor también prolijamente enlozado, como era en todas las casas de campaña, se desarrollaba la vida diaria de la familia…

 

Ambrosetti, Juan B. Viaje de un maturrango, y otros relatos folklóricos –Selección, prólogo y notas de Augusto Raúl Cortázar-. Arqueología colonial, La hacienda de Molinos. Págs 159/ 160. Taurus, Nueva Dimensión Argentina –Dirigida por Gregorio Beinberg-, Buenos Aires, 2005.

 

 

 

La llama, ¨carnero de la tierra¨

 

Los hombres se ocupan en la Puna de Jujuy de todo, y comparten con sus mujeres los rudos trabajos a que los obliga la dura lucha por la vida, en esa región fría, seca y pobre.

La cría de llamas y de ovejas es la base de su existencia junto a las escasas cosechas que recogen de papas, quinoa y maíz.

La llama (Auchenia llama) o carnero de la tierra, como la llamaron los españoles, ha suplido en las montañas de la América del Sur a todos los demás animales que el hombre domesticó en los otros continentes.

La llama proporcionó a los indios y le sigue proporcionando su carne, su cuero, su lana, y al mismo tiempo una bestia de transporte, lenta y de poca carga si se quiere, pero de primer orden por su sobriedad y su agilidad en la marcha por los cerros, donde no necesita de caminos para viajar.

Por esto es que sobre este animal simpático el indio no sólo reconcentra su más acendrado cariño, sino que también ha creado para él sinnúmero de ceremonias…

 

Ambrosetti, Juan B. Viaje de un maturrango, y otros relatos folklóricos –Selección, prólogo y notas de Augusto Raúl Cortázar-. Folklore de la puna –La llama, carnero de la tierra-, página 217. Taurus, Nueva dimensión argentina –Dirigida por Gregorio Beinberg-, Buenos Aires, 2005.

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