en El Eternauta de Oesterheld/ Breccia:

 

 

IMÁGENES DE UNA INVASIÓN

Por Pablo De Santis

Un guionista de historietas escribe en la soledad de su estudio. Está tranquilo, en medio de la noche, pero llega el otro, que viene desde fuera del tiempo: un viajero que se materializa para contar la historia de la invasión. La escena no sirve sólo para disparar la historia; es una metáfora también de la relación entre narrador y lector. En El Eternauta, como en Sherlock Time, como en Mort Cinder, Oesterheld recordó que la otra aventura, el relato, no es menos apasionante que la acción.

 

Héctor Germán Oesteherld publicó la primera versión de El Eternauta en Hora Cero semanal entre 1957 y 1959, con dibujos de Solano López. En 1969 el guionista decidió reescribir la historia para la revista Gente. Eligió como dibujante a Alberto Breccia, con quien ya había hecho dos obras maestras, Sherlock Time y Mort Cinder. La nueva versión de El Eternauta carga con una ideología por momentos explícita que la anterior no tenía: la invasión no está dirigida contra todo el planeta sino contra América Latina, entregada por las grandes potencial al invasor. El texto, tan alejado de la estética Gente, irrita a la dirección y a sus lectores; los dibujos expresionistas de Breccia no ayudan a limar asperezas. Cuando falta todavía la mitad de la historieta, llega el ultimátum. Para evitar que el relato quede inconcluso, Oesterheld se compromete  a terminarlo en tres entregas. De ahí la concentración del tramo final, que se alivia en las dos últimas páginas.

 

El Eternauta es una historieta bajo presión. No sólo presión editorial: Oesterheld exaspera la lectura de su propio texto; Breccia experimenta con collage, tramas mecánicas, climas ominosos en una búsqueda que tiene como meta la expresión. Por eso es una obra maestra alejada del equilibrio, subterránea y oscura.

 

Además de sus tres grandes obras, Oesterheld y Breccia crearon otras historietas (…). Richard Long, realizada pocos años antes de El Eternauta, tiene un guión cínico y ejemplar, y una audacia gráfica que anuncia la invasión (…).

 

En cada historia, en cada cuadro de El Eternauta, está lo conocido y también lo otro: la ciudad y la nevada, las caras familiares y los monstruos. La historieta nos acerca la ciudad para contarnos en secreto la fragilidad, para que juguemos a despedirla. Es lo que hace todo gran relato: ilumina lo familiar con una luz de extrañeza, hasta que se vuelve desconocido y lo traga la negrura; y después, como la ciudad al final de El Eternauta, nos lo devuelve intacto para que lo veamos distinto. Como el guionista al principio, oímos a un fantasma contar una historia; y como el guionista al final, miramos las calles que conocemos y proyectamos sobre ellas las imágenes de una hermosa pesadilla.

 

De El Eternauta y otras historias. Colección Narrativa Dibujada, Colihue –ENEDE. Serie del Aventurador-, Buenos Aires, 2006.

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