Desde una interesante novela:

 

Naturaleza de la conquista del Perú

luismontero1

… -¿Tienes problemas? ¿Problemas con esos salvajes?- me preguntó señalando hacia el peñasco donde se habían reunido la pareja de indios.

          No.

          Mejor los barremos de una buena vez, hombre.

          No, déjelos, no son más que dos indios extraviados.

El capitán me miró descofiado.

          ¿Dos indios extraviados? ¿Qué pasa contigo?¿Eres religioso? Antes me lo negaste y eso que te lo advertí, y ahora los perdonas.

          No hay peligro con ellos.

          Pues no creo eso –dijo-. Yo he visto mucho en la vida, don Luis Alfonso. Uno los ve tranquilos, pacíficos, pero de repente les asoma el demonio y cuando quieres arrepentirte es muy tarde. Si lo sabré yo…

(…)  El relato de cómo habían capturado a uno de los dos herederos al trono de los incas –Atahualpa reinaba en el norte; el otro, Huáscar, su hermano, en el Cuzco-, lo había escuchado yo de boca de Oviedo y de Betanzos. La trama y el desenlace eran básicamente los mismos, pero uno y otro relato diferían en los motivos que aceleraron la captura del gran jefe y la matanza de sus seguidores. Oviedo me contó que la masacre había comenzado cuando Atahualpa rechazó, de una manera hostil y desafiante, la Biblia que le ofreció un sacerdote, de nombre Valverde, que había salido a su encuentro, en medio de la plaza amurallada de Cajamarca. Valverde, inquieto y deshonesto según Oviedo, se había dirigido después a Pizarro que aguardaba junto a su tropa tras los muros, pidiéndole que atacara sin piedad, pues él los absolvía de cualquier pecado. Betanzos, en cambio, atribuía el fatal incidente a un mal desempeño del indio ladino que oficiaba de traductor entre las partes, especialmente entre el sacerdote y el jefe inca. ¨No hubo entendimiento, Luis, era el encuentro de dos lenguas, de dos grande imperios que no hallaron el modo de comunicarse, falló el idioma, falló el traductor, fallaron las palabras y con ellas fallamos los hombres, qué chapuceros que fuimos, me dijo amargamente… Páginas 92/94

 

 

… -No todos los indios hablan quechua –dijo- El quechua les fue impuesto por los incas cuando se hicieron fuertes y gobernaron a todas las tribus.

          Eso me suena conocido- repuse.

          ¿Por qué? -me preguntó Herrada.

          Por aquello de que la lengua es siempre compañera de los imperios- respondí, mirando a Betanzos, que asintió mis palabras… Páginas 156/ 157

           

 

Sguiglia, Eduardo. Un puñado de gloria. Buenos Aires, Grijalbo, 2005

 

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