Rozas, represor de la anarquía (1820), visto por Adolfo Saldías:

Juan Manuel, el héroe griego

 Fuerte y hermoso como uno de aquellos olimpiónicos para quienes tejían coronas de laurel los habitantes de Élida, y por cuyas gracias suspiraban las griegas del otro lado del Alfeo; alto y corpulento como un pionner, a quien la labor continua dio vigor y lozanía para desafiar la adversidad y la misma vejez; imponente por lo grave de su aspecto, y por la marcada severidad con que se dibujaban los perfiles de su rostro, en las miradas altivas y escudriñadoras de sus ojos azules, cuyos párpados, encapotados y tendidos hacia las sienes, parecían formar una sola línea con sus cejas, rubias como el cabello, que nacía de su frente ancha y despejada con la escrupulosidad irreprochable que revela la noble estirpe; en la nariz levantada y cuya prominencia, tradicional en los de su familia, comenzaba un poco más abajo del entrecejo; y en su boca de labios finísimos, rígida y notablemente hundida: casi imberbe todavía, apenas un vello que sombreaba sus mejillas tersas y sonrosadas, como si jamás hubieran sentido el hálito abrasador de los aires del desierto: el bisnieto del Conde de Poblaciones era en esos momentos el objeto de todas las alabanzas, la admiración de todas las mujeres, el triunfador a los ojos del pueblo, y el primer ciudadano de la Provincia, al sentir de los patriotas de la primera década de la Revolución de Mayo, quienes lo comparaban con los próceres más ilustres de la República Romana y buscaban en Homero, Eurípides y Ovidio las formas más deslumbrantes para coronar la frente de ese pastor aristocrático… nacido del beso de los amores del Plata en el seno fecundo de la Pampa para arrancar de Buenos Aires la vergonzante anarquía…

(…) ((centrando las honras en los ¨colorados¨)) Fray Cayetano Rodríguez, el insigne cantor de las glorias argentinas, vació la sencilla virtud de su alma en este soneto dedicado:

Milicianos del sur, bravos campeones,

Vestidos de carmín, púrpura y grana,

Honorable legión americana,

Ordenados, valientes escuadrones;

 

A la voz de la ley vuestros pendones

Triunfar hicisteis con heroica hazaña,

Llenándose de gloria en campaña

Y dando de virtud grandes lecciones;

 

Gravad por siempre en vuestros corazones

De Rozas la memoria y la grandeza,

Pues restaurando el orden os avisa

 

Que la Provincia y sus instituciones

Salvas serán si ley es vuestra empresa,

La bella libertad vuestra divisa.

 

 

Morquecho dedicó por su parte a Rozas el siguiente soneto:

 

Washington era un labrador honrado,

En su estancia tranquilo y placentero:

De labrador se convirtió en guerrero

Luego que por pueblo fue llamado.

 

Con el mismo placer dejó el arado

Con que después sobre el bruñido acero

Sostuvo de la Patria el sacro fuero

Y modesto volvió a su antiguo estado.

 

De estos hombres la Patria necesita;

De la Patria ellos son honor y gloria,

Dichoso sea Rozas que lo imita;

 

Y pues que su virtud es tan notoria

En ningún tiempo se verá marchita,

Eternamente vivirá en la historia.

 

Saldías, Adolfo. Historia de la Confederación Argentina. Tomo I: Rozas y sus campañas. Buenos Aires, Orientación Cultural Argentina SA, 1958.

 

Respetamos las bastardillas originales en el texto. Con respecto al panegírico de Fray Cayetano Rodríguez, Adolfo Saldías recalca que el texto transcripto es el original y que circula otro posterior, en el que los dos últimos versos del segundo tercero han sido modificados. Finalmente, se refiere Saldías a la composición poética de Benjamín Morquecho, docente de lengua española en ejercicio entonces en Buenos Aires.

 

 

 

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