Cambalache

post que me complace difundir desde http://www.pablo-urbanyi.org

 

Hace más de medio siglo, Robert Musil escribió sobre un mundo caótico, revuelto por miles de ideas contradictorias que angustiaban a no pocos. Escribió sobre una época en que, para el asombro de Urlich, personaje de su novela El hombre sin atributos, se pudo llamar, por primera vez, “genial” a un caballo.

Esos tiempos ya pasaron, ahora vivimos en un cambalache gigantesco de lavarropas a paleta, mucho más revuelto que aquél pero entre gomaespuma de confort, y aparentemente no se angustia nadie: la televisión, los deportes, el diario cotidiano, el prozac y similares, al llenar el Gran Vacío con vacíos cotidianos, impiden hacerlo, y los productos más mediocres, escritores, tenistas, jugadores de fútbol, perros, osos amaestrados, se pueden llamar geniales.

Hasta aquí, la teoría. ¿Dónde encontrar ese cambalache en la práctica? Basta mirar la portada de de un diario, especialmente su edición electrónica, ya sea ésta de edición inglesa, francesa o española, quienes, como por ejemplo El País, tienen el honor de armar la vidriera del cambalache más distinguida. Por una cuestión de idioma me suelo sumergir, perderme y morir en esta luego del primer golpe bajo, la propaganda que hay que superar. Su fuerza es impresionante. A pesar de leer sólo los titulares, en vez de enriquecido, resucito vaciado.

Los artículos principales e importantes, de varias columnas, han desaparecido o quedaron relegados a la edición impresa, de la que me encuentro a 6.000 kilómetros. Un titular, un copete breve, una foto, un video –una propaganda obsesiva e irritante a los dos lados de la portada impiden leer con atención– y ya estamos sumergidos en la extraordinaria experiencia cotidiana, aparentemente nueva pero siempre vieja porque no hay nada nuevo que decir. Para que esta observación tan categórica quede clara, sigamos los pasos de la reina que en una foto alza un osito panda, en otra un perrito que sólo puede ser de raza, o un niño; es la misma foto: la prueba de que la reina es tierna y sensible, y como la Virgen, cuida de nosotros. Y el día en que ella ya no tenga fuerzas para alzar ni el bastón que le ayudaría a caminar, tendremos a la princesa, futura reina, que alza un bebé de un gorila.

El camino de la senda mística hacia la saturación continúa: aparece Nadal, un tenista más genial que un caballo, que alza los brazos estilo corte de manga en señal de triunfo -el  aullido que lo acompaña  confirma su pertenencia al reino animal- mientras su sudor salpica alrededor y se mezcla con la sangre de los muertos en Haití (o sus lágrimas cuando pierde). Y qué decir de una foto de los jugadores del equipo cariñosamente llamado Barça, cuyo hedor (once jugadores) envuelve hasta al lector o se mezcla con los cadáveres de una matanza en África o de Irak. O tal vez la sangre de otros muertos, pero éstos con los de un avión que desapareció en el océano, es decir, en la nada; o quizá con la sangre de los que murieron en el terremoto en Chile; sudor y sangre de un nuevo tipo de esclavitud, se deslizan entre la tela del bikini ajustado contra la piel de una modelo  en un desfile o el de la propaganda de una mujer tirada en una playa del Caribe. De alguna boca (de cualquier sexo) más abierta que el tamaño del micrófono, y que se supone que canta, recibirá el vaho de un aliento potencialmente letal.

Siguen los titulares: el profundo dolor del rey, de algún presidente o de un ministro frente a algún desastre natural o no, que manda sus condolencias. Las andanzas de uno que otro multimillonario o millonaria, sus aventuras sexuales, si es posible. La propaganda, gracias al Flash Player 10, arriba, o a los costados, sigue irritando. Por fin, ya los nervios casi deshechos, va a pinchar justamente en un artículo que no le interesaba en absoluto. Vuelta a “Inicio”. No faltarán personajes viajeros como la Hillary Clinton, pródiga en prometer, avara en cumplir. La foto del confín con el último telescopio y más allá ni Dios ni el Diablo, o Dios detrás del Diablo. Depende de la hora (o a cualquier hora), prostitutas (¿y prostitutos?) en oferta disimulados detrás de saludables encuentros; momias egipcias o precolombinas; fotos de alguna Marcha (marcha imparable) del Orgullo Gay (nunca supe qué es eso, por qué y para qué orgullo.

El Gayismo, que dio un paso gigante con la foto El beso de Judas, puesto al día y adaptado a los días actuales. Información de corresponsales que viajaron a países en conflicto y que saben más que aquellos que viven en el lugar desde siempre: con el micrófono metido en la boca, basta el testimonio de un hombre o una mujer en la calle para conocer el problema más grave en profundidad. El corresponsal dibujará la solución. Notas con frases conmovedoras como “Nunca te olvidaremos, Haití… Chile…”, o, a la izquierda, un descuartizado por una bomba, y a la derecha una foto de un concierto que canta loas a la alegría de vivir. Por fin vemos a todos los muertos unidos en desastres y fosas comunes. Artículos sobre titánicas luchas contra el hambre mientras los pobres siguen gozando de mala salud, especialmente si los alimenta UNICEF, cuyos dirigentes en la ciudad más cara del mundo viajan en Mercedes. Arranques nacionalistas banales: “En España, por primera vez…”, “En Inglaterra por primera vez…”, “En la Argentina por primera vez…”,  según la nacionalidad del diario, a pesar de que la única nacionalidad de un diario es el dinero. Los videos tienen cada vez más importancia: seguidos de una propaganda breve, veremos de un huracán o un tornado, de un toro que le clavó los cuernos al torero, de un partido de fútbol, de inundaciones, de una guerra por la democracia y la libertad, videos cada vez más abundantes, pero tan claros, explicativos y educativos que muy pronto, ahorrando el esfuerzo de leer, gracias al “Orgullo Analfabeto”, los analfabetos, satisfechos de los conocimientos adquiridos, podrán decir: “Leí el diario o periódico tal o cual”.

Si uno tiene el coraje y la fuerza de leer alguna nota, encontrará frases de este tipo adaptables para todo uso: “Ambos países tenemos distintos puntos de vista. Esto, lejos de convertirnos en personas que no pueden intercambiar opiniones, nos convierte en personas muy serias y maduras que pueden sentarse a discutir cosas en las que están de acuerdo y en las que no hay acuerdo”. Y todo es y será opiniones que abren infinitos caminos a la democracia, a la libertad y al desierto entre cuyas arenas se filtrarán y se perderán todas las aguas de la verdad.

 Pero la democracia seguirá. Todos los bobos creyentes podrán participar con sus opiniones, pero ninguna maldición o palabrota que haga temblar la tierra y que sea la justa, porque en esta tierra de Navidades eternas reina la paz y el amor y no la publicarán. El diario decide cuáles son las opiniones sensatas, equilibradas y que, salvo para entretener a los tontos y hacerles creer que son alguien, no tienen otra utilidad. En tres fabulosas opciones, Sí, No, No sé, podrá votar con un toquecito del cursor por cualquier imbecilidad, por no decir estupidez (en deportes, en política, por película, por los tamaños de nalgas y senos). Es un voto que no sirve para nada, pero es una buena práctica para elegir gobiernos inútiles, ya que otros no hay. Ah, y ahora llegó el fabuloso twitter para opinar antes de que el candidato (sabio, tonto o estafador) abra la boca. Curioso: a los tontos y estafadores los dejan hablar. Por último, queda el diálogo tan valorado y en el que gana el más poderoso aunque sea por entretener a los aburridos. Se puede dialogar con escritores, académicos y escritores (ésta es una nueva raza: ni académico ni escritor), artistas en general, políticos, altos funcionarios, deportistas, alguno que otro especialista sobre transgénicos o calentamiento global.

Toque magistral y la posibilidad de ser alguien: “Yo periodista”, un verdadero cuento para explotarte mejor.

En el rubro URGENTE, antes de que termine de que termine el terremoto, ya va a encontrar una nota conmovedora de Antonio Skármeta con el original título de Llanto por Chile, a la que seguirán otras de Ariel Dorfman, quien, es absolutamente seguro, estuvo presente en algún terremoto inolvidable que lo conmovió y guarda en su corazón, y, sin duda, hasta ayudó a Dios a hacer temblar la tierra.

Si algún personaje ilustre pasó a mejor vida, no faltará una lluvia de notas que comenzarán con: “Cuando conocí a…”, lluvia que pronto desaparecerá en el olvido y resurgirá con otro muerto.

Y termino antes de que esto también se convierta en un cambalache. Una cosa aprendí para evitar el malestar: no leer los artículos de escritores como “Mi cena con Trudeau” (Fuentes), “Cinco o diez días con Gabo o Gabito” (Dorfman), “Mi visita a la Argentina o Gaza o…” (Vargas Llosa).

Ah, y lo más importante: aprendí a evitar que las fotos más morbosas, de niños muriéndose de hambre, de cadáveres entre escombros, sin brazos, sin piernas o sin cabeza, toquen y despierten en mí algo similar a la morbosidad de los que las sacaron, las pusieron y las miran.

Y cierro la nota con la esperanza de tener la energía y la valentía de que llegue el momento de no leer ni los titulares.

Los Atributos Perdidos

 

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