De la mano de María Rosa Lojo

El de la foto, con bastantes años y kilos, no tiene tanto pelo como anuncia el texto reproducido...

 

La cuestión es el hombre

Hoy fue un día dedicado a la lectura. Entre los textos que leí, no sé muy bien ahora en que página o portal, una representante del sexo femenino se quejaba de que los hombres no entienden a la mujer porque no han comprendido que deben dejarlas hablar y dedicarse a escucharlas. Escucharlas por sobre todas las cosas. Porque ellas, decía, no se bloquean ante los problemas, sino que se lanzan a hablar y que mientras hablan encuentran salidas a los conflictos y soluciones más que potables. ¿Será así? Que la mujer es un enigma para el hombre, y que es probable que nos cueste a los hombres aún unos cuantos siglos más resignarnos a escucharlas con estoicismo, parecen verdades que todos compartimos. ¿Y que opinan ellas de nosotros?

También hoy concluí la lectura de Finisterre, de María Rosa Lojo. En ella, el personaje de Rosalind, que su protector, el machi ranquel bautiza como Pregunta Siempre, habla sobre todo, habla, pregunta y escribe, expone a través del océano una historia densa y apasionante. Como es apasionante la novela, claro. Y de pronto opina sobre el hombre, después de habérselas arreglado muy bien sin Amstrong, sin su marido muerto por los indios, sin el mismísimo renegado Baigorria. Dice Rosalind, en realidad María Rosa Lojo:

 

¿Qué es, dicen, un hombre?

 

Es un macho mamífero, con pelos en lugares inadecuados (sobre todo los hombres de color pálido), que le tapan la cara y ocultan la delicadeza de las mejillas. Con órganos para la generación y para el placer, que le cuelgan por fuera del cuerpo, vulnerables a los golpes y a los cambios de temperatura. Los comeríamos con gusto, bien sazonados, si pertenecieran a un mamífero impúber de otra clase, como un cordero o un ternero. Nosotros, los humanos de color pálido, aún no apresamos y criamos a los hijos de los vencidos de nuestra especie para devorar sus criadillas, o compañones o testículos. Los ranqueles, humanos de color tostado, tampoco lo hacen. El señor Jonathan Swift, clérigo nacido en Dublín (1), sugirió que los ricos terratenientes incluyesen en su dieta carne fresca de niños pobres irlandeses, ya que de todas maneras los dejaban morir de hambre, pero nadie se animó a aceptar, al menos oficialmente, su propuesta.

 

Los machos humanos, tostados o pálidos, todavía no se comen los niños, aunque sean los de sus esclavos o enemigos. Solamente, cuando ya son jóvenes o maduros, se aplastan mutuamente el cráneo con mazas o con piedras, si no tienen a mano alguna otra cosa de mayor efecto. Solamente  se atraviesan los cuerpos con lanzas y espadas, o los perforan con carabinas y fusiles. Sólo se abren en canal, se vuelan la cara de un pistoletazo, se queman los sesos. Si tienen medios, se torturan con sutileza. Los machos pálidos disponen de recursos más variados y eficaces, y se entretienen mejor en las artes de atormentar. También crían a los hijos de los tostados para que sean sus sirvientes, rara vez para hijos y sucesores, como en cambio los tostados llegan a hacer con los hijos de los pálidos.

 

(Pero entre esos machos, pálidos o tostados, hay quienes se dejan matar con tal que el enemigo no tome sus familias; hay quienes van al cautiverio y a la derrota por no separarse de ellas; hay quienes se inmolan por no entregar a sus compañeros. Esas cosas, como las otras, las he visto.)

 

Lojo, María Rosa: Finisterre. Buenos Aires, Sudamericana –De Bolsillo-, 2005. Páginas 136/ 138.

(1)   Nota del reproductor: Se trata del autor de Los viajes de Gulliver.

MARÍA ROSA LOJO nació en Buenos Aires en 1954, hija de españoles, Su padre era un gallego republicano que decidió exiliarse en la Argentina tras la Guerra Civil.
Es escritora e investigadora. LA ESCRITORA: Publicó cuatro libros de microficciones y poemas en prosa (Visiones, Forma oculta del mundo, Esperan la mañana verde  y Bosque de Ojos, que recoge los tres anteriores más Historias del Cielo, inédito), cuatro de cuentos (Marginales, Historias ocultas en la Recoleta, Amores insólitos, Cuerpos resplandecientes) y siete novelas (Canción perdida en Buenos Aires al Oeste, La pasión de los nómades, La princesa federal, Una mujer de fin de siglo, Las libres del Sur, Finisterre, Árbol de Familia). Recibió varios premios a la trayectoria: Premio del Instituto Literario y Cultural Hispánico de California (1999), Premio Kónex (década 1994-2003), Premio Nacional “Esteban Echeverría” 2004, por toda su obra narrativa, la Medalla de la Hispanidad (2009) y la Medalla del Bicentenario otorgada por la Ciudad de Buenos Aires (2010).  Obtuvo, entre otros, el Primer Premio de Poesía de la Feria del Libro de Buenos Aires (1984), Premio del Fondo Nacional de las Artes en cuento (1985), y en novela (1986), Segundo Premio Municipal de Poesía de Buenos Aires, Primer Premio Municipal de Buenos Aires “Eduardo Mallea”, en narrativa (1996), por la novela La pasión de los nómades. Ganó la Beca de Creación Artística de la Fundación Antorchas para “artistas sobresalientes que se hallan en los comienzos de su plenitud creativa” (año 1991), y la Beca de Creación Artística del Fondo Nacional de las Artes en 1992. Se han escrito sobre su obra literaria tres libros monográficos de crítica, dos de ellos tesis (publicados en España, Estados Unidos y la Argentina), y más de un centenar de trabajos (artículos, ponencias, capítulos de libro, aparecidos en Argentina, España, Alemania, Francia, Italia y Estados Unidos) además de algunas otras tesis aún inéditas. Varios de sus libros de ficción han sido traducidos al inglés, italiano, francés, gallego y tailandés. LA INVESTIGADORA Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, es Investigadora Principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en la Universidad de Buenos Aires. Se ha consagrado al estudio de la Literatura Argentina, con orientación en temas de género, construcción de imaginarios nacionales, vínculos entre Historia y Ficción, teorías del símbolo y estereotipos etnoculturales. Como investigadora y crítica literaria publicó cinco obras de ensayo (La ‘barbarie’ en la narrativa argentina (siglo XIX), Sábato: en busca del original perdido, El símbolo: poéticas, teorías, metatextos, Cuentistas argentinos de fin de siglo, Los ‘gallegos’ en el imaginario argentino. Literatura, sainete, prensa; como coautora, editora y directora de investigación Identidad y narración en carne viva (2010) y dos ediciones críticas: Lucía Miranda (1860) de Eduarda Mansilla y Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato (Colección Archivos). Acredita también más de ciento cincuenta publicaciones de investigación, entre artículos en revistas especializadas, capítulos de libros y actas de congresos. Dicta en la Universidad del Salvador un Seminario-Taller permanente en la Carrera de Doctorado. Dirige actualmente un Proyecto de Investigación Plurianual del CONICET (PIP) también radicado en la Universidad del Salvador. Es directora de varias tesis de doctorado.
Ha sido conferencista y profesora visitante en universidades argentinas y extranjeras (Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad Complutense de Madrid, Universidad de Salamanca, Universidad de Valladolid, Universidad de Santiago de Compostela, Universidad de Murcia, Universidad de Toulouse Le Mirail, Universidad Stendhal de Grenoble, Universidad de Roma III, Universidad de Siena (Arezzo), Universidad de Milán, entre otras). Colabora en los suplementos literarios y revistas de cultura de varios diarios argentinos: revista ADN Cultura, del diario La Nación, revista Ñ, del diario Clarín, RADAR Libros, del diario Página 12. Fuente: http://www.mariarosalojo.com.ar

Finisterre es una novela con desarrollo en las tolderías ranqueles (Argentina), y en Londres. Rosalind Kildare, gallega con raíces irlandesas, llega al Río de la Plata y es cautivada en un malón indígena. Es una historia de vidas quebradas, de transformaciones, de alumbramientos y de resurrecciones. La autora juega admirablemente con los colores de piel, los destierros y las repatriaciones. Al término de la novela concluye señalando que los gallegos son ¨los indios¨ de España, como presentan la misma categoría los irlandeses para el imperio británico.

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